
En una sociedad salvaje, como han convertido a Venezuela el puñado de aventureros nacionales y extranjeros, consiguiendo en este país la tierra prometida, no es fácil concluir un proceso transformador en el cual aparecen múltiples variables y maneras de entender ese camino que pueden impulsar a la creación de falsas expectativas.
Los más interesados en dibujar un panorama contradictorio y deformado, obviamente, son los del ejército que coloniza Venezuela, en el que aparecen desde los terroristas islámicos, asentados en las zonas estratégicas del mapa nacional, hasta los negociantes nefastos y de colorido diverso, que mudan las riquezas para sus casinos internacionales de malformaciones sociales.
La indecencia se une, así hablen mandarín, sean islamistas o alacranes nacionales con oportunistas mundiales. Venezuela está convertida en un tambor de basura, en el que reinan malabaristas, brujos, talibanes y gobernadores desenmascarados, que antes usaban las mascarillas para plantear sus juegos de garito y sus deplorables espectáculos. No cuidan ni las formas.
Ese grupo mendaz sabe moverse especializadamente para impulsar el desaliento, han creado políticas destinadas a destruir los partidos de vieja rosca, llámense PSUV o UNT y el resto de malformaciones, que sustituyeron a la gente por las chequeras, de mayores y provechosos resultados, al punto de que personajes que fueron apoyados por sectores adversos al chavismo hoy andan como zancudos en la selva, picoteando perversidad y a la orden de la tiranía multinacional, usurpadora hasta de las calles del país.
La vergüenza en estos personajes es un concepto, contaminado por las malas razones, contagiados por el argumento dólar de inmoral procedencia, que alcanzó a excandidatos de esas antiguas mayorías, por la tentación malévola de las chequeras. Cuando Capriles hacía campaña por el país, no era un sentimiento político el que lo movía, era parte de la compañía anónima que requería ese deambular de trampas y traiciones. Cuando Rosales decidió reforzar su conglomerado económico, diseñó junto al chavismo un plan que incluyó la permanencia algunos días en la cárcel del régimen. Al ser frenados por María Corina y su equipo comenzó la desesperación, porque vivir como reyes es su propósito de vida.
Unificando todos estos aspectos y los que faltan, se conforma un buen caldo de cultivo para impulsar el desaliento, la desilusión y la percepción de que “todo está perdido”, buen abono para reforzar la aparición de los dos dirigentes más importantes –que hasta fueron candidatos presidenciales– donde comenzaron a generar ganancias sus “emprendimientos”; no les importó siquiera que la monstruosa cantidad de dólares que les financian vayan matizados con sangre y muerte, sangre de droga y muerte de la moral, como fuente principal de una vida que se respete a sí misma.
Esta estrategia ha logrado permear el comportamiento de algunos compatriotas, que les abruma la falacia: “Todo está perdido”. El pueblo venezolano, afortunadamente, en momentos peligrosos como el que vivimos, prefiere callar, pero sigue intacto el deseo de lucha verdadera por su patria y en esta oportunidad cuenta con referentes importantes: María Corina ya les había planteado su marcha de las plataformas transformadoras, y además, contamos con un presidente legítimo, absolutamente comprometido con este proceso.
Podemos anunciar también que el deseo de los millones que aspiran a lo expresado el 28 de julio sigue creciendo. El armatoste de engaño esta descubierto y la mentira siempre termina derrumbada.
Los venezolanos tenemos sentido del honor y “somos más sabios que la tormenta”.
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