Alejo Vidal-Quadras era, en 1996, el líder indiscutible del Partido Popular en Cataluña. El PP tenía una altísima representación en el Parlamento de Cataluña, y el Partido Popular crecía en el apoyo al entonces partido conservador español en Barcelona, principalmente. En las elecciones generales ganó el PP, con amplitud, perossin alcanzar la mayoría absoluta, el PSOE estaba calcinado después de catorce años en el poder, pero el PP necesitó los votos de Convergencia y Unión y el PNV para gobernar. Y Aznar pactó con Pujol, el ladrón homenajeado y heredero silencioso de la fortuna del abuelo Florencio, y con Arzallus, el que presumía en Madrid de ser el representante natural en las provincias vascongadas del Señor de Vizcaya —el Rey—, y simultáneamente, el animador más allá de la frontera con Francia de que se produjeran «más acciones» terroristas por parte de la ETA para conseguir más y mejores transferencias. En una cena en La Moncloa —la única vez que acudí a tan destartalado palacio—, en la que Aznar nos convocó a un grupo de columnistas de ABC, nos recomendó mayor medida, suavidad y discreción en nuestros textos y dibujos —Antonio Mingote estaba presente—, con el fin de no alterar la armonía que compartía con el jesuita rebotado y jefe supremo del separatismo vasco. —Especialmente, te lo pido a ti—, me dijo con la simpatía y cordialidad que le caracterizan.
—Presidente. Arzallus ha engañado al Rey, a su entorno, a Suárez, a Calvo-Sotelo y a Felipe González. Y compruebo que también te ha engañado a ti. Es un jesuita inteligentísimo, y te va a sacar hasta las muelas—. Respecto a Pujol, se mostró más optimista. —Con cuatro cositas que le demos, será un socio cabal y cumplidor—.
No recuerdo la cuarta cosita, pero sí las tres primeras. La transferencia total de la Educación, la inminente suspensión del Servicio Militar y la cabeza de Alejo Vidal-Quadras. Las tres cositas se entregaron, en perjuicio de España y los españoles, a Pujol a cambio del apoyo parlamentario que precisaba para gobernar. Cierto es que su pacto con Arzallus no traspasaba los límites de la ignominia sanchista. Durante el tiempo que gobernó Aznar, la lucha antiterrorista fue la más eficaz y firme de aquel período sangriento, y el propio presidente, vio cómo la muerte le rozaba la cabeza en el atentado que sufrió siendo aún líder de la oposición.
Pero cayó Vidal-Quadras, se entregó en su totalidad la responsabilidad de la Educación al nacionalismo —que aún ocultaba su realidad separatista—, y desapareció el Servicio Militar, aquella escuela de principios, valores, patriotismo y convivencia que compartían miles de españoles cada año sin que ninguno fuera más que el resto y menos que los demás.
Alejo, descabezado, abandonó el PP. Un PP disminuido que se mantiene, gracias a la inteligencia y bravura de Alejandro Fernández, que ya ha padecido por la defensa de sus ideales la distancia y el desafecto del grupito de Feijóo. Y Alejo Vidal-Quadras, que sigue en la política porque lo lleva en la sangre, salvó la vida de milagro después de recibir un disparo a bocajarro en el rostro en una calle madrileña. Pero no intuyo que el referido atentado tenga que ver con el pasado previamente expuesto, sino con el presente caraqueño-bolivariano que está llevando a España hacia el comunismo cubano, venezolano, mexicano o nicaragüense. Su última reflexión le sitúa de nuevo en la primera fila del riesgo.
«Zapatero ha hecho una gran labor en favor de los presos políticos en Venezuela. Cuando empezó su colaboración con la dictadura chavista había en ese país 77 encarcelados por disidencia. Hoy, hay 1.867. Si su meritorio trabajo sigue, pronto no habrá cárceles suficientes en Caracas».
Querido Alejo. Tu inteligencia y valentía son muy necesarias para que España supere este tramo tan bochornoso de su Historia. No descuides tu vigilancia y seguridad. La mano de Maduro es muy larga.
Y la de Zapatero, muy sobrecogedora.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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