A medida que se acerca el 10 de enero –día en que debe tomar posesión el nuevo presidente de Venezuela para el periodo 2025-2031–, la incertidumbre sobre una posible resolución del conflicto político en el país, lejos de desaparecer, cobra más fuerza.
De momento, parece haber claridad en cuanto al rumbo que tendrá la mayor parte de la comunidad internacional: desconocer, por segunda vez, a Nicolás Maduro como el nuevo mandatario del país. Sin embargo, todavía es bastante tímida la postura internacional sobre si reconocer al opositor Edmundo González Urrutia como el ganador y presidente electo del país tras los resultados de las elecciones del pasado 28 de julio.
Con 7.303.480 votos obtenidos por el candidato de la oposición frente a 3.316.142 de votos de Maduro, según cifras demostradas por González a través de la recolección, digitalización y publicación en internet de 25.073 actas equivalentes al 83,50 por ciento de las mismas, y a falta de que el oficialismo exponga las actas oficiales, la oposición venezolana, encabezada por María Corina Machado, se ha dedicado en los últimos meses a buscar el apoyo de la comunidad internacional.
Entre otros espacios, las actas fueron llevadas al Centro Carter en la OEA, al Senado colombiano y, más recientemente, a los congresos de Chile y Argentina.
Sin esta cruzada, no hubiera sido posible la posición –tardía pero firme– de Estados Unidos, que esta semana reconoció después de cuatro meses a Edmundo González como el presidente electo de Venezuela.
Una postura que, según expertos, tomó vuelo tras la estrepitosa pérdida electoral de los demócratas contra Donald Trump. De hecho, Washington llegó un poco tarde al reconocimiento, pues el parlamento español y europeo ya lo habían hecho en septiembre.
A la reacción de la Casa Blanca, que aseguró que la demora se debía a que esperaban que Maduro cambiara de opinión y aceptara su derrota, se le sumó Italia, cuya primera ministra Giorgia Meloni oficializó el reconocimiento al igual que Ecuador, en cabeza de Daniel Noboa.
De manera llamativa, el presidente francés, Emmanuel Macron, aprovechó la tribuna del Congreso chileno, en su gira por varios países de Latinoamérica, para decir: «En Caracas, estamos presentes con una posición clara: debe haber total transparencia con las elecciones presidenciales de julio pasado», pero no dio el paso de sus vecinos italianos.
“Macron ha servido de interlocutor entre la oposición venezolana y el gobierno, quizás por eso trata de cuidar su discurso y aún no tomar una postura a favor del reconocimiento de Edmundo González”, dijo a este diario una fuente ligada al chavismo.
En todo caso, particularmente, el reconocimiento estadounidense al triunfo de González –exiliado en España tras la dura represión en su contra– brinda un aliento a la oposición cuando parece que muchas cosas dependerán de la actitud que tome la administración de Donald Trump.
El senador Rick Scott se reunió esta semana, de forma telemática, con María Corina Machado y aseguró que “los días de Maduro están contados”.
“Pensamos y queremos creer que vendrá una línea dura contra Maduro. Es un mal negocio no hacerlo, ya que Maduro no cumple los compromisos. ¿Por qué creerle ahora?”, dice a EL TIEMPO Edward Rodríguez, analista y consultor político.
Rodríguez, quien además fue jefe de prensa de Juan Guaidó y jefe de comunicaciones de la Asamblea Nacional, al ser consultado sobre si se repetiría un escenario similar al 2019 cuando Guaidó fue reconocido por más de 60 países como el presidente interino de Venezuela, consideró que, en este momento, “estamos en otra etapa”. “Edmundo González parte de unas elecciones donde la oposición pudo demostrar que ganó una elección”.
Mientras Guaidó juró como presidente basado en el artículo 233 de la Constitución, González lo hace con un respaldo electoral.
“Si bien no veo a González asumiendo como presidente desde el exterior, lo que va a quedar claro es que el gobierno de Maduro tendrá una ilegitimidad de origen muy grande”, comentó una fuente diplomática a este diario.
Al respecto, el mismo González señaló esta semana que espera regresar a su país para juramentarse como presidente y que, de ninguna manera, lo hará fuera de Venezuela.
Y es que de la ilegitimidad de su triunfo son conscientes hasta los más cercanos a Maduro. Colombia y Brasil han insistido en una solución postelectoral, aunque al final no vio luz y causó enojo, aparentemente, más en Brasilia que en Bogotá.
