Que los libros sean tan accesibles como el agua es la premisa que mueve a los impulsores de las pequeñas librerías gratuitas o Little Free Library, un movimiento que surgió en Estados Unidos y se ha ido extendiendo a otros países de la región y del mundo.
El Director Ejecutivo de Little Free Library, Greig Metzger, dijo en entrevista con la Voz de América que aunque no tienen «una estrategia organizada» en América Latina, sí están apoyando a «embajadores internacionales» de países como México y Brasil, donde «ya existen bibliotecas activas».
Metzger reconoció no obstante que la mayor cantidad de estas bibliotecas para compartir están en países de habla inglesa, como Canadá, Australia y Gran Bretaña.
«Estamos abiertos a ampliar nuestra red donde haya interés», dijo Metzger a la VOA.
La iniciativa es muy sencilla de replicar: consiste en colocar libros en un pequeño librero de madera que se ubica en los jardines de las casas y que contiene una variedad de textos para todas las edades. Las personas suelen tomar un libro y dejar otro. De este modo, los textos circulan fácilmente. Este intercambio gratuito de volúmenes tiene el objetivo de fomentar la lectura en las comunidades.
Cada biblioteca de estas tiene un toque único y personal, ya que las mismas personas son las que las construyen, decoran y también deciden qué libros compartir, haciendo de cada casa un reflejo de la diversidad de gustos y culturas de la comunidad a la que pertenece.
Origen de las Little Free Library
Esta iniciativa fue creada en 2009 por el amante de los libros Todd Bol, en Hudson, Wisconsin.
Lo que comenzó como un pequeño proyecto de intercambio de libros locales, rápidamente se transformó en un movimiento de alfabetización global.
Hoy en día, Little Free Library es una organización sin fines de lucro con sede en Minnesota, cuyo objetivo es inspirar a los lectores y ampliar el acceso a los libros a través de estas pequeñas instalaciones.
Actualmente, hay más de 190.000 bibliotecas registradas en todo el mundo, repartidas por 120 países en todos los continentes.
Más de 400 millones de libros fueron compartidos hasta la fecha a través de este movimiento, aunque sus creadores explican que en verdad es imposible saber con exactitud cuántas de estas pequeñas bibliotecas existen debido a que muchas personas deciden instalarlas, pero no las registran oficialmente.
Librerías convertidas en pequeñas galerías de arte
Aunque el foco principal de Little Free Library son los libros, la iniciativa también ha inspirado otros tipos de intercambios comunitarios.
Sid Edelmann, un jubilado estadounidense, decidió durante la pandemia abrir su propia versión: una Art Little Library o pequeña biblioteca de arte, ubicada en su vecindario de Tenleytown, en Washington.
Su proyecto incluye una exhibición visual, una instalación de audio y una pizarra donde los vecinos pueden dibujar y expresar su creatividad. Además, la casita de arte está equipada con lápices de colores y otros materiales artísticos para poder participar en una simple caminata por el barrio.
«Durante la pandemia vi a muchas personas creando desde sus casas: pintando, dibujando y haciendo todo tipo de cosas», cuenta Sid. «Pensé que sería una buena idea crear una pequeña galería donde pudieran mostrar su trabajo a los vecinos».
Sid relata que la participación ha sido sorprendente. «El participante más pequeño tenía un año, y el mayor, 90. Incluso recibimos una vez una obra de arte hecha por un gallo. Una familia tenía un gallo que pintó con sus patas, ¡Fue increíble! Además, incluyeron poemas y textos sobre el animal».
El crecimiento imparable de las pequeñas bibliotecas
El alcance de Little Free Library no se limita a unas pocas ciudades. Las pequeñas bibliotecas se pueden encontrar en todos los rincones del mundo, de acuerdo con los impulsores de la idea.
Para aquellos interesados en encontrar una biblioteca cerca de su ubicación, la organización creó un mapa oficial que muestra todas las bibliotecas registradas.
Sin embargo, la magia de este movimiento reside en su naturaleza orgánica y en la capacidad de adaptarse a las necesidades e intereses de cada comunidad.
El éxito del movimiento de las pequeñas bibliotecas fue destacado en diversas oportunidades, ya que la organización recibió el Premio Mundial de Alfabetización así como el reconocimiento de la Biblioteca del Congreso y la Fundación Nacional del Libro de Estados Unidos entre otras distinciones.
El Director Ejecutivo de Little Free Library, Greig Metzger, explicó a la VOA que el mayor desafío que enfrentan en la actualidad para expandir la organización es la falta de voluntarios.
«Nuestro principal reto es encontrar voluntarios que se conviertan en guardianes de las bibliotecas. Aunque no requieren mucho tiempo, es necesario un esfuerzo constante para mantenerlas activas y accesibles. Dependemos mucho de la dedicación de la comunidad, lo que es a la vez una fortaleza y un desafío», expuso.
Dijo no obstante que cada vez más organizaciones usan estas bibliotecas como herramientas para apoyar sus propias misiones. «Por ejemplo, escuelas, sistemas de bibliotecas y organizaciones comunitarias las integran en sus programas para fomentar la lectura, especialmente en áreas con acceso limitado a libros».
Metzger dijo que siguen entusiasmados de inspirar a otras personas.
«Compartir en la comunidad ha existido durante siglos, no es un concepto nuevo. Lo que hemos hecho es darle un nombre y agregar valor al ser parte de la red. Vemos otras iniciativas como las despensas de comida pequeñas, que también son comunes, aunque es lamentable que vivamos en un mundo donde eso es necesario. Pero no organizamos, ni coordinamos esos esfuerzos», remarcó.
Sobre el futuro del movimiento, Metzger insistió en que confía en que seguirá ampliándose. «Creemos que el acceso a los libros debe ser tan común como el acceso al agua (…) Seguimos expandiéndonos para llevar más libros a más personas», concluyó.
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