Con este artículo quiero retar a nuestra propia memoria histórica sobre errores cometidos por cada uno en diagnósticos errados sobre sociedades de distintos territorios y naciones. Al despedir a un escritor venezolano de nuestros tiempos, Ibsen Martínez, fallecido en Caracas hace sólo un par de días, viene a mí por aquello de que al morir todos dejamos una huella, más grande o más pequeña. Sea hasta por algún rasgo de violencia. Aquellos que por cualquier causa, o casi que sin ninguna sino su propia locura, han tatuado sobre el rostro ajeno una, dejando adolorido a otro ser humano. Ello es intolerable en un mundo que más bien requiere sí de una inmaterial bofetada de conciencia, para despierte ante las graves realidades que estamos viendo acontecer, sin que actuemos para detener a los agresores.
La violencia, siendo parte instintiva de la naturaleza de los seres animales, es una extraña sombra que nos ha acompañado también a buenos seres humanos dotados de raciocinio. En el tránsito vivencial de nuestro crecimiento biológico, psicológico y hasta espiritual, se puede llegar al punto de autodestruirse, o destruir a otras personas. Esos son casos terribles que suceden periódicamente.
La salud mental probablemente será el desafío más importante a entender y atender de la actualidad mundial; cuando falta poco para llegar al año 2025, cuando estaremos completando un cuarto del presente siglo XXI.
¿Todo cuanto ahora acontece tendrá un sentido para el bien futuro?
En Por estas calles, esa telenovela por la que curiosamente fue más conocido el dramaturgo Ibsen Martínez, la violencia descrita en la sociedad venezolana hizo parte de una trama donde el llamado “Señor de la Etiqueta” era el personaje que tomaba la justicia en sus manos para ejecutar a corruptos cual “ángel vengador” frente a las desgracias que iba padeciendo el pueblo, por las carestías de bienes y servicios de primera necesidad, o en general las penurias del quehacer diario que se atribuían a pésimos desempeños de los gobernantes.
Cómo se puede llegar a soluciones requeridas para conseguir una sociedad más equilibrada, para la libertad, la justicia, la democracia y la paz mundial, depende en mucho de una mejor conciencia colectiva que pueda aclarar las mentes que habrán de implementar medidas, muy importantes y muy urgentes, para reemprender un camino de avances y no de retrocesos claudicantes ante el crimen mundial. ¿Qué tienen que decir y hacer hoy presidentes como Joe Biden, Lula y Pedro Sánchez? ¿Qué pueden apoyar Mariano Rajoy y Felipe González?
¡Los sistemas totalitarios que han destruido el tejido social e institucional mundial para la convivencia y el respeto de los derechos humanos, que han armado redes para un enriquecimiento material desaforado, son retos para presidentes, expresidentes y para todos nosotros!
España no debe ni puede permitirse quedar entrampada en, más que dictaduras, mafias del narcotráfico, del lavado de activos, del tráfico humano con la dolorosa vergüenza del tráfico infantil que se incrementa. La pobreza material de los pueblos que emigran constantemente desde periferias marginadas hacia zonas urbanas que les son ajenas y que les terminan por proveer a no pocos de una vida de neoesclavitud y vicios. El presidente Lula Da Silva no debería permitir que ese sea su legado político a Suramérica.
¡60 millones de hispanos en Estados Unidos!
La violencia de la sociedad estadounidense donde niños de 12, 14, 17 años son capaces de empuñar un arma automática de asalto para asesinar a sus pares y maestros en un intento por acabar con el tormento de una psiquis sobrecargada es sólo comparable a las de aquellas donde se ultrajan a mujeres como botín de guerra. No se debe ser cómplice, con el dejar pasar y dejar hacer. Es imprescindible apoyar, en el aquí y el ahora, las soluciones requeridas para conseguir sociedades donde se aplique el Estado de derecho, pero que también se haga más hincapié en las medidas de formación de las conciencias de nosotros los padres, los abuelos, los mayores para exigir y dar atención a nuestros niños y adolescentes. Demasiada promoción de vicios y supuesto disfrute de lo instantáneo y lo supuestamente fácil. Las familias hispanas de bien, venezolanas, que han llegado a Estados Unidos debemos hacer cada vez más aportes a los desafíos de derrotar la insanidad mental que se nos presenta en esta específica nación. A ella debemos aportar nuestra decidida participación de amor y solidaridad para la prevención de la violencia. Sea de género, sea en contra de minorías étnicas, por preferencias sexuales , o por cualquier otra causa como la nacionalidad de origen. Al señalar a Venezuela en sus discursos el expresidente Trump se equivoca.
¿Podemos soñar con una sociedad perfecta?
Depende de nosotros mismos cómo y cuánto más rápido logremos esa conciencia colectiva mundial necesaria. Levantemos nuestra voz para que se dé una conferencia mundial auténtica entre países para el desarrollo humano. Que de una vez por todas hagamos imperar las leyes internacionales contra las mafias y sus transgresores. Depredadores que nos hunden como civilización.
Los oprobiosos sistemas totalitarios se han estado realineando y constituyendo en un bloque que debemos detener. Más inteligencia en la actuación decidida para un mejor orden civilizado mundial. Apostar a una conciencia colectiva que puede y debe arrojar luz para una mayor claridad de las mentes que habrán de gobernar e implementar medidas muy importantes y muy urgentes para iniciar un mejor camino de esperanza que habrá conducirnos a un mundo mejor. Continuos nuevos avances tecnológicos, pero a la par avances en la formación de conciencia ciudadana para manejar el ambiente natural y el social del modo más conveniente a los intercambios para el progreso compartido en nuestro planeta, y no el de retrocesos perniciosos y claudicantes que nos llevan al desastre en zonas que desplazan desesperadas migraciones por la inacción de un mundo tratado de manera irresponsable por los que se dicen líderes, ante el verdadero anhelo del nuevo mundo, imperfecto siempre será, pero mucho mejor al actual. Es con lo soñamos para dejar la huella correcta de amor que merecen los niños y no la de la violencia.