El último y el primer mes de cada año constituyen la mejor oportunidad, con mucha y sobrada razón, para hacer un balance personal relacionado con la vida que llevamos y la que deseamos llevar. Muchas veces, este balance implica a otras personas. Otras veces, a entidades muy fuertes sin importar a quienes involucra, el balance anual adquiere una suprema importancia. En Venezuela, los órganos del poder público acogieron esta temporada del año para tan crucial ejercicio, aunque por varias décadas – por ejemplo – la asunción al poder se hacía por el mes de marzo, y era el aniversario del gobierno el que suscitaba el debate del país entero, en los años que ahora sí todo el mundo extraña de la democracia representativa, o lo simulaban las dictaduras que cuidaron demasiado bien las formas. Las firmas mercantiles del sector privado privilegiaron estas fechas, por razones obvias, ya que coincidía con el cierre y la reapertura de los libros contables y en espera de la correspondiente asamblea de accionistas. De modo que diciembre y enero, son meses vitales.
La pregunta natural que nos hacemos todos es sobre la posibilidad cierta de discutir, amplia y convincentemente, la gestión gubernamental, pues, por más inconvenientes y diferencias que haya en nuestros hogares y entre nuestros miembros, de un modo u otro, se discutan y reafirmen los propósitos de corrección, siendo, gigantescamente, superior la necesidad de hacerlo con la suerte de todo un país. Pero sabemos cuán profunda es la vocación del régimen socialista del siglo XXI por la censura y la autocensura. En el transcurso de los últimos meses hemos insistido en un diagnóstico y unas metas a través de nuestros modestos textos de opinión, y hacemos votos porque la oposición organizada y democrática auspicie una útil y pedagógica discusión, franca y abierta, en torno a la gestión de todos los órganos del Poder Público, fundamentalmente, el Ejecutivo.
Sin embargo, esa rendición de cuentas a la que aspiramos, con muchísima mayor razón, debe incluir a la oposición. Y, algo más que un spot publicitario, una consigna de ocasión, un eslogan de oportunidad, todos los cuadros de dirección tienen que dar explicaciones a sus dirigidos tratándose de un escenario nacional, estadal, municipal y parroquial. Los partidos, que pocas veces o nunca reúnen a sus directivos, deben hacerlo para legitimarse ante la militancia al explicar lo que hicieron, dejaron de hacer, y cuáles son las metas y objetivos que se quieren alcanzar en este nuevo año. A esta presentación de balance y metas deben añadirse todos, es decir, los gremios empresariales, los sindicales y los profesionales; es lógico que la oposición también lo haga en un particular escenario, estemos o no de acuerdo con un dispositivo tan curioso como la Asamblea Nacional electa en 2015: una tarea pendiente sobre todo desde los tiempos del no menos curioso gobierno interino, puesto que todavía es un misterio el manejo de los extraordinarios recursos que se administraron, y, lejos de pensar que nos desfavorecerá en un año electoral como será este 2024, según mandato de la Constitución, probaremos que será inmensa la compensación al decir la verdad y nada más que la verdad para ganar cualesquiera elecciones a las que el gobierno está forzado a convocar y celebrar.
Por cierto, tenemos ocho millones de venezolanos, aproximadamente, fuera del país y no menos sorprenderá el elevado porcentaje de dirigentes políticos y gremiales que dicen liderar esta diáspora. Desconocemos las cifras de cuántos, efectivamente, gozan de asilo político y las razones reales de su salida de un país envuelto por una dictadura. De ello, hay que informar para saber quién es quién en el exterior, igualito como en el interior de Venezuela. Y, así, tienen motivos legítimos los paisanos que me escriben de sugerirme que le pida a los líderes o pretendidos líderes que viven en el extranjero y, se supone, ostentan un alto o mediano estatus o rango de dirigentes, que digan lo aportado al esfuerzo de liberación en Venezuela. De estos líderes, refieren mis amigos, se sabe poco, por no afirmar alegremente, que no se sabe nada, ni siquiera sobre los que viven en las mismas ciudades o localidades.
Insistir en la unidad, resistir los ataques y persistir en el trabajo, ha sido el mensaje que hemos enviado desde hace tiempo, por lo cual pretender que siempre como dirigencia opositora, somos dueños de la verdad y la razón, por una infinidad de causas conocidas por todos y que se evidencian por estar en la acera opuesta del régimen, no es pensar de manera correcta, por el contrario. En octubre, Venezuela recibió un mensaje contundente con respecto al actuar de los últimos años de la plataforma unitaria, un mensaje claro de desconexión. Debemos tomar en cuenta ese mensaje al buscar “correctivos” para poder generar el cambio que hemos añorado desde hace tiempo. Sigo creyendo, proponiendo y aupando a una Venezuela libre, unida y democrática, porque solo así podremos derrotar, aquellos que se dedicaron a destruir y a desmantelar a nuestro país.
X, IG: @freddyamarcano