
Para evitar confrontaciones que deriven de la capacidad crítica que el conocimiento permita alcanzar, se ha dejado sin soporte la educación, máxime la universitaria
Las decisiones gubernamentales reducen la esfera de la participación política de los ciudadanos a una presencia que no es pasiva, pero indicativa de la crisis y del estatus general de necesidad evidenciado por la incipiente inflación que en Venezuela alcanza más de 50% desde el inicio del año 2025. La desesperación predomina, por lo cual cualquier solución de mejora podría ser aceptada independientemente de su origen y procedencia. Por ello, con asumir el poder de la República, la formulación del cambio de la gerencia del Estado en proponer el sistema de democracia liberal tendría como primera prioridad la inflación.
No se trata de una confrontación entre diferentes opciones ideológicas y programáticas, constitutivas de sistemas políticos alternativos ni de la tipología económica que los caracteriza, se trata de empujar un proceso evolutivo que, con su progresiva afirmación en el tiempo, conduzca a la recuperación de un nivel de vida en la cual la condición económica fundamenta la ética, estética y derecho, principios y valores con los cuales se pueda reconstruir el porvenir histórico de la República en paz y libertad.
En la búsqueda del hombre, en el 336 a.C. según reporta Plutarco, Diógenes recorría las calles de Atenas con la linterna prendida en sus manos. Pero en otra versión de la anécdota, fue en Corinto donde Alejandro el Grande se le paró adelante para afirmar que él “era el hombre”. El viejo filósofo levantó la linterna y mirándolo a los ojos le dijo: “Te quitas, porque me escondes el Sol”. La confrontación entre el conocimiento y el ejercicio del poder, para defender la dignidad del hombre, sus valores éticos y estéticos, asume la implícita afirmación de libertad, la dimensión del perenne reto entre la responsabilidad individual objetiva y el ejercicio del poder para conculcarla. En Crítica de la razón cínica Peter Stoterdijk indica lo que se debería entender como filosofía: “No tanto un conocimiento teórico, sino más bien un espíritu soberano infalible”. Diógenes niega el principio subjetivo del poder, la ambición y el afán del reconocimiento, el mismo deseo de poder.
En el siglo III a. C. al poeta Gneo Nevio, creador de la épica romana, que había escrito en un saturnio: “Fato Metelli Romae fiunt consules”, (los Metelli son cónsules por el destino de Roma), utilizando el doble significado de “fato”, “destino y mala suerte”, los Metelli respondieron: “Malum dabunt Metelli Nevio poetae” (el mal lo darán los Metelli al poeta Nevio) y lo pusieron preso. Cambian el tiempo formas y modalidades, pero la confrontación sustenta en la historia el atropello al cual el poder somete el conocimiento.
No obstante, “la arquitectura transdisciplinaria de la integración del conocimiento”, como afirmarían Scholz y Marks en 2001, estructurada por una epistemología de una teoría holística de un proyecto de país, en su limitación de límites y datos, otorgaría las aproximaciones de soluciones particulares de los problemas y dificultades, por supuesto en un contexto operativo racionalizado por un cuerpo metodológico y conceptual para el uso, organización y gestión de un plan de desarrollo sostenible.
El crecimiento está determinado por la constante innovación del sistema productivo determinado por la evolución tecnológica, (el Qc. – quantum computer), y la consecuente preparación de los recursos humanos, que sustancian en el tiempo perspectivas de factibilidad y continuidad, siempre y cuando sean acompañados por la eficiencia de un sistema financiero y fiscal determinado por las decisiones del régimen político. Por consiguiente, el aprecio del “funcionalismo del Estado” se puede extender como captación impositiva de los ingresos tributarios para la redistribución del dividendo social.
A su vez, las empresas del sector privado, en atención al principio ético de su responsabilidad social, contribuyen con su excedente a las aplicaciones definidas por la ley. En el mercado el valor atribuible al intercambio, directa o indirectamente se transforma en parámetro de referencia: es decir que la moneda asume en el mercado la dimensión del valor de la demanda y oferta de bienes y servicios, de termómetro de la economía, de el estatus individual y colectivo de riqueza o pobreza; en la determinación del equilibrio entre los factores de producción (capital, tecnología y trabajo), su estabilidad permite los avances del sistema económico de cualquier régimen político y condiciona la competitividad y el crecimiento individual y de la sociedad.
Posiblemente sin querer, es evidente la antítesis que Marx produce cuando en la Economía política admite que “la riqueza antes de ser distribuida debe ser producida” y en El capital argumenta: “Ética es ideología pura con la única visión de legitimar lo que hay. Los seres humanos no necesitan una moral para ver transformado su mundo, necesitan que se trasformen las condiciones de la humanidad que vive la mayoría, víctima de la desigualdad y de la injusticia”. ¿Existe mayor injusticia de la que produce un sistema político que por su secuestro del poder aumenta las condiciones que no pueden detener la inflación? ¿Se trata de falta de conocimiento o de impedir que el perseguimiento de la estabilidad monetaria favorezca el equilibrio económico que perjudica la detención del poder? ¿Independientemente de consolidar la corrupción y su chantaje de los ciudadanos por el uso inconstitucional de las instituciones públicas y de la justicia, se vislumbra la renuncia a la propia soberanía para poner el Estado al servicio de intereses subalternos o, peor aún, de Cuba o de otra nación?
