Hundirnos en la reflexión sobre la educación pude convertirse en la aventura más fantástica que podamos emprender sin mover un solo dedo. Esto viene al caso porque la investigación sobre los parámetros que cubre “la educación” parecían haber sido entrampados en un campo de concentración en un momento en que es posible soñar con una nueva y cercana aurora.
La primera pregunta viene sobre su propia definición, enfrentada a un reto, educar es humanizarse, esto querría decir que su gran objetivo es despertar los botones, fuerzas y energía que solo puede albergar un ser humano. Una versión que nos lleva a otro territorio inmediato: educar es aprender, allí la pregunta se hace más compleja, educar es tomar lo que nos ofrece la externalidad, lo que está ahí. Lo que se puede rubricar con el calificativo de “hecho” es decir un pedazo del universo que ha sido acorralado, acechado y ante el cual estamos en eterna búsqueda de superación de nuevos horizontes, aplicaciones, posibilidades. Humanizarse podría ser sumergirse en la cultura, en lo que ya ha sido creado, una alternativa que prevalece con mucha fuerza y nos da la imagen de ser humano sólo viendo hacia atrás. ¿Por qué los valores humanos no están en el pensum escolar?
Sin embargo, si nos paramos en el concepto de unidimensionalidad podemos entender que la educación no es solo posesionarse de lo ya construido, creado, sino que también podría ser la proveedora de la caja de herramientas para descubrir nuevas fronteras y avanzar a terrenos aun desconocidos. En las escuelas se acostumbra a premiar a aquello estudiantes diestros en resolución de problema matemáticos, pueden ser merecedores de trofeos, ganar las Olimpiadas matemáticas. Nunca en una escuela he visto que se premie una acción humanitaria, de hermandad, compañerismo, amor al otro. El colmo ha sido escuchar a un experto en educación tratando de imponer el designio de la necesidad de separar la escuela de la familia. Separar la escuela de la familia y entregarla el Estado ¿será este el sentido de la propuesta?
Por esta senda siempre encontraremos un ser humano viendo hacia afuera, tratando de descifrar los movimientos lógicos, adquiriendo destrezas, mas no valores, penetrando y dominando la maraña de explicaciones que se han construido para tener dominio sobre el mundo externo.
Si nos concentramos en la comprensión de la educación unidimensional veremos que se trata de un arrojarse hacia fuera, el homínido aumentando sus capacidades para descifrar lo que otros han inventado y convertirlo en instrumento de poder.
Es la educación que desarrolla la capacidad de aprender y descifrar los que ya sido descubierto. Contrario a lo que plantea Edgar Morin: “incluir la búsqueda de la plenitud y la completitud del individuo, a través de la música, de la poesía, de la mística y de las artes en general, que excedan a los objetivos del desarrollo.”
En esta reflexión pareciera que el dominio unilateral de la razón no tiene rivales ni enigmas que la entrampen. Una anécdota personal, tengo un hermano que se declara súbdito de la razón, declara “la razón es el cable que conecta m vida con el mundo”, lo curioso es que es escritor de cuentos fantásticos y musico a la vez ¿?
Sin embargo, cuánto es capaz de aprehender un ser humano de lo que está hecho, cuál puede ser su contribución y cuánto énfasis poner en la metamorfosis como lo más trascendental de su educación. Esta idea nos lleva directamente de la mano a tratar de aquilatar cuanta capacidad tenemos para transformarnos a nosotros mismos, una cualidad, virtud o poder que exclusivamente posee el ser humano de forma privilegiada en este planeta que habitamos.
La paradoja que enfrentamos es ruda, nos obliga preguntarnos: ¿Por qué si tenemos un poder escondido dentro de nosotros mismos que nos permite autotransformarnos, cambiarnos solo con el poder de convicciones y creencias, por qué este poder sin límites ha sido segregado de los ámbitos educativos?
El poder de autotransformarnos es el amuleto que nos diferencia de todo el resto del planeta. Poder mirarme a un espejo y preguntarnos: ¿Quién soy? ¿Cuáles son las fuerzas que me mueven? ¿En cuáles tópicos invierto mis fuerzas? ¿Qué aspiro a lograr? En el tiempo implacable que se desenvuelve mi vida ¿cuál es la energía que alimento para hacer algo, para ir a alguna parte, a cualquier parte?
