Cada día que pasa, Mayra Ruiz, una madre cubana, se pregunta al despertar si hoy podría ser el día en que tenga noticias de su único hijo, Maiquel González.
González desapareció sin dejar rastro en diciembre de 2022 junto a 28 amigos y familiares que salieron de Cuba a bordo de un barco casero. Estaban eufóricos por abandonar la isla caribeña afectada por la crisis económica en medio de señales de que Estados Unidos endurecería las normas de migración.
Durante casi dos años, Ruiz ha vivido en el limbo, ansiando cualquier señal de su hijo. «No hemos tenido buenas noticias, pero tampoco nos han dado una mala», dijo Ruiz, de 61 años, residente en Santa Clara, capital provincial de Villa Clara, en el centro de Cuba.
«Mi corazón de madre me dice que está vivo (…) pero no saber de él es una tortura», afirma.
González, que ahora tendría 28 años, era un ejemplo típico de la juventud cubana, dijo su madre: le encantaba la música, el baile y conducía un mototaxi. Pero también soñaba con un coche y un hogar mejor para su madre y padre.
Sabía que nunca podría afrontar el precio de más de 5.000 dólares para volar a Nicaragua y luego hacia el norte en la ruta preferida por muchos cubanos. Así que cuando se presentó la oportunidad de tomar un barco casero para cruzar el Estrecho de Florida por menos de 200 dólares, la aprovechó.
El precio era justo. La distancia, poco más de unos 145 kilómetros (90 millas), mucho más corta. Pero el riesgo era incalculable.
El estrecho, que une a Cuba con el estado estadounidense de Florida, está plagado de fuertes corrientes, un clima traicionero y aguas infestadas de tiburones. Es considerado uno de los cinco cruces migratorios más peligrosos del mundo, según la ONU.
Reuters habló con más de 40 amigos y familiares de los perdidos en ese barco. Las conversaciones arrojan luz sobre el complejo cálculo que hacen los posibles migrantes antes de emprender un viaje de vida o muerte. También destacan cómo algunas familias pueden quedar marcadas permanentemente por su desaparición.
El Proyecto Migrantes Desaparecidos de la ONU dice que 626 han muerto a lo largo de la ruta desde 2014, pero casos como este, nunca investigados por los gobiernos regionales ni registrados por Naciones Unidas, sugieren que el número de personas que mueren o desaparecen en el mar puede superar con creces las cifras oficiales.
Algunos familiares y vecinos de los desaparecidos dijeron a Reuters que ya se estaban realizando preparativos para un nuevo éxodo por mar mientras Kamala Harris y Donald Trump debaten la política migratoria, sembrando el temor entre posibles migrantes de que Estados Unidos pueda endurecer sus requisitos de entrada tras las elecciones del 5 de noviembre.
El proyecto de la ONU ha registrado ya un aumento de casi un 20 % en el número de migrantes muertos o desaparecidos a lo largo de las rutas migratorias tradicionales del Caribe hasta el 13 de septiembre último.
La ONU define ese incidente como un naufragio «invisible», en el que se informa de la desaparición de un barco, los que están a bordo desaparecen y ni las autoridades, ni los medios de comunicación, ni los familiares, pueden decir con certeza qué pasó con ellos.
Es un fenómeno que se repite en otros puntos calientes de refugiados en todo el mundo, como el Mediterráneo y la costa occidental africana.
Reuters proporcionó los nombres, las fechas de nacimiento, la ubicación precisa y la fecha de salida del barco desaparecido a las autoridades migratorias de Estados Unidos, Cuba y Bahamas.
Ni las autoridades estadounidenses ni las bahameñas tenían información sobre su paradero, ni ningún gobierno había realizado una investigación sobre la desaparición del barco.
Autoridades locales de la pequeña ciudad agrícola de Palma Sola, donde desapareció el barco, realizaron una búsqueda una semana después de la ausencia de la embarcación, pero no encontraron nada.
