«No consiento ni doy lugar a que los indios vecinos y moradores de dichas Indias y tierra firme ganadas y por ganar reciban agravio alguno en sus personas o bienes, sino que sean bien y justamente tratados.«
Isabel I
Reina de Castilla
Durante siglos, la llamada Leyenda Negra ha moldeado la percepción de la presencia española en América como un proceso llevado a cabo por aventureros y delincuentes de la más baja calaña y marcado exclusivamente por saqueos, genocidio, esclavitud y explotación brutal de recursos naturales, especialmente los minerales preciosos.
En realidad, se trata de un relato elaborado por remunerados tinterillos al servicio de los intereses políticos y económicos de potencias rivales de España -como Inglaterra y los Países Bajos-, presentando una imagen falsa del proyecto español desarrollado en la América Hispana a partir de su descubrimiento por el gran almirante de la Mar Océano, Cristóbal Colón, en 1492.
Hoy, investigaciones históricas ofrecen una visión distinta: España trató a sus territorios en el nuevo continente como provincias integrales de su imperio, como la reina Isabel la Católica lo dejó en claro al decretar que los habitantes de las tierras descubiertas debían ser tratados como «vasallos libres» de la Corona, con los mismos derechos que los súbditos peninsulares.
En efecto, la monarca castellana, bajo el influjo de sus íntimas convicciones religiosas y su sentido de justicia, tomó medidas concretas para garantizar que los nativos americanos fueran protegidos de abusos. Así, en la Pragmática[1] de 1501 y otras disposiciones, dejó establecido que los indígenas no debían ser esclavizados, a menos que hubieran participado en guerras legítimas contra los españoles. Incluso en estos casos, debía prevalecer el diálogo y el sometimiento pacífico sobre el uso de la fuerza.
En 1503, Isabel reafirmó este compromiso al ordenar a Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, que tratara a los nativos «con justicia y humanidad», instruyendo a las autoridades coloniales a velar por su bienestar espiritual y material; y aunque ella falleció en 1504, la conducta que la guió durante su reinado influyó directamente en la promulgación de las Leyes de Burgos en 1512, consideradas el primer código laboral y humanitario para las Américas; y en el siglo XVII, la recopilación de Leyes de Indias reflejaron la voluntad de la Corona de gobernar con justicia y respetar los derechos de los indígenas, considerándolos sus súbditos.
Puede decirse, sin temor a equivocarse, que mientras otras potencias europeas incurrían en genocidio, y esclavizaban y explotaban sistemáticamente a las poblaciones locales, España establecía marcos legales y administrativos que, aunque no siempre fueron obedecidas -recuérdese “( … ) el se acata pero no se cumple”-, reflejaban una preocupación ética notable por parte de la monarquía.
Lo cierto es que la visión de su Católica Majestad a lo largo de los siglos marcó el rumbo de la política hispana en América, sentando las bases de una sociedad que, aunque imperfecta, intentó integrar a los nativos en el orden político y jurídico de la monarquía española, generando una nueva identidad cultural en la América Hispana. No solo permitieron, sino que fomentaron, la mezcla con las poblaciones indígenas, tanto en lo biológico como en lo cultural, integrando tradiciones europeas, indígenas y africanas en aspectos como el idioma, la religión, la gastronomía y las artes. El inca Garcilaso de la Vega llamado el Príncipe de los escritores del Nuevo Mundo, el mulato san Martín de Porres, Diego de Torres y Moyachoque, Blas Valera, Catalina de Erauso -la “Monja alferez”- y otros tantos mestizos son la expresión de lo que significó la integración racial en la América Hispana, sin olvidar a sor Juana Inés de la Cruz que, pese a ser de herencia española, en sus escritos muestra su sensibilidad hacia los pueblos indígenas, reflejando el ambiente multicultural de la Nueva España en el que creció y desarrolló su obra.
El establecimiento de ciudades a imagen y semejanza de las poblaciones de la península demuestra el compromiso de España con el desarrollo integral de estas provincias, con centros urbanos como Ciudad de México, Lima y Quito.
En educación, el nacimiento de universidades como la Santo Tomás de Aquino en Santo Domingo (1538) y la San Marcos en Lima (1551) marcó un hito en la formación académica. Estas instituciones no solo formaron a españoles y criollos, sino también a mestizos e indígenas, sin discriminaciones raciales. New College o The College at New Towne, hoy Harvard University, fue fundada en 1636 en Cambridge, Massachusetts, casi un siglo después.
En lo religioso, la labor de evangelización desempeñada por frailes y sacerdotes fue profunda y caló en el alma de los nuevos cristianos hasta nuestros días, siendo una de las características que identifican a los hispano americanos con la madre patria. Como se puede observar, la integración de principios como la religión, la educación y el mestizaje fueron pilares de una herencia que sigue vigente en la América Hispana, más allá de las descalificadas invenciones de la Leyenda Negra.
En conclusión, retrotraer la verdad revelando el papel cumplido por España debe entenderse como un renacer del hispanismo, y debe ser difundido a los cuatro vientos para que, tanto de uno como de otro lado del Atlántico, se comprenda definitivamente que España y la América Hispana, a pesar de las características propias de cada región, constituyen una comunidad de naciones.
[1] La pragmática era una norma jurídica de carácter general y obligatorio, promulgada directamente por el rey y su consejo sin la necesidad de aprobación por las Cortes.
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