
Foto: IESA
Cuando la atención de todos parece necesariamente volcada a la sobrevivencia y asaltada por medidas y decisiones que no hacen sino acentuar a nivel mundial una conciencia de caos e inestabilidad, alivia constatar la presencia de personas y grupos ocupados en pensar sobre lo esencial: la educación, la generación de posibilidades de crecimiento, de soluciones que tocan el desarrollo de la persona, de sus talentos y potencialidades, de su relación con la tecnología, la innovación, el trabajo, conductas que, lejos de alimentar la desesperanza, busquen construir, motivar, abrir oportunidades, fomentar la creatividad y a la innovación.
En esta línea se inserta el reciente encuentro desarrollado en Caracas, apenas la semana pasada, organizado por EY Venezuela, con la participación de emprendedores, estudiantes, inversionistas, líderes empresariales y del sector educativo, jóvenes talentos, gestores de inversión. Para los organizadores y los participantes en el encuentro fue, sin duda, reafirmación de su voto por la tecnología con dimensión humana y, muy especialmente, por la educación y su papel en el desarrollo.
La visión constructiva del país se nutre de encuentros así, convocados para pensar más allá de las urgencias, no para olvidarlas sino precisamente para sentar las bases de su solución. Cuando la emigración ha privado al país de parte de su talento y de una importante y numerosa fuerza de trabajo bien preparada, la gran tarea, constantemente mantenida, no puede ser otra que retomar el valor de la educación, de la formación para el trabajo, de la búsqueda de la innovación, de la tecnología y su aplicación a la vida y a la productividad.
Hacerlo es la única manera de asegurar un futuro más humano, más generoso en el reconocimiento del talento y del trabajo, de más oportunidades y de más libertad. Se trata de dejar de vernos como víctimas de las circunstancias y convertirnos en los creadores de nuestra propia historia, apoyados ahora con tecnologías que alientan la formación continua, ese proceso de aprender que no acaba nunca, que nos renueva y estimula, que hace crecer nuestras redes neuronales y alimenta las posibilidades de ser cada vez más útiles.
Varias instituciones universitarias han comenzado a reaccionar a esta realidad y a ofrecer, en consonancia, nuevas carreras, más cercanas a las necesidades, apoyadas en la tecnología, más abiertas a los cambios, más dispuestas a la renovación. La respuesta del IESA, por ejemplo, a la necesidad de formar los profesionales que Venezuela necesita, hoy y en el futuro, ha sido el desarrollo de un amplio portafolio de productos que incluyen talleres de corta duración para enseñar contenidos técnicos muy acotados hasta una variedad de diplomados que cubren necesidades profesionales para acelerar el crecimiento profesional, manteniendo sus currículos en línea con lo que se enseña a nivel mundial y continuando con la utilización de tecnologías de punta en muchas áreas profesionales.
Posición similar han desarrollado otros centros de formación técnica y universitaria en un esfuerzo colectivo, de mano de muchos casos de emprendedores conscientes de su responsabilidad y parte muy importante de esa necesaria e indispensable alianza por la educación, urgida de gente comprometida, inspiradora, empeñada en nuevas iniciativas y dispuesta siempre a nuevas perspectivas y a nuevas fronteras.
La posibilidad de adquirir un oficio, de graduarse de técnicos medios, abre las oportunidades para nuevos estudios y una más completa profesionalización, con la atención puesta siempre en los avances tecnológicos y en las posibilidades que ofrece la digitalización para la formación y la autoformación. Serán la generación de nuevos emprendedores, apoyados por estas iniciativas educativas. El mensaje común para ellos es que se sientan libres para diseñar sus rutas de aprendizaje personales y que vean sus estudios técnicos y el dominio de un oficio como el primer paso para emprender una carrera gerencial exitosa