«No es una sola persona, es masivo, porque se fue todo el mundo y no dan respuesta los gobiernos», dijo Ruiz entre lágrimas durante una entrevista en una finca a un kilómetro y medio de donde desapareció su hijo.
Mala suerte
Expertos de la ONU sostienen que 2022 fue un año especialmente malo para los migrantes en la región del Caribe, el más letal registrado.
En Cuba se estaba extendiendo la voz de que Estados Unidos iba a tomar medidas enérgicas contra la migración ilegal por tierra y mar, mientras la administración de Joe Biden se preparaba para implementar su política de «parole» en 2023.
Esa nueva medida permitía a los cubanos, así como a los residentes de Nicaragua, Haití y Venezuela, ingresar a Estados Unidos legalmente siempre que cumplieran ciertos requisitos. Pero vino acompañada de una aplicación más estricta de la ley, incluso en el estrecho de Florida, lo que provocó una avalancha de personas que salían de Cuba antes de que comenzara la ofensiva.
Donald Trump, quien ha promocionado las políticas anti-inmigrante como parte clave de su plataforma de campaña, ha dicho que eliminaría el programa «parole» de Biden, que ha permitido que cientos de miles de migrantes con patrocinadores estadounidenses ingresen al país.
La ONU se ha negado a referirse a las elecciones estadounidenses o a la política migratoria, pero Edwin Viales, un monitor regional del proyecto Migrantes Desaparecidos de la ONU, dijo a Reuters que las muertes de migrantes a menudo son el resultado de «políticas restrictivas que obligan a las personas a migrar de manera irregular».
Cuando la balsa de los cubanos se preparaba para partir a fines de 2022, la escasez de alimentos, medicamentos y combustible estaba empeorando tras una profunda recesión provocada por la pandemia mundial y las sanciones estadounidenses más agresivas, que han hecho la vida más difícil para muchos.
«El tiempo corría», dijo Kastia Rodríguez, una mujer de 36 años que perdió a un hermano y una hermana en la embarcación desaparecida. «Si no se iban, los obligarían a regresar», dijo.
Salir desde la remota y pobre Palma Sola, hogar de muchos de los que desaparecieron, proporcionaba la ruta más corta a los Cayos de Florida, y la más barata. El bote casero del grupo, o «balsa», parecía ser el ganador, dijo Carlos Raúl Reyes, un experimentado pescador local cuyo sobrino estaba entre la tripulación.
Reyes dijo que medía casi 30 pies (9 metros) de largo, construido con tablones de madera sólida con 16 tanques de flotación – bidones de gasolina reutilizados – a cada lado y un motor de autobús para suministrar la energía.
Sin embargo, la mala suerte llegó temprano, dijo. La tripulación, que partió al amparo de la oscuridad, se vio obligada a regresar por una botella olvidada de aceite de motor, lo que les costó un día perdido.
Se estaba formando una tormenta. El viento viró de sur a norte, levantando olas de 10 pies o más, se instalaron cortinas de lluvia torrencial y un frío inusual.
«Si no hubieran retornado, seguro que lo habrían logrado», dijo Reyes, quien buscó los cuerpos más tarde pero solo encontró algunas prendas que le resultaban familiares y un poco de arroz derramado donde la tripulación había acampado antes de partir. Las condiciones empeoraron mucho», añadió.
El 26 de diciembre de 2022, uno de los miembros de su tripulación llamó a casa por un teléfono celular para asegurarles a sus familiares que estaban bien.
Esa fue la última vez que se supo de ellos.
Callejón sin salida
La ansiedad se convirtió en pánico alrededor de una semana después de la salida inicial del barco, según recuerdan los familiares.
El 6 de enero de 2023, menos de dos semanas después de la salida del barco, la familia alertó a la policía en la cercana ciudad de Martí, en Matanzas. Una búsqueda realizada por las autoridades locales y los pescadores locales no arrojó resultados, según cuentan los familiares.
Funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba aconsejaron a Kastia Rodríguez, cuyo hermano y hermana estaban entre los desaparecidos, que estuviera atenta a los migrantes que regresaban a La Habana en vuelos chárter desde las Bahamas, donde muchos habían sido detenidos. Sus hermanos nunca aparecieron.
En los meses siguientes se recibieron informes de misteriosas llamadas telefónicas desde Estados Unidos, así como de un avistamiento, que luego se desmintió, de un joven desde un barco en Fort Lauderdale.
Amigos y familiares se aferran a la creencia de que los migrantes fueron detenidos en Estados Unidos o en las Bahamas. Pero algunos ahora admiten, a regañadientes, que sus seres queridos pueden haberse ahogado.
«El clima era malo y el mar es traicionero. Quizás naufragaron, pero ¿dónde están las pruebas?», dijo Luis del Sol Vásquez, de 69 años, cuyo único hijo desapareció con la embarcación.
En su casa, en Palma Sola, la desaparición del barco dejó a algunos niños del pueblo sin madre, ni padre, devastando a la comunidad.
Marbelia Estrada, de 56 años, perdió a un hijo y una hija adultos, en el barco. Ambos tenían hijos propios. Su hija dejó a dos niños sin padres después de que su marido tomara otro barco rústico hacia Estados Unidos. Ambos niños están ahora bajo el cuidado de su abuela. Todos están traumatizados, dijo.
«Tuvimos que llevarlos a un psicólogo», dijo Estrada a Reuters. «El niño de cinco años pregunta a menudo: ¿cuándo vuelve papá a casa?. A veces no come; se pone muy triste».
La Guardia Costera de Estados Unidos, que patrulla el estrecho de Florida, devuelve a los inmigrantes ilegales que intentan cruzar ilegalmente desde sus países de origen, explicó a Reuters y agregó que «no hay un caso que coincida con este viaje de migrantes» luego de revisar una lista de la tripulación.
Ni la Patrulla Fronteriza y de Aduanas de Estados Unidos (CBP), ni el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE), habían tenido registro del caso.
El principal funcionario de inmigración de las Bahamas, William Pratt, dijo a Reuters en un correo electrónico que «ninguno de los nombres que proporcionó aparece en nuestro Sistema de Gestión de Detenidos».
«Otra ola migratoria»
Más de un millón de cubanos han abandonado la isla desde 2020, aproximadamente una décima parte de la población, en un éxodo que, según los demógrafos, tiene pocos paralelos.
Hay pocas señales de que esté desacelerándose, especialmente porque Estados Unidos puede estar a punto de tomar una nueva medida para restringir la inmigración ilegal, sin importar quién gane las elecciones de noviembre.
El Gobierno de Cuba, que durante mucho tiempo ha culpado a las sanciones de Estados Unidos de asfixiar su economía y avivar la migración, está tomando nota.
«El tema de la migración se ha convertido, como nunca antes en los últimos 25 años, en un punto clave de la actual campaña electoral de EEUU», dijo en un reporte Granma, diario del Partido Comunista de Cuba, a fines de septiembre.
«En los países del sur se disparan las alarmas de los potenciales migrantes que tratan de acelerar los tiempos para llegar a territorio estadounidense antes del desenlace electoral (…) y en no pocas ocasiones recurren a movimientos migratorios irregulares», dijo.
Alain Molina, de la cercana ciudad costera de Corralillo, que sobrevivió a su propio naufragio en otra balsa con destino a Estados Unidos en diciembre de 2022, dijo que creía que otra ola de migración de ese tipo era inminente, ya que la economía de la isla está en crisis.
«La gente ya se está preparando, todo el mundo está hablando de eso», dijo Molina al comentar que le habían ofrecido un asiento en un barco, aunque él lo rechazó. «Va a empezar de nuevo en cualquier momento», apuntó.
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