El próximo sábado se cumplen dos meses de las elecciones en Venezuela en las que su régimen quedó evidenciado como lo que es: una dictadura de una sevicia sin igual. La victoria de la oposición no habrá servido para sacar de la Presidencia a Nicolás Maduro. Pero sí ha prestado un gran servicio al mundo entero. Porque la victoria de González Urrutia ha dejado bien claro quiénes están con la democracia y quiénes con la dictadura.
En el segundo grupo destaca el Gobierno de España con José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la manifestación y tocando la trompeta. Él define su papel como de mediación. Pero para ser un mediador, te tienen que nombrar o reconocer todas las partes involucradas en una disputa. ¿Quién ha nombrado a Zapatero? Al parecer Zapatero ha viajado a Venezuela en los últimos años al menos 33 veces -que estén constatadas. ¿Con qué fin? ¿Tiene algún mandato del Gobierno? ¿Quién paga sus vuelos?
Como ha contado el nacionalista vasco Iñaki Anasagasti, nacido en Venezuela, él lleva muchos años intentando hablar con Zapatero de la situación en aquel país. Ambos coincidieron como diputados en el Congreso entre 1986 y 2004. Y Anasagasti fue después senador hasta 2016 cuando las andanzas de Zapatero en Venezuela eran ya de dominio público por más que jamás fueran concretadas.
Cuando la mediación que se hace en un proceso electoral consiste en no reconocer el resultado y ayudar a sacar del país al ganador, el papel que se está jugando es el de respaldar al dictador sin matices. Y eso es lo que hace nuestro expresidente del Gobierno que aplica dos varas de medir para la política en Venezuela y en España.
¿Cómo se facilita la transición democrática? ¿Qué más transición que aceptar el resultado de las elecciones organizadas por el régimen? Con un criminal como Maduro no se puede negociar. Ya ha quedado claro que nunca habrá elecciones libres con este régimen. Lo que uno se pregunta es por qué las convocaron. ¿De verdad eran tan ignorantes las autoridades venezolanas del sentir de la inmensa mayoría del pueblo? ¿No se habían dado cuenta de que detrás de la candidatura opositora que armó María Corina Machado estaban partidos que iban desde los comunistas hasta las fuerzas ultraliberales? ¿Creían que iban a poder engañar al Centro Carter? Como se ha demostrado sabían que tenían a Zapatero de su lado y a la brevedad posible le darán alguna fruta con la que seguir justificando su amoralidad. Por ejemplo, convertirle en el «salvador» de los dos turistas vascos que siguen en las ergástulas del chavismo y de quienes ya no se acuerda casi nadie.
Zapatero tuvo los bemoles de presentar el pasado martes en Madrid el libro coordinado por él mismo La democracia y sus derechos. No me precipitaré a adquirirlo tras leer la columna que dedica a la presentación Alfonso Ussía. Lo que me sigue pasmando es que este sostenedor del tirano insista en mantener la desfachatez de presentar en Madrid un libro con ese título ante un auditorio con más butacas vacías que llenas, pese a la solidaridad de Gracita Bolaños. Pero en las magras declaraciones que hizo Rodríguez Zapatero a los medios después de pasar casi dos meses desde que fue supuestamente observador en unas elecciones de las que no ha dicho nada, tuvo el valor de declarar «yo siempre ayudaré a que ese país recobre esperanza y tenga futuro». Eso sí, sin mover un dedo para echar al dictador.
Zapatero y Sánchez y con ellos Napoleonchu y el resto del Gobierno han desoído a las Cortes Españolas y al Parlamento Europeo. Ahora se está preparando una nueva posición conjunta de Republicanos y Demócratas en el Congreso de Estados Unidos. ¿Tampoco se va a escuchar esa voz? Con la autoridad que se le presupone a un expresidente del Gobierno de una democracia, no se puede avalar a un asesino. Y eso es exactamente lo que hace Rodríguez Zapatero: legitimar la sevicia de una dictadura.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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