Albert Einstein es probablemente el nombre más importante que ha dado la ciencia en el siglo pasado. Por eso, no es extraño que a lo largo de su vida recibiera todo tipo de consultas, algunas de ellas de lo más peculiares, por ejemplo su opinión sobre la existencia de otros mundos más allá del nuestro.
Por larazon.es
Hace unas semanas se subastó en Estados Unidos uno de los pocos documentos conservados en los que Einstein responde a la cuestión sobre la existencia de vida extraterrestre. Desde su despacho en Princeton, el 12 de noviembre de 1952 el celebérrimo físico alemán se armaba de paciencia para escribir una consulta de Albert K. Bender, un estadounidense obsesionado con el fenómeno OVNI como lo demuestra el hecho de que él mismo se definiera como ufólogo. Cuando Bender se puso en contacto con Einstein acababa de fundar la primera Oficina Internacional de Platillos Volantes, una entidad con un gran éxito internacional pero que cerró repentinamente sus puertas en 1953, año en el que aseguraría que fue contactado por tres hombres de negro.
A ello se le sumaba el hecho de que el tema había empezado a tener cierto impacto en la sociedad estadounidense gracias al reportaje que había aparecido en las páginas de la revista “Life” en abril de 1952. “¿Tenemos visitantes del espacio?”, se interrogaba una de las publicaciones más leídas en Estados Unidos en aquel tiempo, una de las referencias para miles de lectores a lo largo de todo el país.
Fue en este contexto cuando Einstein recibió la consulta del ufólogo. El hombre que siempre demostró ser curioso por todo lo que pudiera aportar y darnos la ciencia, no quería saber mucho sobre el tema. En la carta a Bender se limitaba a decir que “sin experiencia y sólo con conocimiento superficial en el campo lamento no poder cumplir con su solicitud”.
No fue la única vez que Einstein habló, al menos por carta, sobre extraterrestres. Cuatro meses antes, otra misiva llegó a su oficina, en este caso escrita por Louis A. Gardner, un ministro evangélico. Unos radares habían detectado algo extraño y sin identificar sobrevolando tanto la Casa Blanca como el Pentágono. ¿Qué pensaba Einstein de todo eso? Es lo que quiso saber Gardner y el padre de la teoría de la relatividad fue, como cabía de esperar, lacónico: “Esa gente ha visto algo. No sé qué es y no tengo curiosidad por saberlo”. Nunca se creyó esa historia.