Cuba y Venezuela son hoy un verdadero calvario. Quienes dirigen la orquesta se la pasan requetebién; el resto de sus ciudadanos experimentan una variante del Martirio de San Quintín. No está demás rememorar que San Quintín (m. 287 d. C.) fue un mártir romano y santo católico que fue martirizado en la Galia, a donde viajó como misionero.
Los bajos sueldos que hoy día se pagan en Venezuela son una verdadera desgracia. A los hechos nos remitimos: son muchos los compatriotas con formación de alto nivel que tienen ingresos mensuales que no superan los 20 dólares norteamericanos, monto que no alcanza para comprar comida para una semana. Y no hablemos de las necesidades médicas de muchos otros compatriotas, quienes también están condenados de antemano a una vida más corta. Esa es nuestra triste realidad.
¿Qué podemos hacer ante ese terrorífico panorama? Lo real, lo verdadero está a la vista de todos: muy poco ya que el pueblo venezolano no está armado. De la anterior situación deriva la imposibilidad de una confrontación a sangre y fuego con la dictadura y su equipo protector cubano. Lo insólito de esto último es que Cuba experimenta desde hace años una terrible depresión económica que empuja a muchos de sus ciudadanos a emigrar a los Estados Unidos.
Es muy cierto que Venezuela no es una prioridad urgente para Estados Unidos, pero la verdad es que una conducta tibia de su lado siempre tendrá implicaciones contraproducentes para su prestigio como defensor indispensable de la causa democrática en Latinoamérica. Esa es una realidad que la nueva presidente (o presidente, si fuera el caso) de Estados Unidos debe tener presente. El refranero popular está cargado de buenos ejemplos; basta destacar uno de ellos: “hoy por ti, mañana por mí”. Dicho en otras palabras, está bien ayudarse y complacerse unos a otros, sin perder de vista que es importante tener siempre presente la correspondencia.
Queramos o no, la realidad que trae el cambio siempre estará frente a nosotros. Es por ello que los seres humanos y los país en general deben estar preparados para lo que es inevitable. Aquí y ahora los venezolanos vivimos tiempos difíciles y mucho peor la están pasando los cubanos. Más tarde o más temprano volverán los buenos tiempos en ambos países. La historia de la humanidad está llena de esas experiencias. Así, los luchadores que dan el todo por el todo y no están dispuestos a claudicar siempre harán acto de presencia. Es entonces inevitable que en algún momento el triunfo democrático se haga presente. Que nadie lo dude entonces: ese día llegará, llegará, llegará… Tengamos fe puesto que ella es la certeza de lo que se espera.