Unos 76 países tendrán elecciones este año. Según una publicación de ‘The Economist’, en 43 de 76 serán elecciones libres y justas (28 de esos 43 son países miembros de la Unión Europea más EE.UU.)
Hay ciertas fechas que están grabadas en la psicología de generaciones. Momentos en la historia que marcan épocas. Un antes y un después.
Antes y después de Cristo divide la historia en un antes y un después. En el Anno Domini 476 cayó el Imperio Romano.
En 1492 Cristóbal Colón descubrió América. Una fecha tan importante que aún hoy algunos discuten ideológicamente si ese 12 de octubre se descubrió América o fue el encuentro de dos mundos o el inicio de la expoliación de un continente.
En 1776 se firmó la Declaración de Independencia de EE.U.U., un documento cuya frase inicial la conoce todo amante de la historia a nivel mundial: “We the People…”.
Si 1789 no le suena. de seguro que el 14 de julio sí, porque el inicio de la Revolución Francesa y la toma de la Bastilla fue la llama que avivó las independencias de Hispanoamérica, fraguando el ánimo de nuestros próceres.
Para otros en nuestra región, puede que la revolución de 1917 sea de un lamentable mayor interés, la Revolución Bolchevique infectó y aún aflige el ideario de la izquierda latinoamericana.
Por supuesto, 1945 y la derrota de la Alemania nazi y el Imperio de Japón en la Segunda Guerra Mundial. La caída del muro de Berlín en 1989.
El 11 de septiembre de 2001, una fecha que en sí encapsula una serie de eventos.
El 9/11 está tan presente que en tres números recordamos las torres gemelas, el Pentágono, United 93 que se estrelló en Pennsylvania, Osama Bin Laden y el inicio de la supuesta guerra contra el terrorismo.
Para algunos 2016, el inicio de la presidencia de Donald Trump, marca un antes y un después. La pandemia de la covid-19 que empezó oficialmente en 2020.
Son fechas que organizan nuestra existencia como civilización. Son fechas que pudiesen quedar eclipsadas por 2024.
En 2024 más de 4.000 millones de personas tendrán el derecho (al menos en papel) de acudir a una urna electoral y dar su voto por una opción política que moldeará una generación y quizás el siglo entero.
Son unos 76 países que sostendrán elecciones este año.
Según la publicación de The Economist, en 43 de 76 serán elecciones libres y justas (28 de esos 43 son países miembros de la Unión Europea más EE.UU.).
Las elecciones restantes, 28 de 76, son en países considerados autoritarios.
En 8 de los 10 países más poblados del mundo habrá elecciones en 2024: Bangladesh, Brasil, India, Indonesia, México, Paquistán, Rusia y EE.UU. Será un año de grandes decisiones.
En las Américas, las elecciones presidenciales de EE.UU. puede que sean las más significativas para el mundo entero, pero será de las últimas en una serie de comicios que dejarán una huella en la historia.
Para el escándalo de muchos, una segunda presidencia de Donald Trump o una segunda presidencia de Joe Biden no determinará el rumbo de una democracia que atraviesa por una crisis de identidad cultural más importante que el poder ejecutivo.
El 4 de febrero los salvadoreños inician el megaciclo electoral regional.
Los salvadoreños elegirán a su próximo presidente y a los 60 diputados de la asamblea nacional, todo el poder ejecutivo y legislativo en un día.
Nayib Bukele, quien ha gobernado el país durante los últimos 22 meses bajo estado de excepción, logró que la Corte Suprema de Justicia avalara en 2023 su candidatura a la reelección, a pesar del fallo de la misma corte en 2014 que inhabilita a cualquier presidente por 10 años.
Y qué decisión tan compleja y sencilla tendrán los salvadoreños.
Por un lado, la eficacia en materia de seguridad de las políticas autoritarias de Nayib Bukele han mantenido al país en una cifra menor a un asesinato al día vs. a las más de 62 por día que se registraron en el fin de semana anterior al inicio del estado de excepción. Por otro lado, la detención arbitraria de más de 100.000 hombres y su encarcelamiento en jaulas a todas luces sobrepobladas genera una preocupación, no solo por sensibilidades a los derechos humanos, sino también por las incalculables y complejas repercusiones sociales que tendrán estas supuestas soluciones que pretenden erradicar un problema solamente con armas.
El 5 de mayo Panamá sostendrá elecciones presidenciales, legislativas, y locales. Unas elecciones con una decena de candidatos presidenciales que amenazan con dividir el voto y romper con la tradición democrática del país de no repetir partidos en el poder. La misma identidad política de la próxima generación de panameños está por definirse. Así como el 9 de enero de 1964 aún eriza la piel de los sensibles a la historia, y el 20 de diciembre de 1989 vio nacer de las cenizas una democracia vibrante, el voto de 2024 definirá si la causa de las protestas de los últimos meses augurará una participación cívica más consciente u otro hipo que no inmuta al dinosaurio autoritario.
