
Foto: EFE
Un héroe de mi infancia era Vital Alsar, un navegante santanderino que tuvo la singular idea de cruzar en 1970 el océano Pacífico desde Guayaquil, Ecuador, hasta Australia en balsa. Y no contento con eso, repitió la hazaña en 1973 con una expedición de tres balsas para demostrar su teoría de que hubo migraciones de América a Australia. Cuando yo leí su primer libro (tendría 12 o 13 años) me pasmaba la foto en la que se veía el retrete que habían fabricado y que sobresalía por la borda de babor de la balsa. Y a mí me daba vergüenza pensar que todos te veían cuando te sentabas ahí para hacer aguas mayores.
Me he acordado del ingenio de Alsar este fin de semana en el que pese a tomar sendos AVE a Málaga, ida y vuelta, he logrado, por los pelos, evitar el caos ferroviario. Tanto el AVE a Málaga del miércoles a las 14:35 como el Málaga-Madrid del domingo a las 12:59 esquivaron el caos del apagón y del robo del cobre del pasado domingo. Pero no esquivaron la degradación permanente de Renfe y el sistema ferroviario. El domingo a las 12:00 el único tren que salía de Málaga era el de Madrid. No había más que esa cola. Y una ingente cantidad de viajeros, porque con la lógica del puente, había multitud de pasajeros y se había unido dos trenes en un único convoy. A las 11:30 la cola de pasajeros ya llegaba hasta las máquinas de escanear el equipaje. Así que el personal de la estación empezó a visar los billetes y dejó al pasaje en el andén hasta doce minutos antes de la salida del tren. Como ovejas en un corral.
Mi gran sorpresa en este segundo viaje en AVE en apenas cuatro días fue que igual que en el viaje de ida, la puerta del aseo no cerraba. El picaporte no enganchaba y con el movimiento se abría. Los hombres, que tenemos el privilegio de miccionar de pie, estamos de espaldas a la puerta y eso nos puede importar menos. ¿Y las mujeres? No quiero entrar en datos escatológicos, pero puedo afirmar que la situación de las mujeres era mucho más incómoda, casi como la de las balsas de Vital Alsar.
Creo que este es un buen ejemplo de la decadencia de un servicio que fue ejemplar, un lujo, y que hoy es, en prestaciones como los sanitarios, tercermundista. Y evidentemente este es un ejemplo absolutamente marginal comparado con lo que sufrieron unas 10.000 personas en la tarde noche del domingo. ¿Cómo es posible que, después de detectar pasadas las 17:00 horas varios robos de cobre en las vías, siguiesen saliendo los trenes? El ministro de Transportes, el inefable Óscar Puente, quiere disfrazar de sabotaje un mero robo para crear una imagen conspiratoria contra el Gobierno. No señor ministro, aquí hay un sabotaje que ya dura demasiado tiempo y que no es el que usted va a reconocer. En eso del sabotaje, por una vez, ¡Óscar Puente tiene razón! Esto es un grave sabotaje a España que empezó hace 7 años. Un sabotaje con nombre y apellido: el de Pedro Sánchez. El sistema se derrumba, falla todo y la culpa siempre es de terceros. Puente nos explica que es un sabotaje porque se escogió un tramo de la vía en el que no hay cámaras de vigilancia. Acabáramos. Han descubierto, tras profundas investigaciones, que los ladrones no son imbéciles. Y sí, otros gobiernos podrían haber invertido en cámaras para esos trayectos. Pero ellos ya llevan siete años en el poder y a estas alturas no pueden echar culpas a terceros.
Sí, el único sabotaje que sufre España hoy es el de tener en el poder a un personaje cuyo único objetivo es mantenerse amarrado al sillón y al resto de los españoles que nos vayan dando.
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