El exceso de cualquiera de estos dos comportamientos conlleva problemas o insatisfacciones, pero en el balance de ambos está la mejor vía…
El debate entre optimismo y pesimismo es una constante en la psicología y la conducta, o forma de ser, de las personas. Mientras que los optimistas tienden a enfocarse en los aspectos positivos de la vida y a esperar los mejores resultados, los pesimistas se preparan para los peores escenarios. Ambos enfoques te afectarán y suelen tener efectos significativos en el bienestar psicológico y en tu capacidad para enfrentarse a los problemas y las vicisitudes. La clave puede estar en encontrar un equilibrio entre ellos, lo que implica ser realista y estar preparado para enfrentar adversidades sin dejar de trabajar para alcanzar bienestar y felicidad.
El optimismo: motor de resiliencia y bienestar
Ser optimista se ha relacionado con numerosos beneficios en la salud mental, el bienestar general y la longevidad. Investigaciones muestran que aquellos que mantienen una actitud optimista tiene más probabilidades de enfrentar desafíos con mayor resiliencia, lo que les permite recuperarse más rápido de situaciones adversas. Además, estudios indican que las personas optimistas tienden a tener una mejor salud física y psicológica, ya que suelen sentirse más en control de sus vidas y capaces de manejar problemas. No obstante, el optimismo desenfrenado también puede ser perjudicial. Cuando las personas esperan resultados exclusivamente positivos y estos no se materializan, la decepción puede ser mucho mayor. En casos extremos, los optimistas que ignoran los riesgos pueden subestimar la importancia de la planificación y verse sorprendidos por contratiempos inevitables.
El pesimismo: protección ante el fracaso
Por otro lado, el pesimismo, cuando se utiliza de manera estratégica, puede ser una herramienta poderosa para manejar la ansiedad y preparar a las personas para el fracaso. Este enfoque se denomina «pesimismo defensivo«, una estrategia cognitiva en la que las personas se preparan para lo peor al imaginar escenarios negativos. Esta preparación les permite planificar soluciones ante posibles dificultades, lo que reduce su ansiedad y les da un mayor sentido de control.
El pesimismo defensivo suele ser particularmente útil en situaciones de alto riesgo, como entrevistas de trabajo, exámenes, o decisiones financieras. En lugar de esperar resultados ideales, los pesimistas defensivos identifican posibles fallos y desarrollan planes para evitarlos, lo que puede llevar a una mejor toma de decisiones y de seguridad. Sin embargo, este enfoque tiene sus límites. Si bien el pesimismo puede preparar a las personas para los problemas, un exceso de pensamiento negativo puede resultar en parálisis y angustia innecesaria. El pesimismo fatalista, en particular, puede llevar a la desesperanza, afectando negativamente la motivación y la capacidad para actuar.
El realismo: El camino intermedio
El pesimismo posicional se relaciona significativamente con el peor estado de salud física, con el reporte de síntomas fisiológicos, mientras que el optimismo se asocia negativamente con estas quejas somáticas. Por ello es necesario seguir un camino que nos conduzca a reducir el pesimismo e incrementar el optimismo. La mejor estrategia puede ser adoptar un enfoque equilibrado, conocido como realismo, para obtener una vida más saludable. Se trata de personas que reconocen tanto las oportunidades como los riesgos y se preparan para ambos casos. Este balance permite que mantengamos una actitud proactiva y flexible, sin caer en la ingenuidad del optimismo extremo ni en la negatividad del pesimismo incontrolable. Los realistas evalúan objetivamente las circunstancias, preparándose para los posibles contratiempos mientras siguen trabajando hacia los mejores resultados. Esta combinación de planificación, resiliencia y optimismo estratégico es lo que nos permite enfrentarnos a las vicisitudes con una mayor estabilidad emocional y una capacidad más efectiva para adaptarse.
