Al menos un 40% de los integrantes de la guerrilla izquierdista del Ejército de Liberación Nacional (ELN) rechazarían un eventual acuerdo de paz con el Gobierno de Colombia y conformar disidencias financiadas por el narcotráfico y la minería ilegal, dijeron a Reuters tres fuentes de seguridad de alto nivel.
El pronóstico podría ser un obstáculo para la intención del Gobierno del presidente Gustavo Petro, el primer mandatario izquierdista del país, que busca alcanzar un acuerdo de paz con el grupo rebelde para excluirlo del violento conflicto armado de seis décadas que ha dejado más de 450.000 muertos, según analistas.
La formación de grupos disidentes por parte de miembros del ELN sería un eco de lo que sucedió tras el acuerdo de paz en el 2016 con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuando cientos de rebeldes lo rechazaron y, hoy en día, continúan luchando y realizando actividades ilegales.
El ELN, considerado como una organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, cuenta en la actualidad con unos 5.850 integrantes, incluidos más de 3.000 combatientes, de acuerdo con los organismos de seguridad e inteligencia.
Las proyecciones estiman que alrededor de 2.300 integrantes del grupo guerrillero, principalmente de los frentes de guerra Occidental, Nororiental y Oriental, con presencia en regiones selváticas del Pacífico y en la porosa frontera con Venezuela, se apartarían de un eventual acuerdo de paz.
«Las economías ilícitas como el narcotráfico y la minería ilegal y las millonarias ganancias que generan son el principal incentivo para que muchos integrantes del ELN decidan continuar en la lucha armada y apartarse de un acuerdo de paz», dijo una de las fuentes.
«Otro factor es que el ELN tiene estructuras armadas autónomas, radicales y difíciles de controlar. Además, muchos de sus integrantes están en Venezuela y no les interesaría entrar a un proceso de paz por los temores que genera», explicó otra de las fuentes.
No está claro exactamente cuántos integrantes de las FARC rechazaron el acuerdo del 2016, pero alrededor de un 15% de sus combatientes nunca lo firmaron e inicialmente conformaron una facción disidente, según analistas y fuentes de seguridad.
Y decenas de los 13.000 miembros, incluidos reconocidos líderes que sí respaldaron el acuerdo, posteriormente lo rechazaron, fundando en el 2019 un segundo gran grupo disidente.
Lograr acuerdos de paz con las dos disidencias de las FARC, que mantienen ataques a las Fuerzas Armadas y combaten por el control territorial con otros grupos armados ilegales afectando a la población civil, también figuran entre los objetivos de paz de Petro.
UNIDAD DE MANDO
Líderes del ELN, como su máximo comandante Antonio García y su jefe negociador Pablo Beltrán, han negado insistentemente divisiones en el grupo, restan importancia a los anuncios de disidencias y aseguran que existe plena unidad de mando.
Esa guerrilla no respondió a una solicitud de comentarios de Reuters, pero alias «Yerson», vocero del Frente de Guerra Occidental, dijo recientemente a un medio local que su unidad «no es una rueda suelta» y está subordinada a la dirección nacional.
Los diálogos con el ELN, restablecidos en noviembre del año pasado y que ya alcanzaron cuatro ciclos, son los esfuerzos de paz más avanzados del actual Gobierno, que también busca conversaciones con bandas criminales como el Clan del Golfo, conformado por antiguos paramilitares de derecha.
El alto comisionado para la paz, Danilo Rueda, dijo que en el diálogo con el ELN el Gobierno ha evidenciado unidad de mando, aunque con dinámicas internas que contemplan el derecho a la rebelión y a la autonomía de los frentes en los territorios que generan preocupación.
«No por eso desconocemos los riesgos que pueden significar un diálogo que no comprenda esta realidad. El ejercicio de esta violencia con dinámicas territoriales específicas es evidentemente una preocupación para el Gobierno», aseguró Rueda a Reuters.
Sin embargo, el funcionario afirmó que las órdenes y decisiones de la dirección nacional del ELN son escuchadas, respetadas y acogidas por los diferentes frentes.
Para evitar fragmentaciones, el diálogo tiene una metodología que busca garantizar la comunicación entre sus máximos dirigentes, los comandantes de frentes y las bases que incluyen a los combatientes, explicó Rueda.
El ELN es una guerrilla diferente a lo que fueron las FARC y pese al protagonismo de los mandos regionales es una organización disciplinada, dijo Ariel Ávila, experto en temas de conflicto y senador del partido Alianza Verde.
«Sería una cifra muy alta. Yo no creo que vaya a haber grandes disidencias, va a haber disidencias, en todos los conflictos hay, pero será el promedio normal entre un 10% y un 15%», consideró Ávila.
Para minimizar el riesgo de facciones se debe garantizar la seguridad jurídica a lo pactado bajo un acuerdo, incluyendo la no extradición, la libertad de los firmantes y la estabilidad económica de los proyectos de reincorporación, sostuvo.
El desacuerdo al interior del ELN ya ha tenido gran influencia en la historia del grupo y las negociaciones con anteriores gobiernos no avanzaron precisamente por sus posiciones radicales, la cadena de mando difusa y disensos internos, según las fuentes de seguridad.
Fuente: Reuters