Estas elecciones se hicieron con los hoteles más caros de Caracas y de las principales ciudades del interior, repletos de ejecutivos de esas corporaciones, muchas de los cuales posiblemente ya estén preparando las valijas. Como todo salio mal y no hubo plan B, el costo es que la manipulación de la justicia al nivel de la Corte para sostener el fraude, aparece ahora como una medida desesperada que eleva a los cielos el riesgo para los inversionistas. Es otro dato significativo de debilidad porque desnuda que la nomenklatura no puede exhibir actas fiables que validen la supuesta victoria del líder chavista.
El régimen llegó a este encierro porque se movió con arrogancia después de proscribir a los principales líderes opositores, incluyendo a María Corina Machado, convencido de que la alianza antichavista entraría anémica a las urnas. Suponían que el candidato Edmundo González Urrutia, sin historia política ni carisma, se diluiría en la nadería.
No hizo una adecuada inteligencia previa para medir con exactitud el escenario, tampoco caracterizó correctamente a Machado y a sus aliados. De ahí que la imprevisibilidad del momento que inunda el discurso opositor en Venezuela y el exterior, también envuelve al aparato de poder chavista.
El régimen no previó que esos capitales que busca seducir Maduro puedan concluir que la tasa de acumulación podría recuperarse con mayor facilidad con una dirección política nueva y más lubricada con el mundo. Las ofrendas al altar de los inversionistas con los ajustes ortodoxos, la reducción de la inflación y del gasto público además de la dolarización, son bienvenidos, pero lo que no convence es el piloto de la transformación.
La incógnita sobre el futuro quizá no lo sea tanto. Es repetida la noción entre los analistas y los propios venezolanos del llano sobre que esta circunstancia se resolverá si se produce un movimiento decisorio en las Fuerzas Armadas. Es un argumento aceptable, pero también opinable. En muchos sentidos los militares son empleados públicos con armas, algo más que un detalle, es cierto en un país que les entrega millones para disciplinaros. Venezuela es el país con mayor cantidad de generales en activo.
Pero aún así hay poderes reales que dirigen por encima de ellos como demuestra la casi totalidad de las rebeliones armadas en la región. Es probable que para hallar pistas del futuro no haya que mirar tanto en la oficialidad intermedia, pero sí en sus jerarcas y especialmente en el establishment que aún perdura en la torturada comarca caribeña. Es claro que con un aislamiento singular y sin precedentes, la nomenclatura chavista casi no tiene nada que ofrecer para justificar su sobrevivencia.
Artículo publicado en el diario Clarín de Argentina