A tres semanas de las elecciones en Venezuela, Brasil se esfuerza por mantener un equilibrio difícil, con una posición neutral entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición que intenta -por ahora sin éxito- estimular una salida negociada a la crisis y que, al mismo tiempo, va acorralándolo en un callejón sin salida.
El presidente Lula da Silva endureció el tono el viernes contra el gobierno de Venezuela, pese a que negó que se trate de una dictadura.
“Creo que Venezuela vive un régimen muy desagradable. No creo que sea una dictadura, es diferente, es un gobierno con una tendencia autoritaria”, dijo el mandatario, aliado histórico del chavismo, en una entrevista con la radio Gaúcha.
Lula espera
Desde los comicios del 28 de julio, en los que la oposición se adjudica un triunfo abultado del candidato Edmundo González, el presidente de Brasil marcó por primera vez de forma taxativa que no reconoce la reelección de Maduro.
Se alejó así del comunicado de su Partido de los Trabajadores (PT), publicada horas después de los comicios felicitando al presidente venezolano por haber conquistado la reelección en una “jornada pacífica, democrática y soberana”.
“La oposición dijo que ganó y Maduro también. Lo que estoy pidiendo para reconocer es saber si los números son verdaderos. ¿Dónde están las actas [electorales]?”, sostuvo Lula, repitiendo lo que es hasta el momento la principal demanda del país, junto con Colombia, para inclinarse por alguna parte involucrada: la publicación oficial de las actas.
Pero, ante la falta de disposición del Consejo Nacional Electoral (CNE) para divulgar las actas a medida que pasa el tiempo, ¿la neutralidad brasileña comienza a inclinarse hacia una posición condescendiente con el régimen venezolano?
“Brasil está en una situación bastante delicada. Hay una dificultad para promover el diálogo entre Maduro, que no cede, y la oposición que tampoco está dispuesta a resignar la victoria que supuestamente obtuvo. Hasta ahora no consigue ningún resultado”, dice a LA NACION Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper de San Pablo.
Citado por la comisión de relaciones exteriores del Senado, el principal asesor presidencial de Lula en asuntos internacionales, el excanciller Celso Amorim, aseguró el jueves que Brasil está intentando actuar como apaciguador entre la oposición, liderada por María Corina Machado y con quien existen “contactos de alto nivel”, y el gobierno venezolano.
Lula verbalizó esta semana dos propuestas discutidas con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, que no fueron bienvenidas por ninguno de los lados: la realización de nuevas elecciones con una supervisión robusta de organismos internacionales o la conformación de un gobierno de coalición.
“No hay nada que Brasil defienda, estamos promoviendo el diálogo y viendo si nace alguna idea, pensando fuera de la caja. Nuestro objetivo principal es mantener la paz”, explicó Amorim.
El consejero presidencial admitió que una solución política a partir del diálogo es cada vez más “difícil”, pero debe intentarse ante el fracaso de la política de asfixia y aislamiento del régimen chavista adoptada por la comunidad internacional los últimos años.
Brasil repite como un mantra que aguarda la divulgación de las actas electorales, sin plazos. “Poner una fecha o ultimátum no es positivo, no trae resultados”, aseguró Amorim.
Sin embargo, el equilibrio de Brasil, a medida que no aparecen los documentos, va tornándose cada vez más frágil, opinó Consentino.
“El gran riesgo del pedido indefinido de las actas, sin plazos, es que pasará la imagen de que está favoreciendo al gobierno de turno. Brasil puede perder el carácter de mediador y favorecer a Maduro, que es quien tiene la lapicera en sus manos”, explicó el profesor del Insper.
Roberto Goulart, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia, aseguró que el novedoso tono más firme de Lula podría marcar una estrategia de “distanciamiento” cada vez mayor de Maduro, parte de una estrategia de creciente presión por los próximos seis meses, hasta que finalice el mandato vigente del mandatario venezolano, para intentar una negociación.
“Lula está marcándole a Maduro que el tiempo se está acabando. El vocabulario expresa que Brasil tiene un límite, aunque todavía apueste por el diálogo”, aseguró Goulart.
Brasil busca ganar tiempo. “Tiene un plazo” para esperar la publicación de las actas y “lo está administrando”, consideró el profesor.
“Si Brasil dice que el tiempo [para la aparición de las actas] ya acabó, se termina el diálogo. Está intentando seguir como interlocutor, y teme que al cerrar el diálogo con Maduro el régimen se endurezca y la represión aumente todavía más, provocando un flujo migratorio hacia el país”, agregó.
Amorim aseguró en el Senado que Brasil podría avanzar hacia un escenario de no reconocimiento del gobierno de Maduro, pero sin romper relaciones diplomáticas con Venezuela.
Consideró un error avanzar potencialmente hacia una ruptura con el vecino, con quien Brasil comparte una extensa frontera y mantiene a su favor una deuda de cerca de 1600 millones de dólares.
“Es difícil especular sobre el futuro. Pero no hay reconocimientos de gobiernos, sino de Estados. Brasil no dejará de tener relaciones con Venezuela, pero si no hay ningún acuerdo, no vamos a reconocer a un gobierno si las actas no aparecen”, explicó.
¿Qué escenario abriría mantener relaciones con Venezuela, pero sin reconocer al gobierno en funciones?
Goulart considera esa posibilidad muy remota. Y opinó que la suerte de la representación brasileña podría ser la misma de otros países como la Argentina, que sufrió la expulsión de su cuerpo diplomático.
“Maduro haría lo mismo que con otros países. En este momento, Brasil no quiere pagar el costo de retirar a su embajador”, concluyó.
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