“La forma de gobierno ideal es la aristocracia, gobierno de los mejores, es decir de los filósofos. Por sucesivas corrupciones ese gobierno corre el riesgo de convertirse en timocracia (gobierno de los hombres de valor o guerreros), que a su vez puede corromperse en oligarquía (gobierno de unos pocos, dueños del dinero), a su turno corrompible en democracia (o gobierno de los pobres), que a su vez puede corromperse en tiranía (gobierno que surge con el pretexto de defender a los pobres amenazados)
Platón
En 2017 recordábamos que en 1931 en su libro “La Épica de América”, James Truslow Adams estampa el término que nos motiva y hoy sirve para renovar la política del fracaso en Venezuela: “El Sueño Americano”, que según los historiadores, éste se retrotrae al siglo dieciséis, cuando pioneros ingleses intentaron persuadir a los ciudadanos de su país para moverse a las colonias británicas en Estados Unidos, que a más de su lenguaje y promesas sobre estas colonias terminaron creando tres persistentes mitos separados pero a la vez interrelacionados: América como una tierra de abundancia; como tierra de oportunidades y como tierra del destino.
En este Nuevo Año que se inicia, creemos oportuno inculcar en la mente del venezolano, que ese “Sueño Americano” fue visualizado por esos revolucionarios del Norte, quienes en su pensamiento establecieron como premisa fundamental, que ese sueño dependería de cada ser humano, cuyo fin básico conllevaría al término del racismo, del clasismo y de la desigualdad de clases, que tanto mal hacía a ese sueño, considerando que el hombre a menudo busca la felicidad en todo sitio menos dentro de él. Así de simple, decían: los peores enemigos a los cuales debemos combatir principalmente, están dentro de nosotros mismos, entendiendo que los obstáculos que se interponen en la búsqueda de la felicidad están dentro de la propia mente; pensamiento similar que fluyo en muchos venezolanos, quienes desesperanzados, encontraron en su derrotada mente la excusa para abandonar el país.
Al parodiar el título como “el sueño venezolano”, presumimos la terca idea de nuestros libertadores de ayer y de hoy, quienes siguiendo la Constitución, combinaron las mismas bondades del “sueño americano”, definidos como “…la igualdad de oportunidades y la libertad que permite a todos los ciudadanos lograr sus objetivos en la vida únicamente con el esfuerzo y la determinación”; pero limitaron la controversia, cuando no conjugaron los conceptos de “…la prosperidad que depende de las habilidades de cada uno y de su trabajo, no en un sentido rígido de jerarquía social…”.
Lamentablemente, confundieron y hasta cambiaron los ideales de “…lograr más riqueza de la que podrían aspirar y la oportunidad para que sus hijos crezcan con una buena educación y grandes oportunidades y/o consolidar la oportunidad para ser un individuo sin constricciones impuestas por motivo de raza, clase, religión, etcétera”, lo que transformó esos ideales en el manido lema de: “…repartir la riqueza del país dando más al que menos tiene”, con lo que cambiaron el ideal del sueño, a la creación de un venezolano acostumbrado a la dádiva y al obsequio sin trabajar, construyendo un país de mendigos y misioneros vividores, alimentados por el “excremento del diablo”.
Es triste decirlo, pero es real el despelote surgido del anti partidismo y la anti política a finales de la década de los 80’ y toda la de los 90’, que dio paso al facilismo ignorante que sin apego a ninguna política ni partidismo, impusieron una amalgama de “nombres próceres” sin relación ideológica ni sentido alguno, solo enlazados como enjambre fonético surgido de la ignorancia rancia y mediocre “ralea”, que se fraguó al juntar lerdos presuntuosos de meritocracia, en un autoengaño creador de lemas inexpresivos, que solo sirvió para muchos auto engreírse como “libertadores sabios”, capaces de reformar y proponer ideas e ideales inocuos, que los atosigaron hasta empalagarlos y llevarlos a proponerlos como verdades de Perogrullo.
Pero ese “sueño venezolano” comenzó su trastorno con el surgimiento de actos políticos que constituyeron una farsa representativa, que dio al traste con la incipiente democracia impuestos al país como “proceso”, “proyecto” o cualquier símil de verdad política, con el que embaucaron al “tonto” venezolano, y que, como viento huracanado trajo todos estos lodos. Fue el mayor desliz cultural de la Venezuela de comienzos del milenio, donde muchos audaces juristas y portentosos políticos y politiqueros, ensamblaron una sarta de pegatinas normas acumuladas con savia indocta, de la que resultó ser la “constitución mejor elaborada del mundo”; que, a pesar de contener una valiosa normativa moderna y eficaz, digna de nuestro gentilicio, se desbordó con mucha prosa ignorante y grandes deseos incumplibles, que dio al traste con el plausible “sueño venezolano” contenido en su Prólogo y el deseo explícito pero discordante de su Exposición de Motivos.
No por capricho, sino por incomprensible, debemos seguir luchando en este nuevo año porque se cumpla ese sueño, que sin dudas obliga a un inminente cambio de políticas, que dejen atrás las acciones de ataque y mal ponencia del país y se prepare para el cambio que se visualiza. Un sistema que se entronice con un régimen que conozca las leyes naturales de la sociedad democrática verdadera. Hay en el ambiente propuestas que entienden que la economía dirige el acto administrativo, y esa economía la maneja un ejercicio de gobierno dirigido por una política real, comprendida fuera de los prosaicos intereses de ideologías desfasadas y fracasadas. Recordemos el discurso de Platón. Dejemos las medias tintas de la anti política y sigamos también al pensamiento aristotélico del zoon politikon. Después de 23 años debemos entender que el verdadero cambio de pensamiento nacional en el siglo XXI comienza por creer, que: ¡El hombre es un animal político que vive porque sueña!
@Enriqueprietos