“Parece que el momento de nuestra emancipación se acerca y que el establecimiento de la libertad en todo el continente del Nuevo Mundo nos es confiado por la Providencia”. (Francisco de Miranda en cartas a Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, en el proyecto de libertar a la América hispana del yugo español. Segunda carta, 6 de abril de 1798).
¡Quizás por un pragmatismo exacerbado, o tal vez por algo más grave aún, ignorancia histórica e indefinición en sus más altas esferas políticas, sobre lo que creen son sus conveniencias cortoplacistas, no son pocos los americanos que expresan, privada o públicamente, su rechazo al “uso de la fuerza militar” en casos como el venezolano.
En el actual contexto mundial, una coalición americana humanitaria podría rescatar del secuestro al que está sometida la nación venezolana. A su otrora Estado democrático y a sus Fuerzas Armadas, que requieren decidido apoyo externo para combatir a las fuerzas que la han infiltrado. Para auxiliar luego en su propio territorio a los millones de ciudadanos que han escapado intentando sobrevivir y rehacer sus vidas, pero que querrían voluntariamente regresar, al recuperarse condiciones mínimas de un orden que les proteja. Para salvar a los que siguen escapando, para acabar muriendo en el Darién, o en México. A familias que están siendo traficadas, día tras día. A cientos de madres, mujeres con infantes, deambulando por selvas y territorios peligrosos. Hasta ancianos los hemos visto cómo intentan llevarlos consigo. Para liberar a miles de inocentes encarcelados y a los que están muriendo de mengua. Los que padecen enfermedades básicamente tratables, y a los que desesperados acuden al suicidio.
Debido todo esto a las gravísimas violaciones de sus derechos humanos, las que hasta el momento en que escribo este artículo no sólo no han cesado sino que se han recrudecido impunemente mediante una represión sin precedentes en las peores horas de Latinoamérica, con decenas de menores encarcelados y torturados, jovencitas ultrajadas sexualmente, aberraciones que se están cometiendo ante los ojos del mundo. Esto está afectando a naciones, más allá de cualquier indiferencia o negligencias de gobiernos y mandatarios que deciden callar o balbucear palabrerías ante tan terribles verdades.
Al responder las preguntas del periodista Julio Vaqueiro, en la cadena hispana Telemundo, “Kamala Harris sin filtros”, cuando se refirió a sus eventuales políticas sobre América Latina, la actual vicepresidente de Estados Unidos y candidata demócrata Kamala Harris contestó con relación a Venezuela: “No vamos a usar el ejército estadounidense, pero voy a ser muy clara, debemos mantenernos firmes como Estados Unidos y respetar la voluntad del pueblo. He sido muy clara al respecto a las elecciones que se realizaron en Venezuela, la voluntad del pueblo debe ser respetada, y por eso también hemos emitido sanciones”.
La pregunta que quedó en el aire y que aún no ha sido respondida cabalmente por ninguno de los dos candidatos principales, ni la demócrata Harris ni el republicano Trump, a quien sólo un milagro, al voltear la cara para leer una lámina sobre el drama migratorio, le salvó de ser asesinado. Así, frente a dicho drama al que nos enfrentamos les pregunto claramente: ¿van a dar el soporte necesario para el uso de la fuerza necesaria y en legítima defensa de la soberanía del pueblo venezolano para el logro de tal liberación?
La democratización y establecimiento de un gobierno democrático, en el caso específico de Venezuela, que tiene en su presidente electo, Edmundo González Urrutia, actualmente exiliado y listo en España para su juramentación, el 10 de enero de 2025. Ello no admite respuestas ambiguas, genéricas, evasivas o dubitativas.
Evidentemente, los pueblos de Hispanoamérica ansían desde hace ya demasiadas décadas sentir el progreso del mundo capitalista moderno. Recomenzar la construcción de un nuevo camino a la libertad política y económica, dejando atrás la pesadilla de era comunista que le trajo todo los males de un mundo bajo la guerra fría. El disfrute de la democracia, y, por tanto, el respeto a un Estado de derecho con igualdad ante las leyes, para que se propenda a la justicia.
Nuestros pueblos que luchan actualmente, casi en solitario, como el cubano, el nicaragüense y el venezolano, gracias al haber logrado un otrora decidido apoyo estadounidense aliado a una generación brillante y gloriosa que combatió por ambas bandas, a las dictaduras militaristas, y a las guerrillas castro comunistas, que superaron tal guerra fría que perturbaba sus legítimas aspiraciones de desarrollo democrático institucional con democracia sin dictaduras militares de derecha ni de izquierda.
Quizás re explicándoles a estos sendos candidatos y dirigentes, Kamala Harris y Donald Trump que no hay otra forma de conseguir una región verdaderamente próspera, que no se trata de construir solamente la cerca de su casa, a lo cual tienen todo el derecho y que se lo respetamos, pero que para que su hogar esté rodeado de una sociedad segura y sana se debe actuar en alianza con nuestros mejores y más decidimos propósitos de defensa de nuestras democracias, por todos los medios que estén a nuestro alcance, pues el enemigo no duerme y es perverso.
Sencillamente, más que una obligación moral, lo que por sí sólo justificaría una política más audaz y valiente de Estados Unidos, en acompañar el uso legítimo de la fuerza, como necesidad política para su propia seguridad nacional y la estabilidad de sus fronteras con el avance económico-social en las Américas, con la formación de una fuerza de coalición conjunta para la pacificación definitiva e incorporación de todo el subcontinente latinoamericano a la paz democrática. Una alianza estratégica, integradora y de largo aliento para el desarrollo de la convivencia pacífica y fortalecimiento del mundo occidental es hoy inaplazable.
catedrainternacionallibertad@
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