Lula reunió en Brasil al G20, al inicio de esta semana, donde asistieron, a diferencia de la reunión de la Cumbre Iberoamericana en Ecuador, 80 de los presidentes y jefes de gobiernos de los países más desarrollados del planeta, reforzando así su liderazgo internacional aporreado con la fracasada apuesta para que Venezuela retomará la normalidad política y el camino al renacimiento de una nueva y concertada democracia que nos insertara, de una vez por toda, en la Comunidad Internacional.
Su liderazgo logró extraer de la agenda el tema de la guerra de Ucrania e Israel que hubiera sustituido al verdadero tema geopolítico, pero, además el problema como es el de la pobreza y el hambre que agobia a los países en desarrollo y que el G20 tienen la responsabilidad moral y política, como consecuencia a su propia riqueza extraídas en gran parte de los países del sur global, a contribuir si no con la solución por lo menos a paliar la pobreza.
La propuesta de Lula, parte del principio de acabar con la pobreza para construir sociedades más justas, imponiendo un impuesto del 2% a los más ricos (3.000 multimillonarios) con lo cual se recaudaría sobre los 250.000 millones de dólares que contribuiría a mitigar o paliar la pobreza mundial. Esta ecuación se fundamenta en que 1% de los más ricos del mundo que acumulan más riqueza que 35% de la población mundial. En las últimas 2 décadas, la fortuna de los más ricos se ha incrementado en más de 150% y entre los países del G20 el 1% acumula 31% de la riqueza, y en países como Argentina 40% y Brasil 48%, casi la mitad de los recursos de estos países.
En esta Cumbre Lula da Silva desplegó toda su habilidad política y ratificó su liderazgo ya ejercido en la reunión de los BRICS consiguiendo lanzar en la COP20 la iniciativa estrella de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza firmada por 82 países y un compromiso para gravar a los hombres más ricos.
Hábilmente Lula adelantó la firma de la declaración conjunta para evitar la discusión de la guerra de Ucrania-Rusia que la hubiera bloqueado. De igual forma, Lula le ha abierto la compuerta para dar voz al Sur Global insistiendo en la necesidad de que la Unión Africana debería ser miembro formal del G20 asumiendo la dirección de la aspiración de los países del continente africano. En esta oportunidad Lula los incorporó como si fueran miembros del G20. Sin lugar a dudas, las tensiones geopolíticas afectan también al G20.
Brasil en su política internacional ha venido impulsando la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU y aprovechó esta oportunidad para lograr un compromiso para trabajar en su reforma para hacerla más representativa, inclusiva y democrática en la que concordaron casi todos los países, en el sentido, de que se debería ampliar para modernizarlo y que se refleje en el nuevo siglo XXI.
A pesar de las divergencias políticas de Lula con Milei que había declarado que Argentina no haría pactos con comunistas en China o Brasil, el realismo político lo golpeó y firmó con Brasil un acuerdo donde Argentina suministrará por 5 años gas a Brasil y con China, no solo estrechó la mano de Xi Jinping, sino que le prometió impulsar el comercio con la potencia asiática y por parte de China, obtuvo un conjunto de obras de infraestructura, swaps y auxilio financiero.
El balance de la Cumbre fue satisfactorio, Lula hábilmente impuso su agenda y logró que los líderes del G20 pacten acelerar la lucha contra el hambre y la pobreza, a parte, de la adhesión a ella de Milei con el cerro de discrepancias y el compromiso de Argentina, además, de no abandonar el Tratado de París. El gran éxito de Lula, además, fue que logró la firma del Acuerdo que en las dos reuniones anteriores del G20 las divergencias no lo habían permitido.
En conclusión, Lula es un indiscutible líder y un actor político de primer orden latinoamericano e internacional que, en Venezuela el gobierno y la oposición, debe tomar en cuenta en la búsqueda de una solución política negociada que nos encamine a una transición hacia la democracia, ¡claro está¡, siempre y cuando los compromisos sean transparentes y se honren lo acordado, como ha exigido Lula, de lo contrario el camino que nos tocará recorrer será empedrado y espinoso.
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