La educación superior en Venezuela está atravesando una de las crisis más graves de su historia reciente. Si no se toman medidas urgentes, el país corre el riesgo de perder su capacidad para formar a una nueva generación de profesionales que lideren su futuro. Este desafío no solo es académico, sino profundamente político y económico, ya que las universidades son pilares esenciales del desarrollo social y económico.
El salario de los docentes universitarios ha sido uno de los temas más críticos. Con más de 900 días sin un ajuste salarial, los profesores venezolanos son los peor pagados de América Latina. En un contexto de hiperinflación, donde el costo de la canasta básica supera por mucho el ingreso mensual promedio, ser docente universitario se ha vuelto insostenible. Esta situación ha provocado una deserción masiva de profesores, muchos de los cuales han tenido que abandonar las aulas para dedicarse a otros trabajos que les permitan sobrevivir.
La crisis no se limita a los docentes. La vida estudiantil también ha sido severamente afectada. 96% de los estudiantes no tiene acceso a comedores universitarios, mientras que 86% carece de transporte, lo que agrava la deserción estudiantil. Solo una fracción mínima de los jóvenes recibe becas o ayudas económicas, poniendo en peligro su derecho a una educación de calidad. Sin los recursos básicos, los estudiantes enfrentan enormes barreras para continuar sus estudios, lo que compromete el futuro académico del país.
Lo más preocupante es que esta situación parece estar consolidando una transformación estructural del sistema universitario, haciendo que el acceso a la educación superior sea cada vez más exclusivo. Hoy en día, solo 17% de los jóvenes de entre 18 y 24 años de edad puede ingresar a la universidad, una cifra alarmante para un país que antes tenía uno de los mejores índices de acceso a la educación superior en la región.
Este colapso universitario refleja una crisis institucional más amplia que afecta el desarrollo económico y social de Venezuela. Las universidades, que históricamente han sido espacios de formación y generación de conocimiento, se encuentran hoy debilitadas, incapaces de aportar la investigación y el talento profesional que el país necesita para enfrentar los desafíos globales.
A corto plazo, es urgente adoptar medidas como la transformación curricular, la reincorporación de profesores jubilados y la internacionalización de las universidades, para fomentar el intercambio académico y mejorar la calidad educativa. Además, es crucial aumentar los salarios del personal universitario y garantizar condiciones de trabajo dignas, ya que sin estos cambios, las universidades no podrán atraer ni retener el talento necesario.
Asimismo, es fundamental democratizar las universidades, respetar su autonomía y garantizar la transparencia en la gestión de los recursos. Las elecciones internas dentro de las instituciones educativas son esenciales para asegurar una gestión participativa y eficaz.
El futuro de Venezuela depende de que sus universidades recuperen su protagonismo como motores de cambio, innovación y desarrollo. Sin ellas, el país corre el riesgo de quedarse estancado en un ciclo de subdesarrollo económico y exclusión social.
Pedro Adolfo Morales Vera es economista, jurista, criminólogo y politólogo.
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