Casi todos los que pasamos los 50 seguramente hayamos visto la serie El Fugitivo, un éxito de los años 60 con David Janssen, que terminó convertida en película en los 90 con Harrison Ford como protagonista. La inspiración de esta trama, con algunas variaciones, provino de un caso real, por lo que podríamos considerarlas parte del género true crime.
Por infobae.com
En 1954 la esposa embarazada del neurocirujano Sam Sheppard fue asesinada en su mansión mientras ambos dormían en distintos ambientes. El reconocido profesional terminó siendo acusado del homicidio y enviado a la cárcel. Si bien en la ficción el supuesto asesino, el dr Richard Kimble, se fuga de un tren en el que es trasladado y evade la ley mientras busca al verdadero criminal, la vida del médico real fue muchísimo más trágica. Y, por supuesto, absolutamente alejada de los aplausos de Hollywood y de las coloridas marquesinas de neón.
Madrugada feroz
Samuel “Sam” Holmes Sheppard nació el 29 de diciembre de 1923 en Cleveland, Ohio, y era el menor de los tres hijos del doctor Richard Allen Sheppard. Durante el secundario Sam fue un excelente alumno y se destacó tanto en fútbol americano como en básquet y atletismo. En esos años conoció a quien sería su esposa, Marilyn Reese, un año mayor que él. Al graduarse, por su buen desempeño en los deportes, obtuvo varias becas deportivas para estudiar y terminó por escoger el mismo camino de su padre y sus hermanos mayores: el mundo de la medicina. Terminó su carrera en la Escuela de Médicos y Cirujanos Osteopáticos de Los Ángeles (hoy conocida como la Universidad de California Irvine) donde consiguió el título de doctor en Medicina Osteopática. Siguió formándose y realizó su residencia en neurocirugía en el Hospital de los Ángeles.
El 21 de febrero de 1945, con 22 años, se casó con Marilyn, su novia de siempre. Marilyn acarreaba un miedo desmedido a los embarazos y partos debido a que su madre había muerto durante el nacimiento de una de sus hermanas cuando ella tenía solamente seis años. Por desgracia, el primer embarazo de la pareja terminó mal: ella perdió al bebé. Dos años después lograron tener a su primer hijo, Sam Junior. El trabajo de parto duró dieciséis horas y Marilyn quedó traumada por la experiencia.
Al tiempo, Sam comenzó a trabajar con su padre en el Hospital Bay View. El éxito en su profesión y la estabilidad familiar prometían sólidos ladrillos de felicidad. Sin embargo, el esqueleto de esta historia perfecta iba a convertirse en polvo.
La noche del sábado 3 de julio de 1954, en Bay Village, Cleveland, Estados Unidos, Marilyn Reese (31 años, embarazada de cuatro meses de su segundo hijo) y Sam Sheppard reciben a un matrimonio vecino para comer en su mansión frente al lago. La cena termina alrededor de las 20.30. Los Houk (Spencer y Esther) se despiden y se marchan. Marilyn acuesta a su hijo Sam Junior (7) y se queda con Sam mirando una película en televisión: Strange Holiday (Extrañas vacaciones en inglés, pero que fue traducida como Extraño despertar). Premonitorio lo del despertar. Porque mientras la ven, Sam se queda profundamente dormido en el sofá. Marilyn opta por dejarlo allí y subir a su cuarto, ubicado en el primer piso y al lado del de su hijo, para dormir. Durante la madrugada del domingo 4, el sueño de Sam se quiebra cerca de las 4.30 con los gritos de su esposa que llegan desde la planta superior. Sube corriendo las escaleras y al entrar al dormitorio ve una “forma bípeda blanca”, pero enseguida un golpe lo deja inconsciente. Instantes después se recobra, se acerca a su mujer ensangrentada y le toma el pulso. Marilyn está muerta. Siente ruidos provenientes del piso inferior y se asoma por las escaleras. Observa la silueta de un sujeto peludo que escapa por la puerta principal. Desesperado lo persigue hasta una caseta que hay en la playa. En la pelea cuerpo a cuerpo pierde su remera y otro golpe lo deja inconsciente por segunda vez. El atacante escapa. Sam se despierta desorientado, pero se las ingenia para volver a su casa. Llama primero a sus vecinos. Son las 5.40 cuando les ruega que vayan hasta su casa. El matrimonio vecino acude con rapidez y encuentra a Sheppard sin camisa, con sus pantalones mojados y con algunas manchas de sangre en las rodillas. Está en shock, como perdido. Llaman a la policía.
Cuando las autoridades inspeccionan la escena del crimen quedan impactados por la cantidad de sangre que riega toda la casa. La víctima está en la cama, con sus piernas separadas, el pantalón del pijama bajado hasta los muslos y la parte superior levantada hacia el cuello. El dormitorio (en el que hay dos camas individuales) está enteramente salpicado de rojo. Hay gotas de sangre por las paredes, en la puerta del vestidor, en la escalera y hasta el techo. El arma asesina con la que golpearon a Marilyn no está por ningún lado.
Sam nota que faltan algunas cosas suyas: su reloj pulsera, las llaves, su anillo de su fraternidad universitaria. Estas pertenencias serían encontradas más tarde dentro de una bolsa de lona detrás de unos arbustos en la parte trasera de la casa.
Los detectives de homicidios descubren que no están forzadas ni puertas ni ventanas. Nada parece estar demasiado revuelto para ser un robo. Hay otras inconsistencias que les llaman la atención. Los vecinos aseguran que no han escuchado ladrar al perro de la familia frente al intruso y Sam Junior, aunque duerme a pocos metros de su madre, tampoco se ha despertado durante el feroz ataque y el griterío. Además, ¿dónde está la remera que usaba el doctor Sheppard? ¿por qué Sam llamó primero a sus amigos antes que a la policía? Estos detalles, a los oficiales de homicidios, no les gustan.
A las 10.30 el médico forense Corner Gerber se lleva el cuerpo de Marilyn y la autopsia comienza a las 12.30 del mediodía. El resto de los peritos empieza a estudiar los patrones del reguero de sangre. Los policías ya tienen sus primeras conclusiones: no pueden tragarse el cuento del “bípedo” “peludo” y, a medida que transcurren las horas, se convencen de que todo es un gran invento del cirujano. Que en realidad él ha asesinado a su mujer por algún motivo que todavía desconocen.
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