A comienzos del siglo XXI empezó a circular en las redes sociales el enigmático acrónimo “BRIC” gracias al economista Jim O’Neill, del banco Goldman Sachs, quien lo introdujo para referirse a las economías en aquel tiempo emergentes -Brasil, Rusia, India y China-, las cuales, según O’Neill, mostraban un crecimiento acelerado y potencial para influir significativamente en la economía global[1].
Para 2006, estos cuatro países comenzaron a reunirse oficialmente y, en 2009, celebraron su primera cumbre en Ekaterimburgo, Rusia, con el objetivo de establecer una cooperación más estructurada. Cuatro años después, en 2010, Suráfrica se unió al grupo, convirtiéndose en el quinto miembro y cambiando el nombre a “BRICS”. A partir del 1° de enero de 2024, Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos serían miembros formales. No obstante, el presidente argentino Javier Milei informó su retiro del bloque y Arabia Saudita aún no ha formalizado su adhesión, la cual sigue considerando.
A diferencia del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que fueron creados en la Conferencia de Bretton Woods en 1944 y operan bajo acuerdos internacionales formales con estructuras y un marco regulatorio, el BRICS no tiene un convenio fundacional o estatutos de funcionamiento, sino que se basa en acuerdos de colaboración voluntarios, sin compromisos financieros formales ni una estructura institucional con poder decisivo sobre sus miembros, especialmente en un Memorándum de Entendimiento (MoU) firmado en 2015 para crear un marco legal básico de cooperación.
El objetivo principal de BRICS es construir un orden mundial multipolar que, afirman sus voceros, represente mejor los intereses de las economías emergentes y crear alternativas a las instituciones financieras tradicionales, por lo que en 2014 fundaron el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), una entidad que financia proyectos de desarrollo sostenible e infraestructura en países en desarrollo.
Por otra parte, BRICS ha ampliado sus objetivos en la cooperación económica y financiera, y en los últimos años ha explorado la creación de una moneda común para reducir la dependencia del dólar estadounidense en el comercio entre sus miembros. Igualmente, ha ampliado el número de países afiliados y durante la XVI Cumbre en Kazán (Rusia) el BRICS recibió a Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam como miembros asociados.
Como se observa, se trata de una organización que si bien nació a principios de siglo, ha ido captando afiliados que han hecho crecer la membresía, lo que no libra al grupo de enfrentarse a la creciente competencia económica y geopolítica, lo que hace prever que su éxito dependerá de la capacidad de sus miembros para trabajar juntos en un objetivo común, manteniendo su soberanía. Hay que tener presente que las diferencias culturales, sociales y políticas -como dictaduras y democracias entre sus miembros- constituyen un reto significativo para la cohesión y efectividad del BRICS, particularmente en sus aspiraciones a desempeñar un papel crucial en el reequilibrio de las relaciones internacionales.
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