Algunas de sus obras de los años noventa —tan bellas como poco discutidas— evidencian cómo sus hábiles manos transformaron los metales más corrientes en oro simbólico. Ahí su gran contribución al realismo mágico pintado
Por ALBERTO FERNÁNDEZ R.
El historiador Tomás Straka asegura que entre los años veinte y los noventa, en lo que —parafraseando a su colega británico Eric Hobsbawm— denomina el “siglo xx corto” venezolano, se produjo una “explosión de creatividad” que actualmente despierta un creciente interés entre académicos y especialistas dentro y fuera del país (1). Además, explica que la puesta en valor a nivel internacional de la obra, muchas veces excepcional, de los referentes de la modernidad artística local es el resultado más destacado de dicho proceso de redescubrimiento. Con ello se refiere a las importantes exposiciones retrospectivas que instituciones estadounidenses dedicaron a Gego y Alfredo Boulton entre 2023 y este año. Resulta inevitable que de las oportunas reflexiones de Straka se desprendan otras; es la cadena lógica del conocimiento. Así, entre esas consideraciones colaterales, podría señalarse cómo los investigadores e historiadores del arte tienen en Venezuela un campo de trabajo fértil, tanto por su riqueza como por lo incipiente de su exploración; son más los creadores que esperan a que su legado intelectual sea revisado de manera comprehensiva. El caso de Alirio Oramas (1924-2016) bien lo ejemplifica. Ese “siglo xx corto” es también el marco temporal en que este artista formuló su heterogénea obra, la cual constituye parte significativa de tal “explosión de creatividad” insuficientemente narrada.
La reconstrucción de su trayectoria profesional revela su papel protagónico en el desarrollo de la escena local. Junto a Oswaldo Vigas, Mario Abreu, Régulo Pérez, Marius Sznajderman y Humberto Jaimes Sánchez, Oramas fundó el decisivo Taller Libre de Arte en 1948. Es imposible abordar la producción artística venezolana del “siglo xx corto” sin tener en cuenta el trabajo de esta asociación cultural, que fue fundamental en el proceso de filtración de las ideas artísticas internacionales en el medio caraqueño. Oramas estuvo activo en el Taller hasta que viajó a Europa para continuar su formación luego de ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1951. Se estableció inicialmente en París y entró en contacto con la abstracción. Tras volver al país en 1956, fue invitado por Carlos Raúl Villanueva a participar en su proyecto de “Integración de las Artes” en la Ciudad Universitaria de Caracas y realizó cuatro murales abstracto-geométricos en el campus universitario. Su espíritu renovador, típicamente moderno, lo hizo abandonar la geometría hacia el final de la década e integrar nuevos talleres y movimientos de vanguardia en los años siguientes. Pero a diferencia de sus compañeros de generación, siendo un artista ya maduro, Oramas también se interesó por las propuestas de esos jóvenes que buscaban sus fuentes en Nueva York y no en París. Durante los años ochenta, llevó a cabo instalaciones y una serie de acciones que lo acercan a las propuestas conceptuales.
Es interesante que tan ecléctica producción no carece de hilo conductor. Félix Suazo acierta en señalar cómo lo esotérico atraviesa la obra de Oramas, desde sus pinturas hasta sus acciones (2). No es un dato menor. En Venezuela, en esencia, la figuración de posguerra fue más social que fantástica; siendo su modelo la pintura comprometida políticamente de Jacobo Borges. Y esto fue así pese a que el país, con seres mitológicos como María Lionza o José Gregorio Hernández, en donde la santería deja escenas tan sorprendentes como las captadas por la fotógrafa Cristina García Rodero, bien pudo ser inspiración para el realismo mágico escrito por Gabriel García Márquez y pintado por Frida Kahlo, Wilfredo Lam, Alejandro Obregón o Fernando de Zsyszlo. De ahí la urgencia de revisar las imágenes real-maravillosas de Oramas, que lo emparentan con una de las principales corrientes artísticas latinoamericanas, la única con la que se identificaba a la región fuera de sus fronteras, antes de la oportuna revisión de las geometrías modernas suramericanas.
Oramas no estuvo solo. Ningún artista, por muy genio que parezca, lo ha estado. Olwaldo Vigas y Mario Abreu lo precedieron, y con resultados entonces más notables, en la formulación de un arte vinculado a lo mítico, lo vernáculo y lo fantástico. Este dato tampoco es menor. Juan Carlos Palenzuela reseñó cómo los integrantes del Taller Libre de Arte, entre los que estaban estos tres artistas, tuvieron contacto con Alejo Carpentier, uno de los principales autores de ese realismo mágico escrito, que estuvo exiliado en Caracas entre 1945 y 1959 (3). Vigas pintó sus conocidas brujas, esas logradas reinterpretaciones de la Venus de Tacarigua, tal vez, la más bella pieza cerámica entre toda la cultura material prehispánica encontrada en Venezuela. Mientras que Abreu ensambló sus cajas mágicas, en las que convierte objetos triviales, mediante procesos de resignificación a los que los somete, en objetos rituales.
Otro aspecto interesante de la historia de Oramas es que, en la medida en que envejece, su quehacer se revela más ingenioso. Dicha situación tampoco fue común entre sus compañeros de generación, sin ser un hecho excepcional en el mundo del arte. En este sentido, y siempre guardando las proporciones, su caso podría compararse al de Claude Monet, Louise Bourgeois o la misma Gego. En los años noventa, Oramas enunció una serie de obras como El oro filosofal (1995) y El cucharón dorado (1998), en las que se asumen como una suerte de rey Midas del trópico. Es decir, en esas piezas tan bellas como poco discutidas, manipula de tal manera los metales más corrientes que se transforman en un oro (simbólico), tan enigmático como ese que fundamenta el mito de El Dorado e, incluso, tan valioso como aquel que se vende por lingotes. No se trata de una traducción de imágenes como en Vigas, ni de la producción de amuletos sagrados como en Abreu. La contribución capital de Oramas al realismo mágico pintado, o esculpido, es su acertada concepción del arte como alquimia.
Referencias
1 https://revista.drclas.harvard.edu/reticularea-with-a-bullfighter-in-the-background/ Consultado por última vez: 18/08/2024.
2 Félix Suazo, “Alirio Oramas: entre la pintura y el cuerpo”, en: Alirio Oramas: Del misterio a las revelaciones, Catalogo de exposición, Galería de Arte Nacional, Caracas, 2006, p. 23
3 Juan Carlos Palenzuela, “Taller Libre de Arte”, en: ArtNexus, No. 28, Abril-Junio, 1998.
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