Independientemente del enfoque que prefieras, un principio central es prever los escenarios que afrontaremos y avanzar hacia el que consideramos como meta, y estar conscientes de lo que también evaluemos los escenarios que no deseamos. Esta estrategia, que integra elementos del optimismo realista y del pesimismo defensivo, permite a las personas superar situaciones complejas sin verse paralizados por el miedo o por no saber qué hacer. Al precaver posibles problemas, podemos desarrollar soluciones proactivas, lo que nos otorga un mayor sentido de control y reduce su ansiedad o la angustia.
Este equilibrio entre el optimismo, el pesimismo y el realismo es la clave para manejar la vida de manera efectiva. Al prepararse para los contratiempos mientras se mantienen metas altas, podemos lograr una mayor satisfacción y estabilidad emocional.
El caso de Tomás
Tomás le plantea a la psicóloga: «Siento que a menudo tiendo a ser pesimista, especialmente en situaciones difíciles. Siempre me preparo para el peor escenario, lo que me hace sentir ansioso. También he notado que cuando me preparo de esta manera, las cosas a veces salen mejor de lo que esperaba, pero a veces no aguanto la angustia…»
Psicóloga: Tomás, lo que describes es bastante común. Muchas personas, especialmente aquellas que se preocupan por el futuro, pueden inclinarse hacia el pesimismo como una manera de prepararse. Esto se conoce como «pesimismo defensivo», una estrategia cognitiva que puede ser útil para manejar la ansiedad, ya que te ayuda a anticipar problemas y desarrollar planes para enfrentarlos. Pero, puede llegar a ser problemático si constantemente te sientes abrumado por las preocupaciones.
Tomás: Sí, me preparo pensando en lo peor, pero a veces siento que me estoy estresando más de lo necesario.
Psicóloga: Eso es comprensible. El pesimismo defensivo funciona mejor cuando te permite planificar soluciones y sentirte más en control de la situación. Pero si te lleva a sentirte atrapado en la ansiedad o te impide disfrutar de las cosas buenas que también podrían ocurrir, puede ser momento de equilibrar esa tendencia con un enfoque más optimista o realista. Un poco de optimismo te puede dar la motivación para seguir adelante, mientras que el realismo te ayuda a mantener los pies en la tierra.
Tomás: ¿Cómo puedo empezar a ser más equilibrado sin perder esa preparación que siento que me ayuda?
Psicóloga: Una buena manera de comenzar es identificar cuándo el pesimismo defensivo te está ayudando y cuándo no. Pregúntate: «¿Es útil preocuparme por este escenario?» Si la respuesta es no, trata de redirigir tu energía hacia aspectos que puedas controlar o cosas positivas que ya hayas logrado. También puedes incorporar prácticas de optimismo realista, como reflexionar sobre los éxitos pasados para recordar que no siempre ocurre lo peor, y que muchas veces, las situaciones salen mejor de lo que anticipabas.
Tomás: Eso tiene sentido. Creo que me cuesta equilibrar la idea de que algo puede salir mal con la posibilidad de que también podría salir bien.
Psicóloga: Ese es el núcleo de lo que llamamos «realismo». Reconocer ambos lados de la moneda te permite prepararte para los contratiempos sin perder de vista los resultados positivos. Además, tener flexibilidad mental te ayuda a adaptarte mejor cuando las cosas no salen según lo planeado, sin sentirte demasiado derrotado o sorprendido. Recuerda que estar preparado para lo peor no significa que no puedas esperar lo mejor.
Tomás: Me gusta esa idea. Voy a intentar ser más consciente de cómo reacciono ante las situaciones y tratar de mantener un equilibrio entre la preparación y el optimismo.
Psicóloga: Eso suena como un buen plan. El equilibrio es clave, y es importante que no te castigues si a veces te inclinas más hacia un lado. La autocompasión también es esencial para mantener una salud mental equilibrada. Te propongo que trabajemos algunas técnicas para ayudarte a gestionar mejor estos momentos de preocupación y cultivar una mentalidad más equilibrada.