República Dominicana y Uruguay tendrán también elecciones, el 19 de mayo y 27 de octubre, respectivamente. Y el 2 de junio los mexicanos escogerán a su próximo presidente, senadores, y diputados. El Movimiento de Regeneración Nacional, liderado por Manuel López Obrador, busca mantenerse en el poder bajo la candidatura de Claudia Sheinbaum. Y en Venezuela aún no hay fecha para las elecciones presidenciales. Elecciones que solo aquellos que buscan enriquecerse con la dictadura dirán que son libres o justas.
En el viejo continente, la Unión Europea sostendrá sus elecciones parlamentarias en junio, las primeras desde el Brexit.
Ursula Von Der Leyen se juega la reelección de la presidencia de la Comisión Europea, mientras Charles Michel se perfila a dejar el puesto al frente del Consejo Europeo, para cambiarlo por una silla en el parlamento.
Decisión que dejaría el Consejo de la Unión Europea en manos de Victor Orban de Hungría durante seis meses.
Meses que Vladimir Putin pudiese utilizar a su favor, en preparación para consolidar el poder, luego de su inevitable reelección en las elecciones rusas de marzo de este año.
Y este 13 de enero los taiwaneses elegirán a su próximo presidente.
Una nueva presidencia que tendrá que inevitablemente comentar sobre su relación con Pekín.
El tono determinará los próximos cuatro años y acelerará o frenará las ambiciones del Partido Comunista de China de tomar control de la isla, como lo prometió Xi Jinping en su discurso de año nuevo.
Las guerras de 2023 continuarán en 2024, y nuevos conflictos también emergerán en nuevas regiones. Si bien Israel y Ucrania están al tope de la lista de conflictos bélicos de importancia internacional, las imágenes que salen de Ecuador, Colombia, Venezuela, Haití y México tienen poca diferencia entre las imágenes que generan los Hutíes, ISIS, Al-Qaeda, Hamás o Hezbollah. En estos países de América Latina, grupos paramilitares y narcocriminales han vencido a las fuerzas policiales y obligado al Estado a desplegar las fuerzas armadas para retomar (sin éxito) el orden.
Grandes partes de Colombia, Venezuela, Haití y México están bajo control total de los carteles.
Y en un año de tantos ciclos electorales, pueden apostar que utilizarán la violencia y sus miles de millones de dólares para influenciar el rumbo de la historia.
La guerra en Ucrania, para aquellos que aún se acuerdan, no está yendo como uno esperaría después de tanta propaganda política sobre la defensa a la democracia bla, bla, bla. Los ucranianos, quienes probablemente no tendrán en 2024 el chance de elegir a su presidente, como está estipulado por la constitución, se enfrentan a una ofensiva de invierno por parte de Rusia. Las fuerzas del Kremlin ya no están a la defensiva, mantienen superioridad aérea y se preparan para una nueva incursión, pujando más hacia el este del país. A falta de un renovado y contundente apoyo militar por parte de EE.UU. y la Unión Europea, el gobierno de Zelenski deberá negociar una paz que incluya concesión de territorios.
Los conflictos en el medio oriente amenazan con expandir sus teatros de guerra y su impacto de un conflicto regional a uno global.
Se calcula que por cada palestino que muera por una bomba, 20 nuevos reclutas se suman a la causa antiisraelita. Y al mismo tiempo debemos darnos cuenta que prolongar la guerra contra Hamás no es una excusa de Netanyahu para permanecer en el poder, sino un imperativo para los israelitas y su supervivencia.
Pensemos también que si EE.UU. y el Reino Unido no hubiesen enviado flotas a proteger las vías marítimas hacia y desde el canal de Suez, unas 5 decenas de misiles cruceros y balísticos hubiesen impactado embarcaciones en el mar Rojo.
EE.UU. e Israel no son los agresores, y la ceguera del mundo ante la imperativa de seguridad solo nos llevará a un mayor conflicto más adelante.
Todo lo anterior ocurrirá en un año en el cual por primera vez se podrá desplegar de manera masiva la inteligencia artificial para influenciar elecciones.
Todo ocurrirá en un año en donde un militante con $200, malversados de alguna fundación, puede comprar un dron y con una granada destruir un tanque de $1,5 millón.
En donde una sola persona puede generar miles de páginas de contenido, posts en redes sociales, mensajes de WhatsApp desde el sótano de su mamá y manipular a millones de personas.
2024 marcará un antes y un después. Será un año de decisiones sin espectadores.