Desde finales de abril entró en vigor en Chile la ley de 40 horas de trabajo semanales, una de las legislaciones estrella del gobierno del izquierdista Gabriel Boric.
Su implementación total será paulatina. Ahora los chilenos con empleos formales trabajarán 44 horas semanales, frente a 45 horas antes. En 2026 está prevista la reducción a 42 horas semanales y en 2028 será obligatorio para todas las empresas implementar la semana laboral de 40 horas. No obstante, cualquier empresa puede adherirse voluntariamente a la medida antes de esta fecha.
Chile se sitúa de esta forma entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), mirando a lugares como Europa donde las jornadas de 40 horas son una realidad, existen también semanas de 35 horas y, en algunos casos, comienzan a implementarse semanas laborales de cuatro días laborales y tres de descanso, algo a lo que también permite acogerse la ley chilena.
Solo Venezuela y Ecuador cuentan con una legislación similar en América Latina, una región marcada por las extensas semanas laborales de 48 horas de media.
Mayor conciliación de la vida laboral con la personal y más tiempo para dedicar a amigos y familia están entre las principales ventajas de esta norma, en las que algunos ven también mayor incentivo para una mayor productividad, uno de los principales escollos que enfrenta el mercado laboral chileno.
“Los beneficios son muchos, más tiempo para trámites personales, no andas pensando en el trabajo todo el día, no llegas cansado y tienes tiempo para dormir bien, es en definitiva, mayor calidad de vida”, explicó a la Voz de América desde la ciudad de Temuco, al sur de Santiago, Mauricio Urrutia, un abogado de 38 años que se unió recientemente a una empresa donde ya rigen las 40 horas. Ahora puede pasar más tiempo cuidando a su padre enfermo u ocupándose de cosas personales, dijo. Antes salía del trabajo cuando ya estaba todo cerrado.
“Produces más porque debes estar al día en el trabajo, requiere que estés más enfocado, te concentras más ya que debes avanzar en un tiempo determinado, lo que significa mayor productividad», dijo Urrutia. Antes a veces estaba tan cansado que tenía menor rendimiento, agregó.
La empresa de telecomunicaciones de Santiago donde trabaja María José Olavarria implementó a comienzos de este abril la normativa y pasó de 45 directamente a 40 horas. Esta jefa del departamento de ingeniería reconoce que aún debe acostumbrarse “a hacer todo en menos tiempo” y se le hace corta la jornada laboral, especialmente la tarde. Aunque del lado positivo, llega antes a casa y puede pensar en hacer deporte, una tarea pendiente en su lista desde hace tiempo. Aún está en etapa de adaptación, dijo.
No todo el mundo tiene claro que 40 horas siempre sea sinónimo de mayor productividad.
“Esto es una posibilidad pero no lo vamos a saber hasta que efectivamente podamos medir y las empresas vayan viendo si incrementa la productividad de los trabajadores”, dijo Carmen Cifuentes, economista del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales (CLAPES) de la Universidad Católica.
Cifuentes señaló también que la ley solo aplica para trabajadores formales y deja fuera a un 27% de los trabajadores informales en Chile, según las últimas estadísticas.
La ley también conlleva costos, ya que al reducir la jornada laboral y mantener las remuneraciones se incrementa el salario por hora del trabajador, explicó Cifuentes. El aumento del costo laboral puede tener distintos impactos en función del tamaño de la empresa, agregó.
“Mientras que las pequeñas o medianas empresas podrían verse obligadas a despedir o reducir su contratación, las grandes empresas podrían optar por reducir costos incrementando la automatización”, y aprovechando para introducir componentes como la inteligencia artificial, señaló la analista.
La ley se aprobó en abril de 2023 y fue recibida como un “hecho histórico” y un paso importante para mejorar el bienestar de los chilenos y la cohesión social por parte del empresariado chileno, dijo entonces Ricardo Mewes, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC).
Pero algunas opiniones han cambiando a medida que llegó la implementación de la norma, un año después de aprobada. La polémica se instaló en las últimas semanas cuando, ante la circulación de rumores de que algunas empresas planeaban dividir la hora otorgando, por ejemplo, 12,5 minutos diarios más a la hora de comer, la Dirección del Trabajo emitió un dictamen que obliga a las empresas en esta primera etapa a reducir una hora de trabajo íntegra en un día de la semana, no fraccionada.
Esta ley “se venía discutiendo desde 2017, que costó mucho llegar a un acuerdo y que es deber, de quienes suscribimos este acuerdo, empleadores, trabajadores y gobierno, procurar su implementación de una forma adecuada y no de una forma que suponga una burla al espíritu de la legislación”, señaló la ministra de trabajo, Jeanette Jara, al anunciar el dictamen.
El propio Mewes criticó recientemente esa medida, afirmando que la progresividad para ir reduciendo la jornada implicaba algo distinto en función de las características de la empresa. La Cámara de Comercio de Santiago (CCS) afirmó que la Dirección del Trabajo “interpreta de manera restrictiva la reducción de la jornada máxima semanal, limitándola a una disminución total de una hora”, algo que “no queda establecido en la propia ley”.
“Las empresas han realizado un análisis de su estructura organizacional, evaluaron el impacto de la reducción de la jornada para su modelo de negocio, tomaron decisiones respecto a la operación y realizaron cambios en los contratos de trabajo para cumplir lo requerido”, afirmó María Teresa Vial, presidenta de la CCS.
La Cámara y el Ministerio de Trabajo acordaron a finales de abril una mesa de apoyo sobre la implementación de esta norma y salvar así sus diferencias de interpretación.
Algunas empresas piloto ya se han acogido de forma voluntaria a las 40 horas y llevan desde hace un año con una reducción de jornada, que ha transformado la vida de sus trabajadores y la cultura laboral de la empresa.
Sandra Sepúlveda, gerente administrativa y de finanzas de la Fundación Cultural La Moneda, una de las empresas en las que la medida rige desde 2023, dijo que como resultado ha mejorado “la calidad del trabajo y el ánimo de sus trabajadores”, así como el clima laboral.
Carmela González, empleada desde hace siete años de la fundación, dijo que trabajar menos horas ha beneficiado su salud, ya que padece una enfermedad de corazón y ahora “vive menos estresada”.
Para Álvaro Giraud, la jornada de 40 horas semanales fue uno de los incentivos para aceptar el trabajo de anfitrión del centro. Afirma que le cambió la vida.
Chile ha comenzado una transición cultural hacia una sociedad donde se valora más trabajar para vivir, lo que va a hacer que haya “menos estrés y depresión”, dijo Sepúlveda.
Reporte de Patricia Luna para VOA
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