Tomás: Convenido, ¿de qué se trata?…
Qué nos hace pesimistas u optimistas
Una perspectiva Biopsicosocial
La forma en que una persona percibe la vida —como optimista, pesimista o realista— está influenciada por una compleja interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales. Estos elementos actúan conjuntamente para moldear la forma en que las personas interpretan los eventos y reaccionan a ellos. Es esencial considerar cómo estos factores se entrelazan para determinar las tendencias optimistas, pesimistas o realistas en los individuos.
Factores biológicos: genética y neuroquímica
La biología juega un papel importante en la disposición de una persona hacia el optimismo, el pesimismo o el realismo. Investigaciones sugieren que las predisposiciones genéticas pueden influir en el temperamento y en la forma en que las personas responden al estrés y a los eventos negativos. Estudios han demostrado que las diferencias en los niveles de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina pueden influir en el estado de ánimo y en la percepción de la vida.
Las personas con niveles más altos de dopamina tienden a tener una mayor motivación y recompensa, lo que puede estar relacionado con una visión más optimista de la vida, mientras que las personas con niveles más bajos pueden tener una mayor predisposición hacia el pesimismo. Además, los niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés, también pueden predisponer a las personas a interpretar los eventos de manera más negativa, lo que favorece el pesimismo.
Factores psicológicos: personalidad y cogniciones
La psicología individual, incluida la personalidad y los patrones de pensamiento, también tiene un gran impacto. Los estilos cognitivos, como el optimismo o el pesimismo aprendidos, son fundamentales para determinar si una persona es más propensa a ver el vaso medio lleno o medio vacío. De acuerdo con la teoría de Martin Seligman, el optimismo aprendido es una habilidad que se puede cultivar, en la que las personas entrenan su mente para interpretar los eventos negativos como temporales y específicos, en lugar de permanentes y generalizados.
Además, ciertos rasgos de personalidad como el neuroticismo están fuertemente asociados con el pesimismo, mientras que los rasgos de extroversión y autoeficacia están correlacionados con una mayor tendencia al optimismo. Los extrovertidos suelen experimentar emociones positivas con más frecuencia, lo que les permite mantener una actitud optimista frente a los desafíos. Las personas realistas tienden a ser aquellas que, cognitivamente, pueden equilibrar ambas perspectivas, adaptando sus pensamientos a las circunstancias inmediatas, sin caer en extremos.
Factores sociales: relaciones y apoyo social
El entorno social también moldea la perspectiva de una persona. El apoyo social, como las relaciones familiares y de amistad, es crucial para el desarrollo del optimismo. Las personas que están rodeadas de una red social positiva y solidaria tienden a ser más optimistas, mientras que aquellos que experimentan aislamiento o relaciones conflictivas pueden desarrollar un enfoque más pesimista.
Además, el clima emocional de la familia en la infancia, especialmente si los cuidadores primarios eran optimistas o pesimistas, suele influir en el desarrollo de estas características en los niños. Si los padres enseñan a sus hijos a enfrentar desafíos con una actitud proactiva y positiva, es más probable que esos niños desarrollen una perspectiva optimista.
Factores culturales: valores y normas
La cultura, en la que una persona crece, también influye significativamente en su tendencia a ser optimista, pesimista o realista. En muchas culturas occidentales, como la de Estados Unidos, existe una fuerte valorización del individualismo y del éxito individual, lo que a menudo se traduce en una cultura del optimismo y del poder personal para superar las dificultades.
Por el contrario, en culturas más colectivistas o con un enfoque fatalista de la vida, como en algunas comunidades asiáticas o mediterráneas, el pesimismo puede estar más presente como una forma de adaptarse a la vida. Sin embargo, muchas de estas culturas también valoran el equilibrio y la aceptación de la vida tal como es, lo que fomenta un enfoque realista más que extremista.
En última instancia, ser optimista, pesimista o realista no depende de un solo factor, sino de la interacción dinámica de la biología, la psicología, el entorno social y la cultura. La combinación única de estos elementos define cómo las personas interpretan el mundo que los rodea y, en cómo se enfrentan a los desafíos y oportunidades de la vida.
