
“La soberbia, una contrariedad en el alma, se transforma en ejercicio del ego. Una insuficiencia en la personalidad que necesita ser compensada con actitud arrogante, por momentos presa de apetitos deshumanizados”
Por TULIO HERNÁNDEZ
Freddy Javier Guevara Guevara, médico psiquiatra y analista junguiano de larga experiencia profesional, recién ha publicado un libro titulado Espejos. Ensayos para la reflexión sobre la psique, en el que reúne un conjunto diverso de ensayos publicados en el portal Prodavinci, entre otros medios.
Se trata de textos provocadores que se mueven libremente entre una indagación en las profundidades de la psique y su relación con los grandes temas políticos y sociales de actualidad, que pasan por reflexiones muy personales sobre el oficio del terapeuta y se entrega entusiasta a materias muy disímiles: eternas, como la muerte y los ritos; bíblicas, como los siete pecados capitales; extremas, como la venganza, por solo mencionar algunas.
Antes que un libro escrito para sentar cátedra, son textos que parecieran concebidos para promover entre los lectores una reflexión interior sobre sí mismos, las complejidades de la mente y la salud mental, y el contexto social en el que a cada quien le ha correspondido vivirlas.
Publicado por Kalathos Ediciones, Espejos… se agrega a una excelente, prolífica y permanente producción de títulos de narrativa, poesía y ensayo de este sello editorial venezolano con sede en Madrid, dirigido con entusiasmo por Artemis Nader y David Malavé, bajo el lema “Libros publicados en España con ADN venezolano”.
Tulio Hernández: Para comenzar esta conversación, te propongo una especie de calentamiento. Te nombro conceptos o relaciones que están en tu libro y tú nos los explicas brevemente. ¿De acuerdo?
Freddy Javier Guevara: Sí, bien.
TH: Espejos.
FJG: Es necesario reconocerse, mirarse, nos reflejamos en el espejo, allí se hace posible la reflexión. A veces nos podemos reconocer en otros, pero el otro tiene vida propia, en cambio, la posibilidad de mirarse uno mismo, es distinta. La naturaleza humana de cada quien va revelándose en el curso de la vida, necesita ser vista y vivida desde la imaginación, tener un espejo donde reflejarse, donde mirarse. Nuestros ancestros lo sabían, por eso están los mitos, que son espejos.
TH: Psique vs. intelecto.
FJG: No son antagónicas, en todo caso complementarias con el instrumento de la imaginación.
El intelecto se expresa en la capacidad de razonamiento, de análisis. El intelecto y su función —el razonamiento— está sujeto a la vida consciente, atado a los hechos, lo que se puede comprobar y organizar para comprender la realidad.
El mundo irracional es mucho más grande, muchas de sus demostraciones no son verificables. La psique no se puede definir de manera cerrada, en todo caso, es el espacio emocional el que nos hace humanos. Cada quien guarda su infierno particular de creencias invisibles en la profundidad de su alma.
Para expresarlo de alguna manera, desde el principio de los tiempos, representa la relación que el ser humano establece con su existencia, sus emociones, inquietudes, con el mundo que le rodea, su espiritualidad, los apetitos terrenos y, finalmente, con lo inevitable, la muerte. En ella todo eso tiene cabida. Es curioso, la psique tiene formas de mujer, levita cual mariposa, y su curiosidad es inquieta.
TH: Tirano vs. héroe.
FJG: El tirano, al creerse eterno, está deshumanizado, su única divinidad es el poder absoluto, lo ejerce sin piedad, se aferra a lo que sea para imponerse. Con frecuencia, como cosa curiosa, padece de paranoia, la actúa sin contemplación. La primera sorpresa es que no recuerda ser un hombre común, habiéndolo sido.
Para algunos arquetipalistas como Rafael López-Pedraza —mi maestro y mentor—, el héroe es una figura, carece de forma. El primer héroe occidental, Aquiles, fue el destructor de Troya. El héroe no construye, su función es destruir, aunque en apariencia, parece que persiguiera la edificación de un mundo nuevo. La atmósfera donde se siente cómodo es la psicopatía.
