
Getty Images | La suspensión de diálogos entre el gobierno de Petro y el ELN pone en un difícil escenario el proyecto de «paz total» en Colombia
Tras ser elegido presidente en 2022, Petro emprendió un ambicioso proyecto de «paz total» que incluyó sentarse a la mesa y negociar con el ELN y otros grupos armados que controlan partes de Colombia.
La suspensión de dichas negociaciones el pasado viernes con el ELN llega después de varios meses de tira y afloja en que las negociaciones se congelan y retoman sucesivamente en lo que ahora parece ser un punto muerto.
Petro acusó el pasado viernes al ELN de cometer «crímenes de guerra», aunque esta guerrilla, por su parte, apunta y responsabiliza de la última escalada de violencia a disidencias de las FARC.
«La región del Catatumbo conoce bien que habíamos advertido que si el Frente 33 de la ex FARC continuaba atentando contra la población e incumpliendo compromisos no quedaba otra salida que la confrontación armada», dijo el ELN en un comunicado en X.

Getty Images | Se cree que miles de personas han sido desplazadas por la violencia en la región del Catatumbo, en el noreste de Colombia
El doble y delicado escenario que la violencia en Catatumbo supone para Colombia
Análisis de José Carlos Cueto, corresponsal de BBC Mundo en Colombia
A poco más de un año de las elecciones presidenciales en Colombia en 2026, el proyecto bandera de Gustavo Petro, el de traer la ansiada «paz total» para el país, parece herido de muerte.
Es la segunda vez en cuatro meses que se suspenden los diálogos de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla en activo más grande de Colombia, la primera con la que el gobierno de Petro se sentó a la mesa negociadora y con la que más avances se habían concretado hasta la fecha.
Las dos veces se suspendieron por los mismos motivos: la violencia en la que participa este y otros grupos armados que se saldan con muertes.
Las dos veces, también, por hechos localizados en regiones fronterizas con Venezuela.
Esto pone a Colombia ante un doble y delicado escenario que sus funcionarios deben tratar con cautela.
Por un lado, el gobierno de Petro tiene que mantener una condena contundente ante la última escalada violenta. El número de muertos, secuestrados y desplazados es demasiado llamativo y será utilizado por sus críticos para cuestionar su estrategia de paz.
Por otro, deberá medir sus acciones y palabras para no mandar todos los progresos con el ELN al traste. Los diálogos están «suspendidos», pero hasta el momento no se ha leído o escuchado a nadie en el gobierno que diga que están «definitivamente rotos».
De algún modo, hay una puerta que sigue abierta.
Por último, la violencia en Catatumbo es también un recordatorio del difícil equilibrio de Colombia en su relación con Venezuela, que no vive sus mejores horas desde que el gobierno de Petro se negara a reconocer al de Nicolás Maduro tras su toma presidencial el pasado 10 de enero.
A pesar de las desavenencias, de que esa relación mantenga puntos en común de colaboración también dependerá la estabilidad de la frontera colombo-venezolana, porosa, peligrosa, que bajo el control de grupos armados y la limitada acción estatal protagoniza un arranque de año sangriento e incierto para Colombia.