Las religiones…
Las religiones abrahámicas, judaísmo, cristianismo e islam, y el budismo, influyen de manera significativa en la visión del mundo de las personas, especialmente en términos de optimismo, pesimismo o realismo, al ofrecer narrativas y creencias específicas sobre el propósito de la vida, el sufrimiento y la esperanza. Cada una aborda estos temas de maneras distintas, lo que puede predisponer a las personas hacia una de estas posturas.
Optimismo en las religiones
Las religiones abrahámicas tienden a fomentar el optimismo, basado en la creencia en un Dios todopoderoso y en la posibilidad de salvación, redención, vida después de la vida y justicia divina. Estas creencias proporcionan una visión optimista del futuro, ya que muchos creyentes ven la vida como una prueba temporal que culminará en una recompensa eterna, ya sea el cielo, el paraíso, o la resurrección.
Cristianismo
El cristianismo enfatiza la esperanza en la vida eterna y la redención a través de Jesucristo. La promesa de un futuro mejor, sin sufrimiento ni maldad, fomenta un optimismo espiritual basado en la fe. La narrativa cristiana de la resurrección y la victoria sobre el mal refuerza esta visión positiva de un futuro más allá del presente.
El islam
La creencia en la misericordia y justicia de Dios (Alá) puede inspirar optimismo. Los musulmanes confían en que el sufrimiento tiene un propósito y que Alá recompensará a los fieles en el más allá. El concepto de «tawakkul», confiar en Dios, también fomenta un sentido de optimismo espiritual, ya que los creyentes se sienten apoyados por la voluntad divina.
Judaísmo
Los judíos combinan un realismo pragmático con una fe optimista en el pacto con Dios. A pesar de las dificultades históricas, el judaísmo enseña que Dios está comprometido con el bienestar de su pueblo, lo que fomenta una visión de esperanza a largo plazo, a pesar de los desafíos históricos y presentes.
Pesimismo en las religiones
También existe un componente pesimista en estas religiones, especialmente relacionado con el concepto de pecado y juicio. En todas las religiones abrahámicas, existe una preocupación por la transgresión y la condenación, lo que puede generar ansiedad o pesimismo en torno a las consecuencias del comportamiento humano. En algunas interpretaciones, se hace hincapié en la lucha constante contra el mal y la imperfección humana.
En el catolicismo tiene una fuerte tradición de contemplación del sufrimiento y la pasión de Cristo como un medio de redención. Durante la Semana Santa, los católicos conmemoran la pasión y muerte de Jesús, con un enfoque en el sacrificio y el dolor como caminos hacia la salvación. La idea del sufrimiento redentor es central en la espiritualidad católica, en la cual el sufrimiento personal puede ser visto como un medio para compartir en la pasión de Cristo y obtener mérito espiritual. Esto puede llevar a una interpretación más pesimista de las dificultades de la vida cotidiana, ya que el sufrimiento se exalta como una virtud para ser soportada.
El protestantismo en Estados Unidos, en particular el de las denominaciones evangélicas, tiende a centrarse más en la resurrección de Cristo como un símbolo de esperanza y victoria. La Pascua, para muchos cristianos protestantes, es una celebración más enfocada en la victoria sobre la muerte y la promesa de vida eterna, lo que puede contribuir a una perspectiva más optimista. Este énfasis en la resurrección como el clímax de la Semana Santa genera un enfoque positivo en la vida, donde el sufrimiento es superado por la redención. Además, el Día de Acción de Gracias asimismo es una festividad profundamente enraizada en el protestantismo estadounidense, donde se celebra la gratitud por las bendiciones recibidas, independientemente de las dificultades enfrentadas. Esta festividad fomenta una mentalidad optimista al enfocarse en la gratitud y la provisión divina, contribuyendo a una visión más optimista de la vida.
Budismo: ¿realismo y equilibrio?
