Con la firma del Tratado de Versalles en 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, nació la diplomacia moderna, sus implicaciones y lecciones continúan influyendo en la forma en la cual los Estados interactúan en el escenario global, a través de sus reglas; es así que hoy el llamarse “diplomático de carrera”, aun sin serlo, pareciera una cuestión de cache y de prestigio. La diplomacia es sinónimo de seguridad y defensa nacional, implica la defensa de los intereses del Estado. Desempeñar un cargo público de forma permanente como funcionario del Estado en la cancillería, es un honor y un privilegio, tras haber superado un proceso de selección basado en los principios de conocimiento, igualdad, mérito y capacidad, como lo estableció la primera Ley Orgánica del Servicio Exterior de Venezuela en 1962. A diferencia de los funcionarios interinos o eventuales, los funcionarios de carrera tenían en la mencionada ley de 1962, una relación laboral estable, incluso su seguridad jurídica estaba garantizada al tener como recurso el Tribunal Supremo de Justicia para demandar sus casos.
En Ministerios de Relaciones Exteriores y cancillerías reconocidas como el Quai d’Orsay de Francia, Santa Cruz de España, Itamarati en Brasil y Tlatelolco en México, el acceso a la carrera se realiza mediante concurso de oposición, En la LOSE de 1962, a diferencia de la actual normativa, el concurso, estaba integrado por un jurado compuesto por cinco miembros: un representante de la Escuela de Estudios Internacionales, uno del Colegio de Internacionalistas; uno del Congreso Nacional y dos de la cancillería, los aspirantes a ocupar las vacantes en la sexta categoría (Tercer Secretario) eran convocados por la prensa nacional. Como muestra de transparencia los nombre de quienes aprobaran el concurso, eran publicados en la Gaceta Oficial, debido a que luego de un periodo de prueba de dos años, eran acreditados como funcionarios de carrera, para ir ascendiendo a través de las diferentes categorías hasta llegar al rango de Embajador de Carrera, lo cual es muy diferente a quienes han llegado a embajadores “ a la carrera” por otras vías.
Las relaciones internacionales de todo país, al igual que su política exterior, requiere de funcionarios idóneos, bien formados con conocimientos históricos y jurídicos, para la defensa de país; en nuestro caso, el conocer por que el Esequibo s nuestro o como son las difíciles y complicadas relaciones con el Caricom. Herramientas como las técnicas de negociación con cualidades muy particulares para expresarse con claridad y persuasión, tanto oralmente como por escrito, en diversos idiomas, habilidad para escuchar activamente y comprender diferentes perspectivas culturales son requisitos necesarios; además de suficientes conocimientos en temas como el medio ambiente, finanzas internaciones, comercio y negociación, los cuales no se adquieren con el simple nombramiento administrativo. Las coyunturas que atraviesan las relaciones de Venezuela no son fáciles, menos aún con los países con los que se tienen fronteras, tanto terrestres como marítimas.
Uno de los esfuerzos por la profesionalización de la carrera diplomática la hizo el Dr. Isidro Morales Paúl como Canciller, al crear la Academia Diplomática Pedro Gual con el fin de especializar a los funcionarios diplomáticos en temas cruciales en el quehacer diplomático, para lo cual se trajo como profesores a William Ury y Roger Fischer del Proyecto de Negociación de Harvard. Una de las particularidades de esta academia no era el otorgamiento de grados académicos, para no desviar su propósito, debido a que para eso existen universidades y escuelas especializadas como The Fletcher School law and Diplomacy; sino la especialización de nuestros funcionarios en las habilidades y técnicas de la diplomacia
Los diplomáticos que no son de carrera, es decir, aquellos que son designados a “dedo” sin haber presentado concurso, sin haber seguido la carrera, están expuestos a enfrentar una serie de desafíos y problemas, entre los cuales se destacan: su falta de experiencia y conocimiento de la agenda internacional, al carecer de la formación y experiencia en áreas claves como las negociaciones internacionales, derecho diplomático. Además, pueden tener dificultades para adaptarse a las complejidades del entorno diplomático y para comprender las sutilezas de las relaciones internacionales. En cambio los diplomáticos de carrera están preparados para enfrentar a diplomáticos de otras cancillerías y países.
La profesionalización de la carrera diplomática, es una cuestión de seguridad nacional, los conflictos internacionales representan un desafío a los intereses nacionales del país, donde el servicio exterior y su cuerpo diplomático se encuentra en la primera trinchera, en la primera línea de batalla, como puede ser los organismos multilaterales, donde los intereses de cada país se encuentran sobre la mesa y a veces también debajo de ella
Los diplomáticos de carrera desempeñan un papel fundamental en la defensa de la política exterior de un país, contribuyendo a la paz, la seguridad y la cooperación internacional. Su profesionalismo y experiencia son esenciales para mantener relaciones estables y productivas con otros países.
Quizás es atractivo llamarse “diplomático de carrera”, pues aparentemente da prestigio y caché; pero ante estas vanidades humanas, la política exterior se juega entre cancillerías, cada una de ellas defiende los intereses del país y está representada por un ejército de diplomáticos, donde los más preparados tienen las mayores oportunidades de lograr sus objetivos; y la política exterior de Venezuela, ante tantas amenazas que se ciernen sobre ella, requiere de verdaderos profesionales de la carrera.
J. Gerson Revanales es presidente del Colegio de Internacionalistas.