La historiadora y analista político Margarita López Maya no cierra la posibilidad de que en Venezuela pudiera haber una transición luego de la crisis derivada de las elecciones del 28 de julio, que según el Consejo Nacional Electoral ganó el presidente Nicolás Maduro pero la oposición, con miles de actas publicadas en la página https://resultadosconvzla.com/, afirma que el triunfo fue de Edmundo González Urrutia, el candidato moderado que sustituyó a la líder María Corina Machado, inhabilitada por la Contraloría General por 15 años para postularse o ejercer cargos públicos.
El problema es que no se sabe cuándo ocurrirá esa transición, explica la autora de títulos que estudian la Venezuela contemporánea como Democracia para Venezuela: ¿representativa, participativa o populista? (Alfa, 2021) o El ocaso del chavismo. Venezuela 2005-2015 (Alfa, 2016). “Creo que se fortaleció la posibilidad de una transición hacia la democracia porque se produjo un resultado electoral diáfano. Para muy pocas personas hubo una victoria de Maduro. Eso no lo creen ni siquiera los que están tratando de encontrar una salida a la crisis”, dice la profesora.
Mucho ha ocurrido a un mes de las elecciones. Un resultado dado a conocer por el presidente del CNE, Elvis Amoroso, que dejó en silencio al país, la inesperada publicación de las actas por parte de la oposición, las protestas espontáneas en distintos sectores populares, la represión y detención masiva de manifestantes, el intento de los aliados de Maduro —Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro y Andrés López Obrador, que luego se desentendió— de buscar una solución pacífica, las detenciones de líderes opositores, las amenazas contra Machado y González Urrutia, la decisión del Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el chavismo, que ratificó la victoria de Maduro difundida por Amoroso…
Pero hay un clima de esperanza entre la población, que ha optado por mantener el silencio respecto a temas políticos, o al menos hay cautela a la hora de comentar sobre la situación por miedo a ser acusados de delitos estipulados en la Ley contra el Odio. Muchos periodistas prefieren no firmar sus trabajos en los medios o han procurado proteger sus redes sociales. Mientras tanto, Maduro y sus más fieles colaboradores se mantienen atrincherados como un bloque. Esta semana, el mandatario nombró a Diosdado Cabello, primer vicepresidente del PSUV, ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz y a la vicepresidenta Delcy Rodríguez la colocó a la cabeza del Ministerio de Petróleo. Son figuras históricamente cercanas a él, de la línea más frontal del chavismo, y ahora están en dos de las carteras más importantes de su gabinete.
—Después de las elecciones del 28 de julio, las posteriores detenciones y la represión, Venezuela parece haber entrado en una nueva etapa de incertidumbre, y sin embargo hay mucha gente esperanzada. ¿Cuál es su percepción?
—Coincido con eso. Estamos en un período temporal de incertidumbre. Creo que se fortaleció la posibilidad de una transición hacia la democracia porque se produjo un resultado electoral diáfano. Para muy pocas personas hubo una victoria de Maduro. Eso no lo creen ni siquiera los que están tratando de encontrar una salida a la crisis, sus aliados, sus amigos, el gobierno de Brasil, el gobierno de Colombia, incluso diría que el gobierno de López Obrador. Están convencidos de que aquí hubo un triunfo de la oposición. El problema es que la fuerza de la soberanía popular está confrontada con la fuerza de las armas, y él tiene las armas y controla las instituciones. Tiene razón Juan Barreto cuando habla de un empate catastrófico: un empate catastrófico porque ellos tienen la fuerza frente a los votos. El proyecto de Maduro es no salir del poder. Es una situación que hace que uno esté como en un parque de diversiones, a veces arriba, a veces abajo.
—Estamos en un subibaja.
—Un subibaja permanente. Es como el tiovivo. Así lo estamos viviendo emocionalmente. Todos queremos pensar que va a prevalecer la voluntad popular. Pero Juan Barreto puso el dedo en la llaga cuando dijo que fuerza es fuerza, así como el control sobre las instituciones que impide que haya una salida democrática. Sí percibo que la oposición está haciendo todo el esfuerzo, particularmente el comando de González Urrutia y María Corina Machado, para lograr que esa transición hacia la democracia se dé sin violencia. Estamos viendo diferentes tácticas. Pero las señales de Maduro son de prácticamente cero. Uno podría preguntarse cómo se sostiene un gobierno que no tiene legitimidad. ¿Cuánto tiempo se puede mantener un gobierno sobre las bayonetas? Esa es la pregunta. Esa respuesta no la tengo. Ningún experto la tiene. Se puede sostener un rato allí, sí. Pero los gobiernos que no tienen legitimidad no se pueden sostener mucho tiempo.