Ya en 2008, “la década crítica de la economía venezolana”, Maza Zavala afirmaba que “…los forjadores de las teorías que iluminan los senderos del futuro de la vida humana no son compatibles con la autocracia, ni con la oligarquía, ni con la dictadura de un partido”. En Economía y sociedad (2004) Max Weber explica el principio de causalidad y dijo: “La validez objetiva de todo conocimiento empírico descansa en esto y solo en esto: en que ordenamos la realidad dada con categorías subjetivas –objetivas en el sentido específico de que actúan como presuposición previa para nuestro conocimiento y que van ligadas a la presuposición previa de aquella verdad que solo nos puede proporcionar el conocimiento empírico”.
Las relaciones del conocimiento entre ciencia, tecnología, economía y política, a través de la innovación continua con la cual se manifiestan, proponen una tensión constante, tal vez la reconsideración para la cual el exministro de Cordiplan de la República Bolivariana de Venezuela Jorge Giordani ya en 2014 admitía sus errores y afirmaba: “La reducción del gasto público real que acogiera las prioridades de defensa del poder de compra de los grupos más vulnerables y la corrección de derroches y corrupción”, que ya en aquel entonces se hacía necesaria para plantear una macroeconomía diferente de la del “Plan de la Patria 2013-2018”.
El deterioro sucesivo y general no necesita demostraciones: al contrario de la doctrina utilitarista de Bentham en Introducción a los principios de la moral y la legislación (2003), sin revisión ideológica y programática, se han alejado perspectivas de recuperación de la economía, de la perdida reestructuración de la identidad nacional, de la transformación de una sociedad rentista en una productiva, del sentido de responsabilidad de los gobernantes “con y para el pueblo” y por el contrario, se han impuesto mayores sacrificios y sufrimientos a los ciudadanos, quienes han manifestado con el ejercicio del voto del 28 de julio de 2024 su precisa disconformidad con el poder constituido.
En la imposibilidad de enfrentar con un racionalismo adecuado la realidad económica y social inducida y para mantener los enlaces y los diferentes tipos de sumisión con la izquierda internacional (la política con Rusia, la económica con China, hasta la propia gestión administrativa dejada a Cuba), e intentando de evitar las consecuencias de la crítica del conocimiento aportado por la oposición, primero por el presidente Hugo Chávez Frías y después su emulador Nicolás Maduro han invitado los ciudadanos, disconformes con la práctica bolivariana de la política, a abandonar el país y buscar asilo político y económico en el exterior. El éxodo de más de 8.000.000 de venezolanos no ha sido obligado con las armas, como las que impuso en el siglo XIII a.C. Ramsés II al pueblo judío sacado de Egipto a la diáspora en el mundo, fuera de su territorio y de su reino. En nuestro caso, sin ética ni pudor, se ha tratado de una afrenta, de una vergüenza, de una ignominia perpetrada por venezolanos contra venezolanos imposibilitados a realizar en el país su personal sustentación.
Y para evitar en el futuro confrontaciones que derivarán de la capacidad crítica que el conocimiento les permitiese alcanzar, se ha dejado sin soporte la educación, máxime la universitaria, para disminuir la tensión ética y la capacidad crítica, la voluntad de luchar para enfrentar y superar la crisis. De modo que ningún estupor si una institución como el IESA, naturalmente abocada por su desempeño hacia áreas de excelencia, desde ahora en adelante va a otorgar sus programadas y disminuidas calificaciones para el conseguimiento de un sitio de trabajo en estructuras productivas reducidas por innovaciones tecnológicas y competitividad: lo opuesto a lo que ocurre en los países desarrollados donde las estructuras públicas y privadas premian los niveles superiores del conocimiento. Todavía se tiene conciencia de la realidad estructural del país que ahora se fundamenta en un subsistema productivo que adecua el conocimiento a la limitada dimensión de la capacidad económica y a la inherente sustanciación social, en el mismo tiempo en que aumenta la dependencia política de los ciudadanos y permite la arbitrariedad del ejercicio del poder.
La afirmación de principios y valores en la búsqueda de renovación, de la creación de posibilidades y oportunidades para los ciudadanos, pero también de sostener con responsabilidad la confrontación con el poder ilícitamente constituido, permiten la consolidación histórica de la independencia de la nación y de la conciencia de la propia autonomía; por cierto, se encuentran también en el conocimiento de los procesos de integración y de las relaciones internacionales que tienen raíces en la capacidad de usar acertadamente los recursos disponibles para otorgar al proyecto de país fisionomía e identidad. Son estas calificaciones constantes de la humanidad en las relaciones internacionales contemporáneas del mundo civilizado que emergen cada día y luchan para sostener con y por ellas la libertad, y tal vez, la identidad y la soberanía comprometida.
La intrínseca unidad de la filosofía y de la historia determinan la lógica de la verdad redescubierta en el comportamiento individual y colectivo: a pesar del intento del poder de destruirlo, ha sido inculcado por el espíritu de responsabilidad construido día por día por el conocimiento adquirido con sacrificio y que permite ascender a niveles más avanzados de civilización. La verdad no se borra con la ficción: el falso perpetrado con las deviaciones ideológicas y la detención arbitraria del poder nunca en la historia han prevalecido.