
“Entre sus piezas también destacan aquellas que exaltan la labor de los venezolanos que en el exilio se esfuerzan por integrarse a otras culturas y ser un aporte. La ayuda en tiempos difíciles registra el apoyo que los motorizados caribeños prestaron a los afectados por los incendios en Viña del Mar a principios de 2024 bajo el nombre de la operación Te quiero, Chile”
Por LUISANA DE SARIO VALENCIA
Salió de la ciudad Valera rumbo a Colombia con destino a Chile. Apenas cruzó el país cafetero, Jesús Mendoza aprovechó la poca señal que tenía su celular y le envió a su prima la clave del Instagram. La misión de su aliada era ingresar en la red social del diseñador y publicar El retrovisor, pieza creada días antes por Mendoza, en la cual desde el espejo de un auto divisa a su madre e hija en brazos, ambas escoltadas por la bandera de Venezuela ondeando.
La estampa, creada en un computador antiguo y prestado, es potente: creativa, dolorosa y simbólica. Retrata no solo la sensación de todo el que parte y deja muy lejos los grandes afectos, sino también la incertidumbre de los venezolanos que en los últimos años se han lanzado a las carreteras de los países vecinos para buscar un mejor futuro en Latinoamérica.
La historia de Jesús Mendoza es muy parecida a la del millón y medio de compatriotas que en 2017 abandonaron el país por factores políticos, inseguridad, violencia y necesidades socioeconómicas (cifra de la Organización Internacional de las Migraciones); la particularidad es que él ha registrado su experiencia y visión de la diáspora con la riqueza de su arte.
Imagen sin palabras
Oriundo de Motatán (estado Trujillo), desde niño mostró interés por el arte. “Siendo muy pequeño comencé a calcar la moneda de 5 bolívares. Presionaba la hoja con un lápiz de grafito para que quedara grabada en el papel. Luego, aprendí a dibujar los personajes de Los Simpson de memoria, sin tener que verlos. Incluso hacía los dibujos de todos los compañeros de mi salón”, recuerda.
Oficialmente nunca estudió dibujo; sin embargo, dedicó tanto tiempo a esta afición que entre intentos perfeccionó el don. Al optar por una carrera universitaria se inclinó por el diseño, “lo más cercano al dibujo en esa época”, así que se trasladó a Maracaibo (estado Zulia) y se inscribió en la Universidad Rafael Belloso Chacín, donde profesionalizó su pasatiempo.
De las aulas pasó a las salas de diagramación del conocido diario zuliano Panorama, donde conoció géneros del periodismo gráfico como la caricatura y la viñeta, y comenzó a hacer fotomontajes. En esa etapa formativa se interesó por la obra de Pedro León Zapata, reconocido caricaturista que a través de sus imágenes hizo crítica política y social.
“Me llamó la atención enviar mensajes tan potentes a través de una imagen sin palabras”, comenta Mendoza. De hecho, las obras que hoy comparte a través de sus redes sociales mantienen vivo ese precepto. En ellas, la gráfica sin texto es la protagonista; son piezas de contenido social, como El abuso de la Iglesia, creadas para sacudir a quien la observa y hacerlo reflexionar.
“Siempre me he enfocado en el diseño de protesta. Desde antes de las elecciones de julio, he dedicado mi contenido a plasmar lo que pasa en mi país, quiero aportar algo a mi gente en medio de todo esto que está pasando”, relata Mendoza. Asimismo, describe cómo tanto él como sus seguidores en Instagram hacen catarsis a partir de cada imagen. En los comentarios, se leen mensajes de felicitaciones al artista, insultos a los protagonistas de las piezas y reflexiones en torno a cada mensaje. En cuanto a los haters, tiene pocos.
Con mucha ironía y un gran sentido de la oportunidad y la inmediatez, heredados de su paso por el periodismo, Mendoza comparte diariamente fotomontajes que permiten pensar y exponer el punto de vista de cada seguidor. Claro que para comprender a cabalidad el mensaje plasmado, se requiere estar informado y ser capaz de advertir los símbolos empleados por Mendoza en las piezas.
“Sería feliz haciendo piezas que no fueran de protesta. La idea es que todos los países puedan tener bienestar, que la gente viva tranquila, pero lamentablemente no es así”, sostiene con pesar Mendoza.
Menos efecto, más profundidad
Describe su proceso de trabajo como simple; sin embargo, luego de detallarlo en voz alta advierte que no le resulta complicado porque está bien entrenado para ello. El primer paso es estar informado del tema a tratar, procura no abordar tópicos en los que no ha profundizado para evitar inconsistencias; luego, asocia el contenido con una imagen del acontecer noticioso; y, finalmente, la interviene para imprimir en ella su sello creativo.
“Trabajo rápido porque tengo 15 años haciendo esto. Tardo entre media y una hora con cada pieza. Estoy tratando de meterle más cerebro, es decir, hacer diseños más sencillos, sin tantos efectos, pero mejor pensados”, ese es su desafío actual.
Entre sus piezas también destacan aquellas que exaltan la labor de los venezolanos que en el exilio se esfuerzan por integrarse a otras culturas y ser un aporte. La ayuda en tiempos difíciles registra el apoyo que los motorizados caribeños prestaron a los afectados por los incendios en Viña del Mar a principios de 2024 bajo el nombre de la operación Te quiero, Chile.
En sus mochilas, estos trabajadores transportaron agua y comida para repartir a las víctimas de unos de los más devastadores incendios de los últimos años en el país austral. En Chile, el trabajo de repartidor en moto es realizado en su mayoría por migrantes venezolanos, quienes vencen el estigma que existe en esa nación en contra de su gentilicio.
Jesús Mendoza difunde su obra en redes sociales, también vende piezas en físico. Está radicado en Santiago de Chile y trabaja como diseñador para Galgo, una fintech dedicada al rubro de las motocicletas. Desde su llegada a la capital suramericana se ha dedicado a mejorar su trabajo como diseñador, compartirlo en versión digital e incluso anhela exponerlo físicamente en galerías.
De aquel joven que salió de Venezuela mirando por el retrovisor queda intacto el sueño de reencontrarse con su familia y continuar divulgando sus piezas. Con mayor acceso a la tecnología y lejos de la posible censura, Mendoza se complace al conectar con quienes lo siguen: “Nunca me aburre poner a trabajar mi cerebro rápidamente de manera creativa para que el mensaje llegue tan fuerte que logre hacer llorar a alguien, y que luego ese alguien me escriba por DM y me diga cómo lo ha impactado mi trabajo”.
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