Las acerbas críticas en contra de Su Santidad, el papa Francisco, con respecto a su «posición» sobre la tragedia venezolana, abundan en las redes sociales y entre mucha gente de religión católica; porque le acusan de mantener un sospechoso silencio y casi, y sin el casi, de ser aliado de la hegemonía imperante.
Se trata de una percepción tan errada como el tamaño de la Catedral de San Pedro. En primer lugar porque la Conferencia Episcopal Venezolana ha sido y es enfática en la denuncia de la situación. El documento de nuestros cardenales ha sido tan claro como valiente. La aprobación del papa Francisco está allí.
El Papa, en sus propias palabras, se ha referido a Venezuela en el marco de la verdad como fuente de paz. El Santo Padre no nos abandonará, aunque no pocos, entre los cuales me encuentro, le pedimos que sea más directo en su acompañar al pueblo venezolano.
Pero eso es una cosa y otra caerle encima de manera encarnizada. Cierto que el nuncio, ya de cierto tiempo nombrado y con placet aceptado, apenas presentó sus credenciales. Eso se ha visto y difundido como una validación de la Santa Sede a la hegemonía. Como una rendición. Pues no es así. La oportunidad de ese acto diplomático la fija el poder establecido. Éste le sacó el jugo al hecho. No debemos tomarnos ese jugo envenenado.
Las palabras del nuevo arzobispo metropolitano de Caracas, Raúl Biord Castillo, en su toma de posesión, fueron palabras de firmeza, coraje, claridad y esperanza; que ya quisiera escuchar de los muchos que le tienen una guerra verbal al papa Francisco. Es necesario que se sepa que el arzobispo Biord Castillo es el vocero calificado del Santo Padre.
En lo personal tengo diferencias de variado nivel con Su Santidad. Eso no es malo, es bueno. Pero el papa Francisco merece el respeto de los que nos consideramos católicos. Respeto no significa que estemos de acuerdo en todo. No. Pero sí significa que no se le debe tratar con malicia, para decir lo menos.
Santo Padre Francisco, usted conoce bien nuestra tragedia. Creo que defenderlo es también rogarle que nos bendiga y ayude más.
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