—¿Ha cambiado la forma de actuar del gobierno? Hay quienes lo comparan con el estalinismo y el fascismo.
—Es un régimen autoritario desde hace rato. Hay que recordar que este no es el primer fraude que hace. El primero fue en 2018. Lo que pasa es que en 2018 la oposición no se presentó. No hubo manera de demostrar que hubo fraude. Estamos en un régimen autoritario que para muchos es una dictadura desde 2018, para otros incluso antes. Seguimos en un régimen autoritario franco que se profundiza. En la última publicación que me hizo el grupo Alfa, lo caractericé, en un capítulo conclusivo, como un autoritarismo con rasgos totalitarios y sultánicos. Él se mueve allí. El gobierno de Cuba, por ejemplo, es más totalitario que el de Venezuela, y el gobierno de Ortega – Murillo es más sultanista: es decir, es caprichoso y destructor del tejido social y de las instituciones. En el totalitarismo hay un control social férreo sobre la población, aparato de propaganda, penetran en todo. Tiendo a pensar que Maduro se mueve más hacia Nicaragua.
—¿A qué se debe la eficacia y rapidez del gobierno a la hora de reprimir y detener manifestantes luego de las protestas poselectorales?
—A un plan B que tenían. Esa noche, y lo han señalado otros colegas también, hubo una protesta espontánea de indignación ante el fraude. Esa protesta espontánea, ocurrida media hora después de la denuncia de fraude hecha por el comando de campaña de González Urrutia, parecía que iba a ir a una protesta que pudo haber sido masiva, al estilo del Caracazo o al estilo de las protestas del año 36, con López Contreras. Eso lo han señalado algunos colegas y creo que tienen razón, también en el sentido de que los sectores populares se autoconvocaron y bajaron. En Petare bajaron y los agarraron a perdigones entre Chacao y Chacaíto. En el centro de Caracas fue más dramático porque salieron los paramilitares. El gobierno estaba preparado para contener eso antes de que se le fuera de las manos. Esa es mi apreciación.
—¿Ve factible una negociación como la que plantea María Corina Machado?
—Por supuesto que uno quiere una negociación. El problema es que el gobierno no negocia. La tragedia que tenemos es esa. Han salido algunas voces a decir, Barreto entre ellos, que ya han debido darse garantías poselectorales. Ese acuerdo no se hizo. Ellos están atrincherados porque no tienen ninguna garantía para salir. Pero es que ellos nunca han querido negociar nada. Los acuerdos que han firmado los han violado todos. La naturaleza de este régimen es a no negociar y perpetuarse en el poder. Eso lo dice la teoría política en relación con los regímenes no democráticos sultanistas. Son caprichosos, destruyen el tejido social para perpetuarse en el poder y utilizan la violencia y el miedo, particularmente una violencia civil, paramilitar. Mantienen un liberalismo económico, pero muy sesgado, muy cerrado, y como son caprichosos, un día deciden una cosa y al otro día deciden otra.
—Maduro pretende llegar a un nuevo período con gran parte de la comunidad internacional sin reconocer su triunfo, incluidos Petro y Lula, más inestabilidad económica y además el conflicto interno del país. Me comentaba que esto no lo ve sostenible, pero tampoco es posible saber cuánto tiempo se mantendrá así.
—Puede haber un desgaste, pero el desgaste puede ser tanto del gobierno como de la oposición. El desgaste de la oposición puede ocurrir porque la comunidad internacional tiene muchos problemas, llega un momento en que tiene que ocuparse de ellos. Petro y Lula no se pueden dar el lujo de no conversar con Maduro. Esos puentes no los pueden quebrar. Están tratando de ver si lo persuaden, que reconozca la derrota y se pueda negociar una salida, o que acepte alguna forma de cohabitación para una transición. El lenguaje de Petro y Lula es que no han cerrado las puertas, pero están a punto de hacerlo. El problema de ellos, particularmente de Petro, es que no pueden darse el lujo de no hablar con Venezuela. López Obrador menos porque no le interesa demasiado. El contexto nacional también tiene un límite porque la vida continúa. ¿Cuánto tiempo vamos a estar sin saber qué va a pasar? La gente se vuelve a desconectar. ¿Cuánto tiempo va a aguantar la persecución González Urrutia? Corre peligro su vida. Corre peligro la vida de María Corina. Diría que tenemos hasta finales de año o principios del año que viene para ver con más claridad si se quedan en las condiciones en que se puedan quedar, inestables, con una profundización de la crisis humanitaria compleja por el problema económico, seguimos sin tener crédito internacional, han sido despedidos funcionarios del gobierno, ¿cómo van a hacer para pagar el funcionariado del Estado?