TH: Soberbia vs. piedad.
FJG: La soberbia, una contrariedad en el alma, se transforma en ejercicio del ego. Una insuficiencia en la personalidad que necesita ser compensada con actitud arrogante, por momentos presa de apetitos deshumanizados.
La piedad nace del propio dolor, del sufrimiento vital del ser humano. A través de la propia herida se puede entender al otro. De la piedad germina la compasión, estar con el dolor y la enfermedad del otro; la pasión del otro imaginada y sentida en uno mismo. Entendiendo las diferencias entre “yo” y aquel que padece. La piedad, mirar a la Virgen María ante el dolor de tener a su propio hijo muerto en su regazo.
TH: Política y psiquiatría.
FJG: No tienen nada que ver. De política sé muy poco, pero por lo que se observa, política parece ser la relación entre los ciudadanos de la Polis y la relación que establecen esos ciudadanos con el poder tutorial que les gobierna. Psiquiatría, por otro lado, es una ciencia médica, por medio de observaciones clínicas, investigaciones, fármacos, y sobre todo servicio, se encarga de restablecer la salud mental en una persona con un trastorno mental y padecimiento psíquico. Quizá la única relación que exista entre las dos, es que el psiquiatra puede detectar las patologías de un colectivo.
De psique, espejos, totalitarismos y tiranos
TH: Sostienes que “hay algo estremecedor en el uso de la palabra en los regímenes totalitarios”. Dices que ya no son los tanques y el ejército los que arrebatan el espacio público sino que ahora los totalitarismos crean una “retórica hipnótica”, un lenguaje que tapiza todos los espacios de la existencia y los aparatos estatales o el mismo dictador actúa directamente sobre el individuo. ¿Cómo opera ese fenómeno, según tus reflexiones, sobre la psique?
FJG: Es posible que en estos momentos de la humanidad, lo que esté más en peligro sea la vida privada, es un lujo asiático. El aparato publicitario es inmenso, las redes sociales son el campo de batalla, el condicionamiento del ser humano comienza allí, para bien o para mal. Las armas son necesarias en los extremos, paz y guerra, para hacer valer el poder, para que se vuelva real, no un cuento.
Puede comenzar atacando las creencias de cualquier tipo, religiosas, sociales, económicas o políticas; al desmantelarlas, dejarlas en escombros, sustituirlas por nuevas, se crean los espejismos de estos cambios. Todo va aderezado con agresividad en el verbo y neologismos.
El caos fomenta la regresión, se lleva a la población a las necesidades primarias, a que viva en supervivencia. Una ficción contada millones de veces en lenguaje sencillo, pero intimidante, lo que se suele llamar posverdad, agita el miedo, es el mejor pegamento para lo gregario. Al encontrarte en sumisión, por medio del condicionamiento, sucede la hipnosis colectiva; es la nueva esclavitud.
Los apegos feroces
TH: Los temas dominantes en Espejos… son, digamos, “duros”: la ausencia, el duelo, la enfermedad, la muerte, los pecados capitales, los tiranos, la inconciencia, el totalitarismo, la venganza, la incertidumbre, la enfermedad mental. Entre todos los títulos y entretítulos hay uno que me parece implacable: los “apegos feroces”. ¿Qué es un apego feroz?
FJG: Déjame hacer un paréntesis, ese nombre lo coloqué en honor a una escritora judía norteamericana, Vivian Gornick. Sus libros me conmovieron en un momento difícil. El título del libro en inglés es Fierce Attachments.
No me gustan las definiciones de nada, aunque son necesarias. “Apegos feroces”, en todo caso, son todas esas emociones difíciles que atan los sentidos a un único fin, el deseo. El deseo de poder, por ejemplo, pero también el deseo sexual, de energía libidinal, en toda la dimensión que esta palabra signifique. El peligro es quedar subyugado, que se detenga la evolución psíquica, que nos convirtamos en piedra.
TH: Entre los “apegos feroces” le das un peso particular al resentimiento y a la soberbia. ¿Por qué te parecen tan decisivos en las patologías de nuestra psique? Dices que todos los tenemos.