Estas preguntas pueden ser aterradoras, si descubrimos que nos estamos moviendo como una pieza a la cual se da cuerda y que siempre repite la misma rutina.
Sin embargo, siempre sale el sol que ilumina y descubre las realidades. Podríamos superar los estrechos límites de la razón si creemos que no somos una maquinaria a la cual se le da cuerda, sino que por el contrario somos el ente más poderoso en el universo, porque podemos definir, aferrarnos o construir nuestros límites.
Pensar en la educación no solo como un percibir, sino como creación o apertura de la puerta a la voluntad de poder que tenemos todos, se convierte en el objetivo más trascendente.
En nuestro país, se avecina quizás uno de los mejores momentos de nuestra historia al abrirse a las posibilidades de cambiar el mundo y de cambiarnos a nosotros mismo, los más humildes están dando lecciones. En nuestra accidentada historia nunca habíamos visualizado la posibilidad que hoy tenemos de cambiar por dentro y por fuera. Sabemos que cerrar el espíritu y aceptar verse dominados por falsas expectativas es el mejor símbolo de un nombrado “auto suicidio”. Hemos recorrido caminos amargos de la mentira, la falsedad, la codicia, la corrupción, el arrebato de la libertad de quienes practican el desprecio a la sensibilidad humana. Ese camino se ha transitado y ahora no tenemos excusas para seguir engañando y engañándonos.
Estamos en este instante conviviendo y viviendo con y como personas valientes, conociendo y temiendo las consecuencias somos capaces de sostener nuestros credos, aun con terror ante las represalias. Hoy sabemos que podemos superar las aspiraciones más elementales, las necesidades básicas que caracterizan a cualquier ser humano, que tenemos capacidad de soportar inclemencias con una fuerza que nos descubre nuevos horizontes.
La oportunidad es practicar lo aprendido, no más educación unidimensional que solo enseña una minúscula parte de nuestro poder. La educación como fundamento liberador está obligada a reconocer que además de nuestra capacidad de razonar tenemos otros territorios que superan lo ya establecido. Esta es una idea que confronta a quién está en capacidad de ser maestro con la tarea de educar. O, quién puede ser juez en un territorio hambriento de justicia, plagado de construcciones jurídicas que irrespetan al ser humano. Y quizás los mas crítico, quien puede o debería ser el político, aquel ente que decide cuál camino tomar, qué privilegiar, cuál sentido puede tener nuestra vida colectiva e individual. La tarea del político se torna desafiante porque ya hemos transitado por el infierno y parece que estamos al borde de reencontrar la luz. Desde mi humilde dimensión individual albergo la esperanza de encontrar políticos que sean a la vez religiosos, que hagan esfuerzos por comprender el milagro de ser seres humanos dotados de voluntad de poder, con la fuerza más poderosa que la energía atómica, como es el poder de transformarnos solo con amor. Frente al miedo lo único que permanece en pies no es el odio, es el amor.
El reto es enorme y fantástico, muchos caminos que tomar ¿Qué haremos con la montaña de leyes, decretos normas cuyo único sentido ha sido reprimirnos y robarnos la libertad? Cuáles pasos hay que caminar para definir quienes serán los maestros de los que van a la escuela a aprender en primer término que somos seres humanos, no un deposito de normas y designios que contrarían la expansión espiritual. Saber que tenemos un cerebro a para aprender, pero más poderoso aun es tener un espíritu alentado por un corazón que late como expresión de vida y que ese cerebro, ese corazón y ese espíritu son más que los 20 gramos de la inmaterialidad que portamos los seres vivientes, como nos enseña la maestra Tani Neuberger desde su hermoso hogar abierto a la gente.
Aun siendo los avatares siniestros y oscuros, mucho más poderoso es el afán que encontramos cuando miramos a los ojos a otros, cuándo hemos aprendido una lección histórica sobre lo que hay que preservar, lo que hay que crear, sobre todo cuando se aproximan momentos en que la mentira se desploma sin remedio y sabemos que podemos inventar un mundo hasta ahora inexplorado de libertad, amistad, esfuerzo y convivencia.
“Siempre estoy haciendo lo que no puedo hacer, para poder aprender cómo hacerlo”, Pablo Picasso.
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