El budismo se caracteriza por un enfoque más realista hacia la vida, reconociendo el sufrimiento como una parte inherente de la existencia humana a través de las Cuatro Nobles Verdades. Buda enseñó que la vida es dukkha o sufrimiento, pero también existe un camino hacia la liberación de ese sufrimiento mediante el Noble Óctuple Sendero. Este enfoque es realista en su aceptación del sufrimiento, pero optimista en su confianza en la posibilidad de alcanzar el nirvana o la iluminación, una condición libre de dolor y de los ciclos de renacimiento. El budismo fomenta una visión realista del mundo, donde no se ignoran las realidades dolorosas de la vida, pero tampoco se ven como permanentes o insuperables. A diferencia de las religiones abrahámicas, que prometen una redención en el más allá, el budismo enseña que el fin del sufrimiento se puede alcanzar en esta vida a través del cambio interno.
¿Qué hacer?
Como psicólogos pensamos que para encontrar un equilibrio saludable entre el pesimismo y el optimismo, podemos seguir algunos comportamientos claves:
- Practica el realismo optimista
El equilibrio consiste en ver la realidad tal como es, sin caer en un optimismo ingenuo ni en un pesimismo paralizante. El realismo optimista implica reconocer los desafíos y riesgos, pero al mismo tiempo, mantener una actitud de confianza en la capacidad de superarlos. Esto requiere entrenar la mente para identificar oportunidades, incluso en situaciones adversas, mientras se aceptan las limitaciones del día a día..
- Usa el pesimismo defensivo de manera estratégica
El pesimismo defensivo es eficaz cuando se utiliza como una herramienta de preparación. Si tiendes a pensar en los peores escenarios, podrás anticipar posibles problemas y elaborar soluciones prácticas. No obstante no debemos dejar que este pensamiento se convierta en una fuente de ansiedad permanente. La clave está en prepararse para atender las eventualidades.
- Fomenta el autoconocimiento
Conocerse a uno mismo es fundamental para gestionar nuestras emociones y pensamientos. Pregúntate: ¿Cuándo tiendo a ser pesimista? ¿En qué situaciones soy demasiado optimista? Conocer estos patrones te permitirá ajustar tu enfoque dependiendo de la situación. Las técnicas de mindfulness pueden ser muy útiles para observar estos patrones de pensamiento sin juzgarlos, lo que te permitirá ser más flexible
- Cultiva la resiliencia
Tanto el optimismo como el pesimismo deben estar acompañados de resiliencia, que es la capacidad de sobreponerse a las adversidades. La cual te permite mantener la esperanza sin negar los problemas, y te ayuda a recuperarte de los fracasos con una actitud constructiva. Esto se logra desarrollando una red de apoyo sólida, practicando el autocuidado y manteniendo un propósito claro en la vida.
- Mantén el enfoque en el proceso, no en los resultados
Tanto los optimistas como los pesimistas pueden quedar atrapados en las expectativas sobre el futuro. Un enfoque más equilibrado consiste en centrarse en el proceso, en lo que se puede hacer día a día, en lugar de obsesionarse con los resultados finales. Esto reduce la ansiedad y permite disfrutar de las pequeñas victorias, lo que es clave para mantener una actitud positiva y optimista sin dejar de ser realista.
- Reevaluar y ajustar expectativas
Un error común es tener expectativas rígidas, que pueden generar decepciones. Es importante ser flexible y estar dispuesto a ajustarlas de acuerdo con los cambios en las circunstancias. Esto no significa renunciar a los sueños, sino adaptarse con una actitud pragmática que combine la ambición con el realismo
La llave maestra es que el equilibrio entre el optimismo y el pesimismo no se trate de eliminar uno u otro, sino de usar ambas perspectivas de manera estratégica para enfrentar los desafíos de la vida con flexibilidad y propósito… Que la Divina Providencia nos acompañe en el camino… Nos vemos en la próxima entrega.
María Mercedes y Vladimir Gessen, psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad, Qué cosas y cambios tiene la vida y de ¿Quién es el Universo?
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