FJG: Siempre proyectamos, desde que somos niños. Hay que ser resentidos, buscar los responsables de nuestros males, siempre son otros, y ese otro debe pagar.
El resentimiento tiene una fuerza inquietante, es una llaga, una escara en la psique, no existe responsabilidad personal, son otros los culpables. El ejercicio de verse frente a un espejo, hacerse responsable de uno mismo, es casi contra natura, produce sufrimiento.
Lo más ominoso del resentimiento es su fuerza gregaria, se riega como pólvora dispuesta a estallar. Mientras se pertenece a un colectivo, nos sentimos partícipes de un mismo sentimiento, no es necesario reflexionarlo, “estamos curados”. Para la psique es muy dañino, se sostiene solo, agazapado, esperando su momento, el instante en que hago que pagues por el mal recibido.
El origen de la soberbia está en el ángel Luzbel. El más hermoso, poderoso, inteligente, quiere ser reconocido por Él, quiere ser Dios, es condenado. La contrariedad en el alma es la tempestad que sacude en la caída a cualquier condenado. Hace algún tiempo que se dice que Dios ha muerto, el ser humano puede ser Dios, ¿por qué no? Somos humanos, nos podemos inflar hasta reventar, el ego es un globo que se infla y asciende, un alfiler lo hará estallar. De la arrogancia al resentimiento, solo hay un paso.
Ensayos para la reflexión sobre la psique
TH: ¿Si alguien inocente te pregunta, entre tantos temas, cuál es el corazón de este libro, qué le responderías?
FJG: Es el alma humana, y la locura que todos padecemos, pero a veces evitamos hacer consciente.
TH: Eres sobre todo un psicoterapeuta. Cuando hablas de Rafael-López Pedraza, tu maestro, dices que él ejercía la psicoterapia “donde el eros estaba en el padecimiento del otro, y por parte del terapeuta, en el reconocimiento de la propia herida”. ¿Nos explicas esa idea?
FJG: Hay maneras de practicar psicoterapia, tantas como naturalezas humanas existen. También hay muchas teorías para practicarla. Para López-Pedraza, la terapia debía pasar por la llama encendida en la propia herida, de la cual, todos los días se intenta conocer su profundidad insondable. La herida del otro es distinta a la mía. La persona que sufre y quiere aliviarse, busca la vida, esa es su energía libidinal, en ese instante palpita su eros, el terapeuta lo reconoce porque todo ser humano tiene un padecimiento, insisto, sin confundirlo con el de quien necesita psicoterapia. El psicoterapeuta es el “sanador herido”, cuya representación mítica está en el centauro Quirón. Ese era el tipo de psicoterapia que López-Pedraza practicaba.
TH: ¿Si una ciudadanía es víctima de lo que llamas en el libro “la esclavitud del alma”, cuál es el padecimiento mayor del que te ocuparías, cómo lo tratarías, cuál o cuáles recomendaciones colectivas harías?
FJG: El desequilibrio, la disparidad, la espera frustrada son caldera de la ira. Cuando el ser humano está sometido a la supervivencia, hay que preservar la humanidad en nosotros, es lo que más fácil se puede perder.
Una manera de tratamiento es la solidaridad y la compasión, ambas curan heridas. Las recomendaciones no pueden ser colectivas, cada quien debe ir a sus asuntos, ser responsable consigo mismo. Es paradójico, eso tiene un efecto colectivo, no harías, ni tratarías a nadie, como no te gustaría que te trataran a ti mismo.
En situaciones de extrema necesidad y sufrimiento, no hay soluciones colectivas, solo individuales, pero esas pasan por la humanidad en cada quien. La compasión y la solidaridad no implican acciones heroicas, al contrario, solo acompañan en el padecer a otro, no son acciones sencillas, pero curan la vanidad.
TH: Entonces, desde la salud mental, ¿un gran apoyo en situaciones como Siria o Ucrania, es mirar cada uno hacia adentro, hacerse mejor persona?
FJG: C.G. Jung decía que el mayor peligro del ser humano es él mismo. Se puede agregar que es la deshumanización. La compasión y la solidaridad podrían ser una “vacuna”.
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