Es 21 de octubre del 2024 y Santos Narvaes comienza el día publicando otro post sobre su dolor: su hijo Roger Alexander tiene 746 días desaparecido. Los familiares perdieron su rastro el 4 de octubre de 2022, después de que migró a Medellín, Colombia.
Son dos años desde que la familia no tiene noticias del joven portugueseño. La última vez que supieron de él solo les avisó que realizaría un negocio con criptomonedas en el centro comercial Mayorca, de esa ciudad. Estos familiares, ya agotados por el tiempo, no dejan de denunciar en redes sociales la desaparición de Roger. Aunque para las autoridades parece ser un caso más, para su familia es un hijo, un sobrino, un primo que hoy no los acompaña.
La incertidumbre es su pan de cada día. Su padre lleva una campaña en redes sociales, con la esperanza de que el caso no quede en el olvido y se continúe su búsqueda. Este joven trabajaba como tatuador, en Acarigua, de donde es oriundo, y también en Medellín, a donde emigró.
La familia de Roger hoy exige que las investigaciones tengan mayor celeridad y relevancia, dicha exigencia la refieren específicamente a la Fiscalía General de la Nación de Colombia, del Gobierno venezolano y piden el apoyo de las organizaciones defensoras de derechos humanos.
La versión oficial de los entes es que se trata de una “desaparición forzosa”. A pesar de tener personas identificadas, vehículos, videos y comunicaciones telefónicas, el caso se mantiene sin avance alguno, comentó Narvaes, en una carta pública dirigida a las autoridades, agregando que el gobierno de Venezuela tampoco ha brindado el apoyo.
En Portuguesa suman 5 desaparecidos
Sería sencillo decir que se trata de un caso aislado. Sin embargo, en medio de la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela, desde hace más de una década, miles de jóvenes de Portuguesa, como de todo el país, se han visto obligados a dejar atrás su hogar en busca de un futuro mejor. Estos desplazamientos, también conllevan riesgos devastadores y muchas familias quedan atrapadas en la angustia de no saber del paradero de sus seres queridos.
Ruta migratoria peligrosa
Este 21 de octubre, a tan solo unas semanas del aniversario de la desaparición de Roger, otra familia en Guanare enfrenta una tragedia similar. Se cumple un año de la desaparición de otros cuatro jóvenes. Esta vez son tres adultos y una niña de los que no se supo más. Intentaban cruzar la ruta de la isla San Andrés, Colombia, otra vía migratoria frecuentemente utilizada por los venezolanos. En estas aguas se han reportado naufragios provocados por embarcaciones clandestinas. En el 2023, las autoridades dijeron que unos 70 inmigrantes venezolanos desaparecieron en San Andrés, tras viajar en lanchas en precarias condiciones y sin seguridad.
¿Cómo es la ruta de San Andrés?
Por este paso irregular, los migrantes cruzan en embarcaciones hacia Nicaragua, pagando paquetes «turísticos» que ofrecen los traficantes, con tarifas que varían entre los 1.500 y 4.000 dólares.
Por esta ruta peligrosa se arriesgaron a pasar Leomarli Betania Morón Pieruzzini (27), que migró, junto a su esposo Gonzalo Jesús Méndez Torres (30), su hija Nicole Valentina Méndez Morón (7), y su primo Rosmer Alberto Mujimac Parra (41). Sus nombres aparecieron en la lista de los 32 pasajeros de la embarcación desaparecida en alta mar y que partió desde la isla de San Andrés, la noche del sábado, 21 de octubre de 2023.
Ellos, junto a otro grupo de migrantes, se trasladaban en una lancha identificada como IAS II, que partió desde el sector El Cove. El 24 de octubre todos fueron reportados como desaparecidos.
Una mujer embarazada
Leomarli Betania Morón Pieruzzini, estaba embarazada. Marcos Ortiz, amigo de la familia, fue una de las últimas personas que conversó con los jóvenes, minutos antes de zarpar la embarcación desde la isla de San Andrés. Los jóvenes tomaron esa ruta para evitar irse por el Darién, por el embarazo de Leomarli. Sus intenciones eran llegar a México, alojarse en casa de un familiar, para luego cruzar la frontera a Estados Unidos, contó Ortiz.
Durante meses, la familia de estos jóvenes guanareños, solicitaron a las autoridades de los países involucrados (Colombia y Nicaragua), así como al Gobierno de Venezuela, intensificar la búsqueda. Aún no tienen respuestas.
Aunque diferentes en tiempo y lugar, ambas historias comparten el sufrimiento de familias venezolanas que buscan a sus seres queridos en medio de la incertidumbre. En Portuguesa, cientos de jóvenes continúan migrando, impulsados por la necesidad de sobrevivir. Sin embargo, cada viaje puede convertirse en un riesgo tanto para los migrantes, como en desesperación para sus familias.
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