Una pintura de Charles de Steuben que representa la muerte de Napoleón en Santa Elena. Poco después, un doctor practicaría una autopsia al cuerpo y habría cortado el pene del estratega. El miembro viril empezó en ese momento un largo periplo. (1788-1856) (Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)
Empecemos por John Lattimer. Un urólogo norteamericano que murió en 2007 a los 92 años. Aunque su profesión no lo anticipe, Lattimer tuvo una vida de película. Fue médico de las tropas aliadas durante la invasión a Normandía, vio de cerca el accionar de Patton y tras la victoria, fue uno de los médicos a cargo de los jerarcas nazis juzgados en Núremberg. Después volvió a Estados Unidos y se especializó en urología.
Por Infobae
Fue uno de los profesionales más prestigiosos dentro de su especialidad. Pero el asesinato de Kennedy lo hizo volcarse a la medicina forense. Se obsesionó con el magnicidio. Tanto que, tiempo después, contratado por la familia Kennedy fue el primer perito no estatal en estudiar las evidencias del crimen. Lattimer creía que Lee Hrvey Oswald había sido el autor de los disparos.
Coleccionista compulsivo
Después fue más lejos: se puso a investigar otro asesinato de un presidente, el de Lincoln. Escribió un libro sobre su contacto con los nazis de Núremberg y su salud; fue el primero en afirmar que Hitler padecía Parkinson y que las consecuencias de la enfermedad fueron claves para las malas decisiones estratégicas de los últimos años del conflicto. A pesar de todo esto, lo que nos interesa de Lattimer es otra de sus facetas, posiblemente la que hizo que a su muerte, el New York Times le dedicara un largo obituario.
Nuestro doctor era un gran coleccionista de antiguas piezas bélicas y extravagantes objetos históricos. Vivía en Nueva Jersey en una mansión de 30 habitaciones. Cada una de ellas estaba atiborrada de armas, balas de cañón, hachas, sables, escudos y pertrechos varios. Al visitante lo recibía en el hall central la armadura de un caballero medieval. Había armamento de los principales conflictos bélicos de los últimos 300 años. La sección más interesante era la de las curiosidades- pero allí podían acceder pocas personas. De su paso por Núremberg no sólo se había traído información y testimonios sobre la salud de Hitler. Robó, sin que nadie se percatara, dibujos de Hitler, unos calzoncillos usados de Göering y el anillo de la Lufftwaffe de otro jerarca. Aunque el objeto más valioso y macabro que conservó de Göring fue una de las dos cápsulas de vidrio que el jerarca nazi había logrado ingresar a la prisión para suicidarse con cianuro. También conservaba el cuello manchado de sangre que Lincoln tenía puesto el día que dispararon contra él.
Sin embargo, este no era el objeto más valioso ni exótico de su colección. Hubo otro que se convirtió en muy codiciado y por el que le llegaron a hacer ofertas de siete cifras en dólares. No sólo era el más valioso, sino el que mayor intriga generaba. No era para menos. Se trataba del pene de Napoleón Bonaparte.
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