El asesinato de Silvia López se cometió en la casa familia de Castro Urdiales y se desencadenó tras una riña familiar durísima en la que ella pegó a sus dos hijos, de 15 y 13 años, según contaron los presuntos asesinos a los agentes, y reiteraron a los especialistas que ya han empezado a atenderlos, tal y como ha podido confirmar ABC.
Por abc.es
En medio de esa trifulca, uno de ellos cogió un cuchillo de la cocina y se lo clavó a su madre varias veces, con una herida mortal a la altura del cuello. Después ambos la desnudaron, la ataron de pies y manos con cuerdas o bridas, le colocaron una bolsa en la cabeza y la bajaron al garaje del edificio. La colocaron en el suelo de los asientos traseros del coche de la víctima e intentaron salir hasta estampar el vehículo contra una pared del parking al no saber maniobrar.
Sin posibilidad de huida con el cadáver, cogieron el móvil de su madre y respondieron a la llamada de su abuela estando aún en el entorno de la casa. «Nos han secuestrado», le contaron a la mujer. A partir de ahí, activada la Guardia Civil, se fue descubriendo la tragedia que ha arrasado a toda la familia. Primero el escenario del crimen, la casa, donde los dos hermanos dejaron el cuchillo con el que supuestamente mataron a su madre (para la Guardia Civil ambos son autores aunque el más pequeño sea inimputable por su edad); después el cuerpo en el coche y casi cinco horas más tarde a los presuntos asesinos. Fue la abuela de nuevo la que guio a los investigadores hasta un escondite en el parque Cotolino donde solían llevarlos cuando eran más críos.
La Guardia Civil a esas alturas ya había geolocalizado la llamada que hicieron a la abuela antes de que se descubriera el cuerpo, pero después el móvil estaba apagado. Los autores buscaron refugio en la noche y en esa zona oculta. El arma homicida parece ser ese cuchillo aún con restos intervenido en la cocina, a falta de los análisis de Criminalística y de los resultados de la autopsia que concretarán si la herida se corresponde con ese objeto y si tiene huellas de uno de los hermanos o de ambos.
Pero a esas cinco horas de violencia, mentiras, huida y muerte, les antecedieron días de zozobra y más violencia, según los propios hijos, en la casa familiar. No hay denuncias oficiales, pero sí, señales de alarma que aparentemente nadie atendió.
«Prefiero ir a un reformatorio que seguir en mi casa, en cualquier sitio estoy mejor». Son palabras del hijo mayor (15 años). Se lo dijo no hace mucho a varios compañeros de clase, sin explicarles más, según fuentes de su entorno. No se sorprendieron, dado el carácter introvertido del chico, y tampoco le dieron excesiva importancia. En los últimos meses su vida se había complicado por momentos. Era un buen alumno, con buenas notas, pero este curso había empezado a suspender exámenes. Le preocupaba. Su madre había acudido varias veces al colegio para hablar con los profesores. De momento, es una incógnita si el centro escolar solo la escuchó a ella y al padre. No era infrecuente ver a J. con la orientadora.
«Mi hijo nos ha contado que en ocasiones llegaba con heridas y moratones pero nunca les decía por qué. No les explicó que le pegaran en casa. No se abría», explica a ABC el padre de uno de los compañeros de clase del hijo mayor, que prefiere no dar su nombre. Silvia y su marido controlaban a sus hijos, adoptados en Rusia, con mano férrea. «Les decía que no le dejaban salir y que lo obligaban a ir a misa. Que no estaba bien en su casa, que quería irse a cualquier sitio pero tampoco les pidió ayuda», continúa.
Este padre, traspasado como todos por lo ocurrido, asegura que el chico era un buen estudiante aunque este curso había cambiado. «Mi hijo nos cuenta que había tenido suspensos por primera vez y estaba alterado por esos resultados y por las broncas en su casa», añade.
J. ha pasado su primera noche en un centro de menores, mientras la investigación continúa. La Guardia Civil ha pasado las últimas horas centrada en la inspección ocular tanto de la casa como del coche y el garaje. Se han recogido todo tipo de muestras que ahora serán analizadas para reconstruir lo que ocurrió. También se ha seguido tomando declaraciones al entorno.
Silvia, su marido y sus hijos formaban, aparentemente, una familia unida. Oficialmente no sucedía nada anormal en esa vivienda. «No sabemos aún si hay denuncias a la Consejería o alguna institución. En Guardia Civil y Policía desde luego no constan», aclaran fuentes de la investigación.
Sin denuncias previas
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha confirmado este viernes en una entrevista en TVE que no constaban denuncias previas relacionadas con la familia. También lo confirmó este jueves la alcaldesa de municipio, Susana Herran, que incluso aseguró que los dos menores contaban con un expediente académico «intachable».
El mayor de ellos ha pasado ya su primera noche en un centro de menores de Santander. La Fiscalía de Menores solicitó este jueves su internamiento durante seis meses, mientras realiza la instrucción del caso.