¿Es un privilegio exclusivo de España haber sido madre de tantas naciones a lo largo de su historia? Desde una perspectiva histórica, social y cultural, la respuesta parece clara: sí, España ha engendrado un número significativo de naciones, no solo en el ámbito ibérico, sino en todo el mundo. Este fenómeno, lejos de ser un simple accidente geopolítico, es fruto de una tradición compleja y profunda que sigue dando frutos en la actualidad.
A lo largo de su historia, España ha sido el germen de más de veinte naciones que, independientemente de sus caminos hacia la independencia, comparten un legado común. Desde los países de Hispanoamérica, como Argentina, Colombia, México y Venezuela, hasta naciones insulares como Filipinas, todos comparten un vínculo con la madre patria que trasciende las fronteras del tiempo y la política. Aunque estos países lograron su independencia en el siglo XIX, el legado cultural, lingüístico, religioso e incluso social sigue vivo. Esta herencia continúa dando forma a sus sociedades y establece un lazo indiscutible con España.
El fenómeno de la expansión española se distingue por su enfoque particular. España no solo buscaba la explotación económica de los pueblos en sus territorios de ultramar, sino que también tenía un componente misionero en su expansión, impulsado por la propagación de la fe católica. Este factor religioso, liderado por figuras como el teólogo Francisco de Vitoria, dotó a la expansión española de un marco ético único, cuyo impacto se refleja aún en las estructuras políticas y sociales de las naciones que nacieron bajo su influencia.
A diferencia de otros imperios coloniales, donde la expansión estaba más vinculada a intereses materiales, la expansión española fue un proceso más integrador. Los virreinatos españoles, como el Virreinato de la Nueva Granada o el Virreinato del Río de la Plata, no solo implantaron estructuras de dominación, sino que también impulsaron un mestizaje cultural, social y racial que resultó en una rica amalgama de identidades. Este mestizaje, que incluyó tanto la fusión de pueblos indígenas como la llegada de africanos esclavizados, dio origen a sociedades con una diversidad única, a diferencia de otras naciones donde la integración racial fue mucho más limitada o incluso inexistente. Este proceso ha dejado una huella profunda en la identidad de los pueblos hispanoamericanos, una riqueza cultural que se refleja en su música, gastronomía, arte y, por supuesto, en su idioma.
El vínculo entre España y sus antiguas colonias no es meramente histórico, sino también emocional y cultural. Los hispanoamericanos, por más que hayan logrado su independencia política, nunca han perdido completamente el sentido de pertenencia a la «gran familia hispánica». El idioma, la religión, las costumbres y una visión común de la historia siguen siendo los pilares sobre los cuales estas naciones se sienten unidas a su madre patria. Esta relación sigue vigente, con una mutua admiración y colaboración que se manifiesta en los lazos comerciales, culturales y políticos que, aunque interrumpidos por momentos de tensión, nunca se han quebrado del todo.
En este contexto, la antigua idea del «Imperio Hispano» no debe entenderse como un simple proyecto de conquista territorial o de supremacía política. Este «imperio», reinterpretado en el siglo XXI, debe comprenderse como una comunidad de naciones unidas por su herencia común y dispuestas a colaborar para el bienestar mutuo, no desde una perspectiva de sumisión, sino desde una idea de solidaridad y cooperación.
La cuestión de cómo fortalecer los lazos dentro de la comunidad hispánica se vuelve crucial. Para reconstruir este «imperio» en el sentido más elevado de la palabra, es necesario despertar en todas las naciones hispanoamericanas y en España una conciencia más viva de su unidad, basada en los intereses comunes de cooperación, solidaridad y progreso mutuo. Este no es un proyecto expansionista ni imperialista, sino un esfuerzo por encontrar la fuerza en la diversidad y la unidad compartida para enfrentar los retos globales que todos enfrentamos, como el cambio climático, las crisis económicas y las tensiones geopolíticas actuales. Las naciones hispánicas tienen una responsabilidad conjunta en la preservación de sus valores y en la construcción de un futuro más justo y próspero para todos sus pueblos de habla hispana.
Pedro Adolfo Morales Vera es economista, jurista, criminólogo y politólogo.
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