La migración hace tiempo que dejó de ser una cosa de hombres. Mujeres solas, con niños o con sus parejas dejan atrás sus hogares teniendo que atravesar un «infierno» como la selva del Darién, donde son víctimas de violaciones o robos mientras cargan con sus hijos: «vamos, ya falta poco».
En el puesto de control de Bajo Chiquito, el primer poblado indígena al que llegan los migrantes tras cruzar la selva del Darién, la frontera natural entre Panamá y Colombia, las autoridades panameñas toman los datos de los cientos de recién llegados que, agotados, esperan pacientes su turno. Detrás de los funcionarios, apartada, se sienta una niña. De pronto, parece que ha identificado a alguien en la cola.
«¿Conoce a esta niña?», dice el oficial a una mujer. «¿Tiene 12 años?», responde ella. Le preguntan a la niña y asiente. El oficial le pregunta entonces si sabe dónde está su madre. «Sí, viene más atrás».
La venezolana Karely Salazar, de 31 años, viaja con sus hijas de 7, 10 y 12 años. Han acudido al ambulatorio del poblado. La niña mayor sonríe, protectora con una de sus hermanas. La madre sostiene en brazos a la otra. «Ahorita tengo esta más pequeña con fiebre, con fiebre de resfriado, de dos días puro metida en el río», explica a EFE la mujer, exhausta. «El papá de ellas está en Venezuela», aclara, sin dar detalles.
«Gracias a Dios cruzamos la selva, pero de verdad que no fue fácil, muy difícil para los niños», dice. A los niños hay que subirlos por piedras, si te resbalas pueden caer al vacío, al río, «y pasan hambre, y pasan frío», y se te pueden adelantar o quedar atrás.
«¿Su hija mayor se perdió?». «Sí», asiente la madre, y su rostro cambia. Dice que el segundo día de caminata se sentía muy mal de una pierna, no podía moverse, y la pequeña caminó entre la gente y «perdió el rumbo».
«No dormí anoche, porque la niña se me adelantó y llegó a una parte del río que había que parar y ella amaneció ahí y yo amanecí dentro de la selva aún. Anoche lloraba y lloraba porque no sabía dónde estaba», dice la madre.
Trata de explicarse, de que se entienda: «Venía sola y con tres niñas, imagínate, jala para acá, pendiente de esta, cuida que te caes, pero no, de verdad que la selva no se recomienda, de verdad que no».
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