Al analizar un poco el recorrido de nuestros últimos años, ciertamente nos ha correspondido transitar diversas experiencias como sociedad, como ciudadanos y comunidad. Tal vez hace algunas décadas nadie pensó que un país con tantas riquezas materiales en términos de sus recursos naturales, además de la riqueza de su talento humano expresado en una sociedad y país plagado de profesionales formados en nuestras universidades, a lo cual se le suma la riqueza espiritual del pueblo venezolano, podríamos recorrer caminos aciagos.
Venezuela literalmente se convirtió en un laboratorio monumental por la presencia de una vastedad de fenómenos sociales, culturales, políticos y demás. Claro está, muchos fenómenos regresivos o negativos si evaluamos las carencias que buena parte de la población vienen registrando, un auténtico círculo vicioso al padecer deterioros en el acceso a la salud, a la justicia, a la educación, a no sólo buenos empleos sino igual buenos salarios, poder adquisitivo y capacidad de ahorro prácticamente pulverizados por los bajos salarios y alta inflación, pero además las carencias de nuestra población nunca fueron tan evidentes y considerables al extremo de encabezar las estadísticas de variados informes que miden calidad de vida, satisfacción de demandas, servicios públicos, acceso a la justicia, corrupción, etc., etc., donde ocupamos lugares deplorables.
Sin embargo, más allá de mirar este pasado cercano o este presente cargados de incertidumbres, nos corresponde como sociedad y como ciudadanos revisarnos, formularnos muchas interrogantes desde el punto de vista de que de alguna manera hemos sido corresponsables de la crisis actual que tiene una multiplicidad de facetas, aristas y ramificaciones y que trastocan literalmente la vida de cada venezolano.
Lo hemos dicho y repetido que la historia de este gran país pudo ser otra, una historia de progreso, crecimiento, desarrollo, pero fundamentalmente una sociedad pujante, unificada en torno a metas, un Estado más responsable, unos partidos serios, una clase no sólo política ubicada en los partidos políticos proba, coherente y responsable, sino además una dirigencia en el resto de las instituciones seria, responsable y a la altura de los grandes cambios y desafíos que un país como Venezuela venía y sigue reclamando y que en su conjunto sector público y privado remaran en una misma dirección, cuyos esfuerzos se traduzcan en una sociedad y ciudadano no sólo con mejores niveles de vida, y por ende, con más satisfacciones y felicidad individual y colectivamente hablando.
La diáspora y éxodo es uno de tantos indicadores que reflejan o expresan la búsqueda de opciones, oportunidades y demás de esa millonada de venezolanos que por variadas razones opte por irse, fenómeno este nunca antes registrado en nuestra historia y que no puede interpretarse positivamente
La sociedad venezolana ha estado confrontada en estos últimos años a situaciones muy diversas, muchas injustas y degradantes a la condición humana. Hay una deuda enorme no sabemos si pagable o impagable y esa deuda es de parte del Estado venezolano y fundamentalmente de su clase política que tanto en el gobierno como en la oposición ha fallado, no dio la talla. Nada justifica los retrocesos que hemos experimentado y que nos distancian de países vecinos que ni poseer riquezas materiales y naturales han experimentado el desarrollo y progreso de sus naciones y sus ciudadanos.
Ojalá podamos sacar algunos aprendizajes de todo lo vivido. La inmensa mayoría de los venezolanos seguimos apostando al progreso, al desarrollo, al cambio, a la mejora en todos los términos, a recuperar a ese país que extraviamos y que eclosionó, se desorbitó y tocará volver a parirlo sobre valores, esfuerzo, valor agregado, educación, esfuerzo, probidad y demás. Veremos…
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