“Es un momento que te cambia la vida cuando miras la EEI en la eternidad del universo; ves esta pequeña burbuja de vida, un microcosmos de creatividad humana en la oscuridad”, afirma.
Después de un duro día de trabajo es tiempo de cenar. La comida es mayormente reconstituida y se encuentra en paquetes que se separan en diferentes compartimentos por nación.
“Era como comida de camping o raciones militares. Era buena, pero podría ser más sana”, dice Stott.
“Mi favorito era el curry japonés o los cereales y sopas rusas”, agrega.
Las familias envían a sus seres queridos paquetes de comida extra. “Mi marido y mi hijo eligieron pequeños caprichos, como jengibre cubierto de chocolate”, explica.
La tripulación comparte la comida la mayor parte del tiempo.
Los astronautas son preseleccionados por atributos personales -tolerantes, relajados, tranquilos- y entrenados para trabajar como un equipo. Eso reduce la probabilidad de conflicto, explica Sharman.
“No se trata sólo de aguantar el mal comportamiento de alguien, sino de denunciarlo. Y siempre nos damos metafóricas palmaditas en la espalda para apoyarnos mutuamente”, afirma.
Ubicación, ubicación, ubicación
Y al final, la cama nuevamente, y tiempo para descansar después de un día en un ambiente ruidoso (los ventiladores funcionan constantemente para dispersar las bolsas de dióxido de carbono para que los astronautas puedan respirar, por lo que es tan estridente como una oficina muy ruidosa).
“Podemos dormir ocho horas, pero la mayoría de la gente se queda pegada a la ventana mirando a la Tierra”, afirma Stott.
Los tres astronautas hablaron acerca del impacto psicológico de ver su planeta a 400 km en órbita.
“Me sentí muy insignificante en la inmensidad del espacio”, dice Sharman. “Ver la Tierra con tanta claridad, los remolinos de nubes y los océanos, me hizo pensar en las fronteras geopolíticas que construimos y en cómo en realidad estamos completamente interconectados”.
Stott dice que le encantó vivir con seis personas de diferentes países “haciendo este trabajo en nombre de toda la vida en la Tierra, trabajando juntos, averiguando cómo hacer frente a los problemas”.
“¿Por qué no puede ocurrir lo mismo en nuestra nave espacial planetaria?”, se pregunta.
Eventualmente todos los astronautas deben dejar la EEI, pero estos tres dicen que volverían sin pensarlo.
No entienden por qué la gente piensa que los astronautas de la Nasa Suni Williams y Butch Wilmore están “atrapados”.
“Soñamos, trabajamos y nos entrenamos toda la vida esperando una estancia prolongada en el espacio”, dice Hadfield. “El mayor regalo que se le puede hacer a un astronauta profesional es permitirle quedarse más tiempo”.
Y Stott dice que al abandonar la estación pensó: “Van a tener que tirar mis manos arañando de la escotilla. No sé si voy a poder volver”.