Las señales de una posible recesión en Estados Unidos comienzan a intensificarse mientras las políticas económicas y comerciales del presidente Donald Trump generan un creciente escepticismo entre economistas, inversionistas y ciudadanos. Tres recientes análisis destacan el deterioro de algunos indicadores clave y el temor latente a un enfriamiento de la economía.
Desde la Casa Blanca, el presidente Trump ha empezado a preparar el terreno ante un posible declive económico, refiriéndose a esta etapa como un “período de transición” necesario para implementar su visión económica. Sin embargo, las cifras no acompañan el optimismo. El modelo en tiempo real de la Reserva Federal de Atlanta proyecta un decrecimiento del producto interno bruto (PIB) del -1,8% para el primer trimestre de 2025. De confirmarse, sería la peor contracción trimestral desde el año 2020.
A esta proyección se suma un dato alarmante: la confianza del consumidor ha caído a su nivel más bajo desde 2022, lo cual refleja una percepción negativa sobre el rumbo económico. Aunque la tasa de desempleo se mantiene en un 4,1%, considerado aún saludable, el mercado laboral muestra señales de fragilidad. Este panorama ha impulsado a los inversionistas a buscar refugio en activos más seguros, llevando el precio del oro a un récord histórico de 3.000 dólares por onza troy.
Uno de los elementos más debatidos es el impacto de las recientes decisiones de Trump en materia económica. Entre ellas destacan nuevos aranceles comerciales y el despido masivo de empleados federales, medidas que algunos expertos consideran riesgosas. Aunque ciertos análisis sostienen que estas políticas podrían frenar el crecimiento del PIB, también señalan que es poco probable que, por sí solas, provoquen una recesión inmediata en los próximos dos años.
No obstante, el tono general entre los analistas es de cautela. A pesar de que no existe consenso sobre si Estados Unidos entrará en recesión, hay un reconocimiento claro de que la economía atraviesa un momento de vulnerabilidad, alimentado por decisiones políticas que podrían tener efectos duraderos.
En resumen, el debate sobre el rumbo económico de la nación se intensifica, con una creciente preocupación sobre las consecuencias de una estrategia que, según sus críticos, podría estar minando la estabilidad a largo plazo.