Brasil, en su insistencia de que Maduro presente las actas para demostrar su victoria, lo vetó en los Brics e impidió su ingreso al bloque. Por su parte, Colombia se limitó a declaraciones oficiales en las que insiste que se muestren las actas.
El chavismo se aferra a la fuerza y a alianzas poco amigables
Pese a que Nicolás Maduro se reunió con su homólogo ruso, Vladimir Putin, en medio de la cumbre de los Brics en octubre, eso no le valió para ingresar al bloque del que también hacen parte Brasil, China, Sudáfrica y otros.
Sin embargo, Putin reconoció a Maduro como presidente y lo felicitó por su triunfo electoral.
En otras orillas, Maduro aprovechó la gira de entonces para afianzar su relación con Irán, en su insistencia de amistad con el mundo no occidental.
El líder chavista afirmó que su gobierno abre una nueva etapa en la «poderosa alianza» con Irán tras la firma de nuevos convenios, mientras ambos países cierran filas contra Estados Unidos, su enemigo común.
«Esta décima comisión mixta abre un nuevo capítulo, una nueva etapa integral, poderosa, con un mapa de cooperación», dijo Maduro al cierre de la reunión de la comisión mixta de alto nivel Irán- Venezuela, sin ofrecer detalles de los acuerdos suscritos. «Desde Venezuela y desde Irán decimos no al hegemonismo, no al imperialismo, no al colonialismo”.
La respuesta parece ser una demostración de que no habrá temor ante las decisiones de Trump, aunque esta semana trascendió, según lo dio a conocer el diario The Washington Post, que Maduro envió emisarios a reunirse con representantes del recién electo presidente.
Según el diario, la propuesta de los enviados de Caracas consistía en alivio de sanciones a cambio de aceptar la deportación de migrantes venezolanos, a lo que de inmediato los estadounidenses se negaron.
En octubre del año pasado, después de intensas conversaciones, Caracas y Washington acordaron vuelos de repatriación que fueron suspendidos a principios de año luego de que se impusieran más sanciones a Maduro. En el primer vuelo llegaron 100 venezolanos, pero la ruta era desde México, pues no hay relaciones con Estados Unidos desde 2019.
No obstante, el ministro de Interior y Justicia de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró: “Este pueblo está enfrentando el imperio más perverso y puedo decir que no pueden con nosotros”.
Cabello ha insistido en que no hay diálogo posible con sectores de la oposición. Lo que se sumó al hecho de que la Asamblea Nacional aprobó en primera discusión la ley Simón Bolívar para inhabilitar por 60 años a los opositores, en respuesta a la también llamada ley Bolívar aprobada en el Senado de EE UU para bloquear negocios con cualquier ente o persona que tenga relaciones con Maduro.
En medio de la incertidumbre, posiblemente aclarada después del 10 de enero, hasta las señales que ha dado Donald Trump con los nombramientos en su gabinete “demuestran que vendría una línea dura contra los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, en este caso el que les atañe a los venezolanos y que genera pánico en el entorno de Maduro es la designación del senador Marco Rubio como secretario de Estado”, insiste el consultor Edward Rodríguez.
Para el historiador de la Universidad Central de Venezuela, Pedro Benítez, todo indica que la administración Trump tendrá una línea más dura hacia los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Y al igual que Rodríguez, considera que el “episodio” Guaidó “está descartado” porque incluso el mismo Edmundo González así lo ha dicho. Lo que pareciera que sí va a sucedes es «una cadena de reconocimiento a González como el ganador de la elección presidencial del pasado 28 de julio».
De momento, María Corina Machado sigue en la clandestinidad, según una entrevista reciente concedida a The New York Times, donde señala que en los últimos tres meses no ha visto prácticamente a nadie, pero insiste en que está convencida de su lucha.
Sin embargo, es claro que no podrá permanecer por siempre escondida y menos si Maduro –tal como parece– sigue aferrado en el poder. Situación que además mantiene a más de 2.000 personas presas, entre ellos líderes opositores, sociedad civil que resguardó actas, niños e incluso se habla de unos 300 militares, según fuentes extraoficiales que destacan que está dispuesto a todo para asegurarse seis años más en el Palacio de Miraflores.