—¿Qué opina de la cohabitación que propone Lula?
—No pienso demasiado en eso porque no veo a Maduro negociando.
—No caló esa propuesta
—No tiene mucho sentido. La democratización no es el proyecto de Maduro. El proyecto de Maduro es perpetuarse en el poder. Como alguien me dijo alguna vez, el autoritarismo en Venezuela es la sobrevivencia política del chavismo. El chavismo es autoritario porque es la única manera que tiene para sobrevivir. ¿Cómo vas a cohabitar? Pudiera haber una cohabitación pero sin Maduro, con factores democratizadores del chavismo que no hemos visto.
—En un momento esa posibilidad se vio con la generación más joven del chavismo, como Héctor Rodríguez o Nicolás Maduro Guerra (hijo del presidente), que en una entrevista dijo que iban a reconocer una eventual victoria de la oposición. Pero más bien están todos en un solo bloque, salvo un comentario del ministro Ernesto Villegas (sobre los venezolanos que votaron por la oposición) que Maduro interrumpió.
—Todos hemos tenido esas expectativas sobre esa camada que está abajo. Héctor Rodríguez fue el primero que salió esa noche. Él estaba hasta las orejas en ese fraude. Creo que lo dije en un artículo: lo lamenté mucho porque ahí perdió la carrera política, perdió el capital político. Uno no ve todavía algún sector que esté dispuesto a ser el héroe de la transición. Además, la estrategia de ellos ha sido purgar, purgar y purgar.
—¿Qué opina del papel que ha tenido el presidente Boric frente a los otros gobiernos de izquierda?
—Como viene de una generación más joven y con una experiencia del Cono Sur, estuvo muy claro desde el principio de los rasgos estalinistas de esa izquierda. Es un tema que también he trabajado. La extrema izquierda venezolana todavía tiene los paradigmas de los años 60 y 70: eso de que la democracia representativa es burguesa, que los sufragios solo benefician a los sectores de la burguesía y el capitalismo. Pero eso fue barrido con la Concertación (de Partidos por la Democracia) y toda la transición chilena. Boric es hijo de eso y vio con claridad que, en clave de derechos humanos y en clave de izquierda democrática, Maduro no debería ser apoyado. No es el caso de López Obrador, porque viene de los paradigmas de los 60 y 70. Petro es más ambiguo y Lula es más democrático. Petro es más ambiguo porque viene de la lucha armada, pero es presidente en Colombia gracias a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Su gran interés con Venezuela es que le ayude a pacificar el ELN.
—Al parecer la izquierda latinoamericana no sabe qué hacer con Maduro.
—Ellos están claros de que es un autoritario y un dinosaurio. La izquierda latinoamericana hegemónica es la procubana, la que controla el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Para ellos Cuba no se puede tocar ni con el pétalo de una rosa. El paradigma más importante de ellos es el de que todo es culpa del imperialismo. Pero aquí el dilema es democracia versus autoritarismo.
—El debate sobre si Maduro es o no igual a Chávez ha resurgido. ¿Ve muchas diferencias entre ambos?
—Maduro es el legado de Chávez. Dicho eso, Maduro tiene sus propios rasgos. En esto estoy de acuerdo con la mayoría de los politólogos: hubo tendencias autoritarias en el gobierno de Chávez, por supuesto, pero el régimen de Chávez fue lo que uno llama un híbrido. De origen siempre ganó. Hubo ventajismo del Estado y se usó dinero público, pero Chávez no bajó de 10 puntos en la brecha con la oposición. Cuando sacó menos, ante Henrique Capriles en 2012, fueron 11 puntos de diferencia. Puedes decir con cierta credibilidad que la voluntad popular estaba con él. En cambio la diferencia con Maduro en 2013 fue de 1,4, con todo ese ventajismo o la judicialización, entonces te preguntas cuál es la voluntad popular realmente ahí. Chávez fue desmantelando todas las instituciones, pero hubo cosas que respetaba. Los resultados electorales los respetó. Claro, después hacía lo que le daba la gana, con habilitantes y esas cosas, pero fue un régimen que llaman autoritarismo competitivo, un híbrido, tiene rasgos democráticos y autoritarios, con el socialismo crecientemente autoritario. Destruyó el Judicial, el Legislativo, el Ciudadano. Acabó con la Contraloría. Cuando muere el terreno para un autoritarismo estaba listo. Pero Maduro tenía la opción. Su opción más fácil era tirarse una dictadura y mantenerse en el poder, pero pudo abrir el puente para lograr una base de apoyo más amplia, o para negociar e ir a una transición. Pero no. Escogió la vía más fácil, ser un autoritario.
