Lo que a continuación leerán no es mamadera de gallo ni nada que se le parezca, es un hecho real de la realeza, razón por la que es importante que lean este artículo hasta el final.
Algunos ya saben que soy poseedor de un título nobiliario que heredé de mis antepasados italianos, quienes eran oriundos de un pueblo llamado Maratea. Para quienes no conozcan la historia de mi linaje, haré un pequeño resumen: el abuelo de mi abuelo por parte de madre, un pescador de nombre Horacio Laprea, se casó, no sé cómo lo logró, con una sobrina del rey Víctor Manuel II de Cerdeña, quien era el rey de Italia por los años de 1849.
Lo cierto es que, en aquella lejana época, no era bien visto que la sobrina de un rey contrajera nupcias con un plebeyo. ¡Eso sería un escándalo social! Por lo que, ante esta pasión irrefrenable y al verse la nobleza italiana impedida de evitar matrimonio tan desigual, la corte resolvió otorgar un título nobiliario a Horacio Laprea. Fue así como mi trastatarabuelo fue nombrado barón de Maratea. Más adelante, con el pasar del tiempo, la familia Laprea de Maratea fue creciendo y, no me pregunten por qué razón algunos de sus miembros se trasladaron de Maratea a San Fernando de Apure, en Venezuela.
Un descendiente de esa estirpe fue mi abuelo materno Francisco Laprea, quien arribó a La Guaira en barco en el año de 1900 y luego se dirigió a San Fernando de Apure. Mi abuelo fue un héroe solo por el hecho de realizar tamaño maratón: Maratea-La Guaira-San Fernando de Apure. Si ahorita es jodidísimo llegar a San Fernando, imagínense en esa época. Lo cierto es que, gracias al abuelo Francisco, hoy en día, tengo doble nacionalidad: venezolana e italiana.
Para obtener el pasaporte italiano viajé a Maratea en busca de papeles familiares. Entre antiguos y fascinantes documentos, descubrí a mi lejano pariente Horacio Laprea, el primer barón de Maratea. Me enteré, además, de que ese título hereditario no había sido reclamado. Así que contacté con la casa real de Saboya y logré que me lo otorgaran. El título de barón lo asumo con humildad y jamás, a pesar de mi linaje, he abusado por poseerlo.
Las casas reales europeas tienen una especie de club en donde estamos perennemente comunicados y entre las familias de alcurnia solemos invitarnos cuando hay bodas, coronaciones, actos luctuosos y deportivos. La idea de este superexclusivo “club” es que no se pierdan los lazos familiares y, disimuladamente, lograr que los jóvenes nobles se conozcan y se casen entre ellos. En esta época y cada vez con más frecuencia, príncipes y princesas buscan el amor fuera del círculo de la nobleza y contraen matrimonio con gente como usted, quien lee esto, o como yo, quien lo escribe. Por eso se ha hecho cada vez más común el enamoramiento de reyes y príncipes con simples plebeyos, como, por ejemplo, el rey Felipe de España o el rey Carlos de Inglaterra.
Debo contarles que soy comediante, escritor, cocinero y profesor del Pedagógico. Alguna vez he dictado clases de teatro. En cierta ocasión dirigí un taller en el Colegio San Ignacio de Loyola en Caracas. Allí fui profesor del hijo de Maduro quien, siendo aún un niño, obtuvo el personaje del príncipe azul en la obra La Cenicienta al alcance de todos, escrita por Aquiles Nazoa, mi padre, quien no tenía sangre azul, pero se comportaba como si la tuviera.
El caso es que, por ser poseedor de un título nobiliario, de alguna manera y a pesar de no tener dinero, pertenezco a la aristocracia europea. Ahora viene el tubazo que todos quieren que les cuente, ya van a entender cómo se relacionan todas estas historias. Resulta que el hijo de Maduro se casa con María C. y me ha invitado a su boda. ¿No me creen? Sigan leyendo:
Así como lo leen, un empresario venezolano quien hizo teatro infantil conmigo, ha colocado en alto nuestro gentilicio. Yo lo casé con la Cenicienta y él ahora, en la vida real, ni corto ni perezoso, va a casarse con una verdadera princesa: Leopoldo Maduro Vollmer se casará con la princesa más rica de Europa, María Carolina de Liechtenstein.
El cerebro de ningún escritor venezolano de comedias daría como para escribir un enlace de humor y amor con estos nombres y apellidos. Aunque parezca increíble, es cierto.
La princesa posee las iniciales de la mujer más temida y amada en Venezuela, MC, y el novio, de apellido Maduro, tiene además como primer nombre Leopoldo, otro prohibido y de ñapa, como si fuera poco, su otro apellido es Vollmer, ¡el apellido de los dueños del ron Santa Teresa!
Les voy a decir una vaina, de verdad, yo creo que Dios, al escribir este libreto, ha demostrado ser un gran jodedor.
@claudionazoa
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