En cierta manera la obsesión alemana con la industria pone de relieve la incapacidad del país para aceptar que las economías occidentales modernas se basan en los servicios, no en la fabricación.
Un amigo suyo le dijo que no escribiera este libro, que Alemania tiene un historial de recuperarse cuando menos se espera. ¿Podría pasar lo mismo esta vez? ¿Puede renacer?
Esta crisis es diferente a las anteriores, cuando los problemas eran de competitividad y de costos. Esta crisis es una en la que Alemania, como país, está vendiendo productos obsoletos, que ya no están a la vanguardia de la tecnología.
Esto se debe a que Alemania se perdió el siglo XXI en términos de toda la revolución digital. Pasó años invirtiendo en tecnologías equivocadas. En los automóviles, es obvio porque podemos verlo.
Pero también vimos una lenta digitalización de las industrias existentes. La tecnología digital invadió los dispositivos mecánicos en los que el país era puntero y no supo adaptarse.
¿Este fenómeno en la industria está relacionado con la aversión a la digitalización que tienen los alemanes que menciona en Kaput?
Creo que sí. Se puede ver en muchos ámbitos de la vida pública, y en muchos sectores del gobierno que todavía usan máquinas de fax. Lo mismo que en las consultas médicas.
También se puede ver en la telefonía y la cobertura móvil, que es muy deficiente en muchos lugares, y en el despliegue de la fibra óptica, que también va muy retrasado.
Alemania no tiene prácticamente ninguna representación en materia de inteligencia artificial. No ha realizado estas inversiones. Y ese es el problema de una economía que tiene que especializarse demasiado.
También ha jugado en su contra es el cambio en la geopolítica. Se juntaron muchas cosas.
¿Cree que la sociedad alemana es tecnofóbica?
Sí. Y no se trata solo de lo digital. Hay una actitud antitecnología que prevalece en la sociedad. Lo mismo ocurre con el dinero electrónico o incluso las tarjetas de crédito.
Pongamos el ejemplo de la energía nuclear. Alemania nunca estuvo cerca de un accidente. Y, sin embargo, decidió deshacerse de sus centrales nucleares mientras que en otros países es una parte muy importante de su suministro de energía barato.
En su libro dice que el éxito de Alemania en las décadas pasadas sentó las bases de su crisis actual. Es decir, lo que le permitió tener éxito en el pasado es ahora lo que le está dañando. Esto es un poco paradójico, ¿no?
Exacto. Lo que fue una fortaleza en un período es la base de la debilidad ahora. Dependía mucho de Rusia y China y, mientras la geopolítica fue bien, este era un gran modelo que producía crecimiento y prosperidad. Lo mismo con la tecnología.
Pero ambos factores han cambiado mientras que las empresas siguen siendo las mismas, siguen intentando hacer negocios en Rusia y en China.
Hay buenas empresas alemanas, pero los grandes beneficios no se obtienen ahora en ingeniería, como solía ser el caso, sino que ahora se obtienen en inteligencia artificial y tecnologías digitales.
Los grandes márgenes de beneficio que solían disfrutar las empresas alemanas ahora se han reducido. Creo que ese es el punto clave. Alemania no se adaptó y es por eso que se encuentra en la situación actual.
Me sorprendió leer que “las peores decisiones para Alemania se tomaron durante el largo reinado de Angela Merkel, cuando se la celebraba como la líder del mundo libre”. ¿Qué pasó en ese período?
Merkel se centró principalmente en la política exterior. No le interesaban las reformas económicas; no creo que nadie recuerde ninguna reforma relevante aprobada en su época, con la excepción del aumento de la edad de jubilación.
Por supuesto, fue una figura indispensable en Alemania. Era imposible formar una coalición sin su apoyo o su presencia. También era muy popular personalmente, pero fue un buen período.
El crecimiento económico era fuerte y, por lo general, los gobiernos no solucionan problemas cuando todo va bien.
Alemania se despidió de muchos avances técnicos durante ese tiempo. También fue durante su período cuando el país se volvió muy dependiente de China y de Rusia y se decidió apagar la energía nuclear.
Se tomaron muchas decisiones que, en retrospectiva, se consideran equivocadas. Merkel estuvo detrás de un acuerdo de cooperación en materia de inversiones muy amplio con China.
Ahora bien, no la estoy culpando personalmente de todo lo que ha ido mal en Alemania. No le estoy atribuyendo la culpa a ninguna persona en particular.
A día de hoy, Alemania tiene una economía de muy bajo crecimiento y se preguntan qué sucedió. Y lo que sostengo en mi libro es que estas malas decisiones se tomaron en las décadas anteriores.
¿Pero de cara al exterior, Merkel se enfrentó a la crisis de la euro en 2008, a la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, a las olas migratorias hacia Europa y a la pandemia del covid-19?
Brilló como la jefa diplomática europea en todas esas áreas. Mantuvo una relación muy estrecha con Obama en Estados Unidos. Trabajó con Putin.
Tenía una presencia muy global, pero no era alguien que pensara estratégicamente sobre la fortaleza económica y la geopolítica. Tenía otras prioridades.
Su gran fortaleza en la política alemana fue que era capaz de dirigir coaliciones entre partidos de izquierda y derecha. No es algo fácil. Era una muy, muy buena gestora. Y esa es la razón por la que sobrevivió durante tanto tiempo.
No quiero quitarle mérito. Solo digo que muchos de los problemas que tiene Alemania hoy en día fueron el resultado de errores previsibles que cometió ella y durante su mandato. Eso estaba claro.
La política energética fue probablemente el caso más extremo, pero también la industria automovilística.
Mira los grandes gigantes tecnológicos del mundo. Casi todos son de Estados Unidos. Unos pocos de China. No hay ninguno europeo.
Pero Alemania es un país que podría haber tenido eso. Es una gran economía. Tiene mucho dinero. Pero esto es parte del legado de Merkel y que va a ser muy difícil de reconducir.