“Por lo que he hablado con su familia, Meyer se carteaba con sus primos y uno de ellos, Lucio Baldó, lo convenció de que se regresara«, explicó el biógrafo.
«Seguramente le habrá dicho que gracias al petróleo la economía venezolana estaba creciendo”, agregó.
En sus primeros años en Venezuela el aviador trabajó como profesor y administrador de una hacienda en Caracas.
En un evento social conoció a Florencio Gómez Núñez, uno de los hijos del general Juan Vicente Gómez, quien gobernaba el país con puño de hierro. El hijo del “Benemérito” fue uno de los impulsores de la fundación de la Fuerza Aérea Venezolana en 1920.
“Gómez Núñez era un apasionado de la aviación y, gracias a la amistad que entabló con él, Meyer ingresó a la Fuerza Aérea, con el rango de inspector e instructor, en 1931. Esto, a pesar de las objeciones que había en la época”, afirmó el coronel (r) César Sánchez.
¿Qué reparos había para que el veterano de la Gran Guerra ingresara a la novísima institución?
“La primera era precisamente su pasado: había servido a una potencia extranjera. Y la otra era que estaba un poco ido del vuelo (desentrenado). Meyer tenía más de una década sin volar y la tecnología había avanzado mucho”, agregó el expiloto militar y ahora profesor de derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Otro obstáculo era el Tratado de Paz de Versalles de 1919, el cual restringía la incorporación de los militares de las potencias derrotadas, entre ellos los alemanes, en cualquier otra Fuerza Armada (artículo 179).
alemanes, en cualquier otra Fuerza Armada (artículo 179).
No obstante, el respaldo de Gómez le abrió las puertas a Meyer y el gobierno venezolano lo envió a Estados Unidos para actualizarse y adquirir conocimientos que permitieran consolidar a la institución, que entonces era una dependencia del ejército.
Una demostración que terminó en tragedia
Pese a su probada experiencia y a su nueva formación, las autoridades militares no querían que Meyer volara y lo preferían en tierra sirviendo de ejemplo para los cadetes. No obstante, el oficial en más de una ocasión desobedeció y esto lo condujo a su muerte.
A primera hora de la mañana del 27 de noviembre de 1933 el aviador, junto al mecánico Héctor Arias, abordó en la ciudad de Maracay, a unos 100 kilómetros al oeste de Caracas, un Sterman C-3B, un avión biplano usado en la época para el entrenamiento de pilotos.
Y al realizar unas piruetas muy violentas el plano superior de la aeronave se desprendió y éste entró en barrena estrellándose contra el suelo. Los ocupantes murieron en el acto.
“El avión tenía una falla en su estructura y él no lo sabía”, afirmó Balladares.
La muerte de Meyer trascendió más allá de las fronteras venezolanas. Así el entonces jefe de la aviación nazi, Hermann Göering, envió una delegación a rendirle honores.
“Con emoción, por unirme al caído lazos estrechos de amistad y de sangre (…) os pido señores, que me acompañen inclinándose conmigo ante quien cumplió siempre su deber de soldado, acudiendo valerosamente entonces a defender su patria alemana y muriendo ahora al servicio de su patria venezolana”, fue el mensaje del entonces jefe de la Luftwaffe, reseñó la prensa local en la época.
“Él es un orgullo nacional (…) es el único as (de combate) que tiene Venezuela”, afirmó su biógrafo.
En similares términos se pronunció Sánchez, quien recordó que “la Aviación Militar tiene una condecoración al mérito llamada Carlos Mayer Baldó y varias dependencias de la institución han sido bautizadas en su honor”.