Andrés Martínez Adasme, de 32 años, y José María Basoa Valdovinos, de 35, los dos bilbaínos detenidos entre el 2 y el 9 de septiembre en Venezuela, han sido los chivos expiatorios perfectos del régimen de Maduro para presionar a España en un momento en que las relaciones diplomáticas entre ambos países son extremadamente tensas, sobre todo tras las últimas y fraudulentas elecciones presidenciales.
Lo cierto es que el montaje es burdo, pero también que este tipo de actuaciones son muy recurrentes entre algunos servicios de Inteligencia, como el venezolano, cuyos métodos, según las fuentes consultadas, están inspirados en los de sus colegas cubanos, sus maestros en la materia.
Maduro, cercado por la presión internacional por su incapacidad para demostrar que triunfó en las urnas, necesitaba presentarse, sobre todo ante los venezolanos, como víctima de un complot internacional. La presencia de los dos españoles en Puerto Ayacucho, una zona en la que hay una presencia importante de clanes del narcotráfico, no pasó inadvertida para las Fuerzas de Seguridad de ese país que operan en la zona. Según las fuentes consultadas por ABC, primero se produjeron las detenciones en circunstancias y por razones que no han trascendido, y fue después, tras comunicar los agentes los arrestos a sus superiores, cuando los servicios de Inteligencia de Maduro vieron una oportunidad inmejorable para montar su ‘teatrillo’ y presentarlos como agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que, junto a elementos de la CIA, preparaban un complot para matar al presidente.
Sin pruebas
La comparecencia televisiva del pasado fin de semana de Diosdado Cabello, el todopoderoso ministro del Interior, en la que esgrimió la fotografía de los dos españoles y aseguró que había pruebas muy claras contra ellos –Venezuela sigue sin aportarlas– daba la necesaria apariencia de veracidad de esa ‘investigación’, sobre todo de cara a su opinión pública, cada vez más beligerante contra el régimen chavista, que fue derrotado por la oposición en las urnas. Como muchos dictadores han hecho antes, con este episodio se intentaba apelar al orgullo nacional y a la independencia del país frente a supuestas injerencias de potencias extranjeras.
La guinda del pastel la puso el martes pasado el propio Nicolás Maduro, que volvió a asegurar que los detenidos eran agentes encubiertos del CNI y «terroristas convictos y confesos», además de afirmar que sólo se habían mostrado un 10 por ciento de las pruebas que había contra ellos, cuando lo cierto es que hasta ahora no han dado a conocer ni una sola mínimamente convincente.
A juicio de los expertos consultados, después de semejante despliegue, en el que se ha involucrado hasta el presidente del país, pensar en que el régimen venezolano pueda dar marcha atrás en sus acusaciones es una quimera. «Tienen que mantener su versión hasta el final, a sabiendas de que nadie les cree, porque si reconocen algún error en la investigación el rídiculo sería de proporciones mundiales y su imagen ya está muy deteriorada», reflexionan esas fuentes.
Además, ni siquiera si los dos detenidos admitieran que pertenecen a los servicios de Inteligencia sería fácil su liberación, porque el gobierno venezolano se expondría a que, una vez en España, se desdijeran y explicaran la verdad: que no tienen relación alguna con el CNI, que no pretendían matar a Maduro y que si habían dicho lo contrario era única y exclusivamente por las presiones recibidas y el deseo de salir en libertad.
En este escenario, las conversaciones entre España y Venezuela para conseguir la vuelta a casa de los dos bilbaínos se presentan muy complicadas y lo más probable es que se prolonguen durante bastante tiempo. «Primero se tienen que enfriar las cosas, y además es necesario que la tensión en las relaciones diplomáticas entre los dos países, hoy muy deterioradas, se relaje algo. Y por supuesto, es un proceso que hay que llevar con la máxima discreción, porque una fuga de información a destiempo puede hacer fracasar toda la negociación».
Imprudencia
Las fuentes consultadas, más allá de denunciar la evidente violación de los derechos de los dos españoles, sí llaman la atención sobre la imprudencia de que Andrés Martínez y José María Basoa estuvieran en Puerto Ayacucho, solos. Como ya se ha señalado, se trata de una zona con una enorme presencia del narco, que todo el mundo sabe que es muy peligrosa y que además tiene un interés turístico muy escaso. «No debían haber estado allí; les ha ocurrido esto, pero les podría haber pasado cualquier otro incidente muy serio», insisten las fuentes consultadas por ABC.
Precisamente, que estuvieran allí, sin cobertura, muy lejos de Caracas y en un punto de máximo riesgo son pruebas evidentes de que, como ha sostenido el Gobierno desde el primer momento, ni pertenecen al CNI ni a ningún otro servicio de inteligencia: «Sólo hace falta mirar su perfil y su forma de actuar para darse cuenta de ello –explican los expertos–. ¿Cómo van a querer matar a Maduro, que reside en la capital del país, si se van primero a un lugar tan peligroso y expuesto como Puerto Ayacucho, a muchos kilómetros de distancia de donde estaba su supuesto objetivo? Pero es que además el viaje a Caracas lo hubiesen tenido que hacer con las armas a cuestas, lo que aumentaría mucho el riesgo de ser detectados… Ningún servicio del mundo medianamente preparado actuaría de esa forma», concluyen esas fuentes.
Nuevo giro
El último giro de tuerca de este ‘teatrillo’, como lo definen las fuentes consultadas, es acusar a los dos españoles de mantener una relación con «damas de compañía» vinculadas a grupos criminales y en una comparecencia parlamentaria aseguró que hay siete extranjeros detenidos, entre ellos cuatro norteamericanos, en relación con esta ‘operación terrorista’. Todo ello sin ni siquiera revelar aún dónde están los españoles arrestados, como exige la Convención de Viena, ni el estado en que se encuentran, ni si están siendo atendidos por abogados de su confianza.
El miércoles se celebró delante del consulado de Venezuela en Bilbao la primera manifestación para protestar por estos hechos, convocada por la comunidad de ese país. Pero lo cierto es que la movilización es aún escasa y las familias de las víctimas prefieren mantener, al menos de momento, un perfil bajo, en principio porque quieren mantener la prudencia ante lo delicado de la situación de sus familiares.
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