—Maduro ha hecho antes declaraciones controversiales, pero las más recientes están en otro nivel. Ha culpado a Elon Musk de conspirar contra el país y vinculó a la oposición con la Iglesia Satánica. ¿A qué cree que obedece esto? ¿Se quedaron sin argumentos?
—Es una pregunta difícil de responder. Ellos construyeron, gracias a Chávez, un sistema mediático que es un aparato de propaganda. Eso es lo más totalitario que tienen, ese aparato de propaganda y ese cercenamiento de la libertad de expresión. Han invertido mucho dinero en esto. A partir de ahí construyeron una infraestructura para crear un mundo paralelo, de ficción. Uno no sabe qué país es ese. No es el país en el que vivimos nosotros. Quizás es el país en el que ellos viven. Creo que algo les falló la noche del 28 de julio y están un poco fuera de la realidad. Desconectados. Creo que están tan intoxicados en ese mundo ficticio que se lo están creyendo. Tengo la impresión de que se creen esas cosas. Esas locuras que dicen, lo de Elon Musk y otros, como si todo el mundo estuviera pendiente de Venezuela, es una cosa absolutamente absurda. Pero es parte del mundo ficcional en que se mueven.
—¿Qué escenarios ha reflexionado? ¿Una posible transición, se mantendrá la ‘paz autoritaria’ o es mejor esperar?
—Preferiría esperar. Tenemos un compás de espera en los próximos meses. La negociación con Maduro creo que está cerrada. Creo que puede haber con las Fuerzas Armadas o sectores policiales. Acuérdate que, por ejemplo, Pérez Jiménez duró más de lo que debía porque estaba sostenido sobre los sectores policiales, no sobre las Fuerzas Armadas. El primero de enero de 1958 eso se vio clarísimo. Por eso salió la población civil. Porque se dieron cuenta de que ya no estaba sostenido sobre la Fuerza Armada. Nosotros todavía tenemos un poco de tiempo. Tiendo a estar de acuerdo con la oposición en el sentido de que ya a estas alturas deberían reconocer que ganaron y a partir de eso negociar. Eso de repetir las elecciones es una locura.
—Una de las propuestas de Lula también.
—Celso Amorim lo volvió a decir. Pero es que no va a aceptar sino las elecciones que ganó y no es posible que las gane.
—¿Le parece que el binomio María Corina – Edmundo González es una opción de poder para la transición?
—La legitimidad de la victoria la tiene González Urrutia, él es el presidente electo. Además, tiene las características para llevar adelante una transición, incluso tiene un pensamiento propio, que no es el de María Corina. Claro, ahí entra toda la gente que sabe de transiciones. En Venezuela las transiciones se han dado con relativa rapidez. La Junta Revolucionaria de Gobierno: dos años y entró Gallegos. Pérez Jiménez se fue, entró Wolfgang Larrazábal y a los meses se hicieron elecciones. Edmundo reúne características de presidente de transición, por ese lenguaje moderado, por esa concepción política que diría es más de centro que María Corina. Creo que ella podría ser presidenta.
—¿Después? ¿No por ahora?
—Es que además no le conviene porque las transiciones son períodos muy difíciles, con gente que necesita tener mucha mano izquierda. Ahí están Wolfgang Larrazábal, que venía del perezjimenismo, o Adolfo Suárez, que venía del franquismo. Generalmente vienen del gobierno los que hacen la transición. Pienso que quizás González Urrutia podría hacerla, pero el período de transición tiene costos políticos. Asume costos en los que el próximo presidente le ayuda. A ella no le conviene ser presidenta. La transición en Venezuela tiene que ser un poco larga, porque tiene que venir una reinstitucionalización que dé unas condiciones electorales mínimas competitivas.
—Podría ser un poco larga entonces.
—Diría que podría ser un poco larga. El presidente de la transición tiene que asumir la reinstitucionalización del país para darle las condiciones mínimas y que vaya a unas elecciones competitivas. Eso ahorita no tiene ningún sentido. Si se va Maduro y se hacen elecciones no tendría sentido, porque está el problema del TSJ, el CNE, eso hay que cambiarlo. Y el año que viene habría elecciones regionales y locales, y entonces las autoridades comenzarían a moverse para hacer una transición.
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