Han pasado dos décadas desde que Alemania se quitó la etiqueta de “hombre enfermo de Europa”, pero la frase está volviendo.
Como si de un maleficio se tratara, a Alemania todo lo que le podía ir mal en los últimos tiempos, le fue pésimo.
Por BBC Mundo
Su industria sufre el retroceso más largo de su historia -superando incluso la crisis financiera de 2008-, sus exportaciones se enfrentan a una competencia salvaje en el mercado global y su crecimiento, dicen los economistas, esquivó la recesión solo gracias a un tecnicismo formal.
En el Foro Económico Mundial de Davos, el ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, negó que estos problemas convirtieran a Alemania en el “hombre enfermo” de Europa.
Pero, según los economistas, la debilidad de la economía más grande de Europa deja al descubierto problemas estructurales que no podrán resolverse a corto plazo.
El primero es el de la energía. Su precio no sólo afecta a los costes de las empresas y a su competitividad internacional. Los consumidores también sufren la dentellada de unos precios más altos que van desde el arroz a la gasolina.
“Que ahora mismo, mientras tú y yo estamos hablando, por el Nord Stream no pase ni un milímetro cúbico de gas, es inconcebible para Alemania”, explica el economista y profesor del IESE Business School, Javier Díaz-Giménez.
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