La civilización avanzó al abolir la Ley del Talión “ojo por ojo….” y al concientizar que la violencia no se encara con más violencia. Hasta allí de acuerdo.
En Venezuela llevamos consumidos 25 años de nuestras vidas, de manera improductiva y degenerativa, mucho tiempo del período vital, padeciendo a un régimen de facinerosos que acabó con el sistema democrático, arrasó con la economía, el Estado de Derecho y la educación.
Montó su dominio bajo la férula de un ecosistema criminal, con satélites bochornosos conocidos como opolaboración. Es el caso de un expresidente de Fedecámaras, que se conforma con una elección en ambiente totalitario, que no necesariamente implique cambio político. Sobran las palabras.
No hay que ser tolerante con la intolerancia que mantiene presos políticos inocentes, con una dinámica alimentada de mentira, apariencia y falsedad. Con persecución política en campaña electoral, hasta el tuétano de la maldad vemos al exigirles adhesión a los enfermos de cáncer dependientes de ayuda asistencial.
Se habla de un supuesto 4% del presupuesto clandestino destinado a desarrollo religioso, por encima de vivienda y apoyo social. Impulsando iglesias evangélicas, bonos del buen pastor e Iglesia bien equipada, para dañar la influencia de la Iglesia católica, fe mayoritaria del pueblo venezolano, empeñada en promover vida digna en valores. La inequidad fluye inversamente proporcional a la postura moral y religiosa de la gente.
No se debe ser tolerante con la anulación de la soberanía popular, que ellos prescinden al elegirse presidente y AN de manera fraudulenta, que da ilegitimidad a ambos poderes.
Somos intolerantes con la elección de la presidenta del TSJ, la cual no reúne un solo requisito para ese alto cargo. Nos declaramos intolerantes con la puerta giratoria de las cárceles venezolanas. Intolerantes ante quienes desmontaron el país blandiendo posverdades cocinadas en el fango de la falacia y la mentira, como política de Estado. Que propagandea la incomprensible e irracional normalización mortuoria del país.
Rumbo certero es mantenerse en el camino del bien a toda costa, que es lo que quiere la gente. Siguiendo adelante en contra de toda lógica torcida.
Que el bien no se detenga. No aceptar el mal y la mentira. Hacer bien el bien es el desafío de esta hora aciaga.
El país se rebela contra las martingalas del régimen, cuando estamos cercados por el hambre, el éxodo y la injustica. Se oyen los pasos de una rebelión pedagógica, masiva y definitiva. Imponerse con la verdad. Palabras para la libertad y libertad para las palabras.
La nación condena la usurpación, que se burla de quienes reaccionan con desasosiego ante las detenciones injustas y sin debido proceso, ya les veremos a los usurpadores del poder las caras cuando sean juzgados por delitos de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional.
¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!